lunes, 22 de julio de 2013

ERGO IPSO FACTO COLUMBO OREO


 EPÍSTOLA DE ROUCO A MARIANO RAJOY

 
Publicado: 22/07/2013
Coincidiendo con la tormenta desatada por el llamado caso Bárcenas, el Cardenal Rouco, podría haber escrito una carta personal a Mariano Rajoy para infundirle ánimos. Que sea una noticia cierta, o bien fruto de la imaginación de quien escribe este artículo,  se deja a elección de los lectores según sean sus deseos. Así, imaginemos que fuentes dignas de crédito hubieran hablado de una “gran preocupación en la Conferencia Episcopal española, donde no se descarta promover manifestaciones populares de apoyo al presidente de Gobierno como ya se hiciera al reivindicar la opinión de la Iglesia sobre el modelo de la familia cristiana, el aborto y tantos otros temas”. Y luego leamos la epístola...
Querido Mariano:
En los momentos delicados que atraviesas, quiero que sepas que pido a Dios por ti cada día y Él me encomienda que te bendiga porque eres su hijo amado.
 Me alborozan tus silencios, Mariano, así como tu modo de aislarte y recogerte, con monástica espiritualidad, cual anacoreta en su cenobio. Aunque muchos tilden de misantrópico tu eremita afán por la clausura, es notorio que tal hábito sublima tu aura de austero santón convirtiéndote en ejemplo para las nuevas generaciones.
 Propio es de sabios –y también de santos– gozarse en la vida contemplativa como haces tú, con fortaleza y soportando con resignación las chanzas de quienes te censuran por lo que no es desgana sino sacrificio. Cuan injustos son, amado Mariano, al no valorar con cuanta entereza soportas los escollos que el Señor, para probarte, interpone en tu camino.
 Primero, el Altísimo te dio a beber el amargo cáliz del naufragio del Prestige, y no sólo superaste la prueba sino también, nos deleitaste con tu parábola de los hilillos de plastilina.
 Pasado un tiempo, desde que el dedo patricio de Aznar  te señalara como su sucesor, hasta tres veces (como la Santísima Trinidad, como las negaciones de Pedro) tuviste que esperar para poder presidir el gobierno de la católica España.
 Y no acabó ahí tu via crucis, pues quiso Dios que el diablo llamara a tu puerta vestido degürteliano Milano y no Prada, y de nuevo soportaste el envite mientras muchos daban por concluida tu carrera sin  saber que aún estaba por llegar tu gloria.
 Eres casi santo, y pruebas de ello se cuentan por miles. Por ejemplo, las muchas veces que pusiste tus manos en el fuego por algunos díscolos hijos de Dios (como el facineroso Fabra, el beato Camps o el manilargo Mata) sin que nunca aparecieran en ellas eritemas o ampollas que delataran una sola quemadura. ¿No estaremos asistiendo a un  milagro?
 Es tan inmensa tu sabiduría que reputadas enciclopedias mencionan la filosofía mariana
como una nueva corriente del estoicismo en su vertiente más pasiva y resignada. Que gran ejemplo diste de ello cuando, en una conversación privada, consolaste a la sufrida esposa del levantisco Luis Bárcenas profiriendo una sentencia que sublima la virtud de tolerar con resignación los designios del Señor: “al final, la vida es resistir”, le dijiste a la dama, y ella sintió una gran paz.
 Es por ello que siento tristeza –y dolor– cuando pérfidos siervos del malignos te acusan de haber pecado contra el séptimo mandamiento (no robarás), el octavo (no dirás falsos testimonios ni mentirás), el décimo (no codiciarás los bienes ajenos) e incluso contra el quinto (no matarás), esgrimiendo para este último el recurso de que has ‘matado’ la ilusión de quienes creyeron en tus promesas electorales.
 Pero yo, desde la presidencia de la Conferencia Episcopal que ostento, replico a quienes de ello te acusan diciendo: ¿Y si así fuera, qué más os da, nido de víboras? ¿Acaso no sabéis que en mis manos está absolver a Mariano (si fueran ciertos sus pecados) por la potestad que me confiere mi condición sacerdotal?
 Te exhorto a que perseveres en tus tesis Mariano, pues eres casi santo porque has puesto a la Santa Madre Iglesia Católica Española en el lugar que le corresponde y porque has designado como ministro de educación a un hombre que lucha (sufriendo también grandes oprobios) para que la asignatura de religión tenga un peso específico más acorde cada día con los mandamientos del Señor.
 Tú eres fuerte como una roca, Mariano, y sobre esta roca (si el Santo Padre Francisco me mantiene en mi puesto a pesar de mi avanzada edad) quiero edificar desde la Conferencia Episcopal, lo que la Iglesia de Cristo merece en esta Patria que es España, tradicional portadora de unos valores espirituales que el maligno se empeña en  destruir tentando a la grey de Dios con falacias como la democracia, el estado de bienestar o la promesa de unos llamados derechos humanos.
¡Por Dios!
 ¡Anatema!
 ¿Cómo se atreve nadie a hablar de derechos humanos, cuando no hay mas derechos que los divinos y los que atañen a la Santa madre Iglesia Católica?
 Que la Paz del Señor sea contigo.
 Tuyo afectísimo, Antonio María.
LEVANTE- EMV