miércoles, 2 de abril de 2014

Los que siembran odios

MARTES, 1 DE ABRIL DE 2014
PABLO IGLESIAS
Acúsase a los socialistas por los mantenedores del régimen burgués de concitar el odio de los pobres contra los ricos, de promover conflictos y de producir toda clase de perturbaciones y trastornos. Tan injusta es esa acusación como todas las demás que nos hacen los mismos individuos.

El socialismo revolucionario difunde, sí, la teoría de la lucha de clases, y con arreglo a ella pide a los trabajadores que se organicen en partido distinto y opuesto a todos aquellos otros que, defendiendo la propiedad individual de los medios de producción y de cambio, quieren hacer perpetua la sumisión y la esclavitud de la clase productora.

El socialismo revolucionario aconseja también a los obreros que lo esperen todo –alivio a su malestar y curación total de éste- de ellos mismos, de sus solos esfuerzos; no de la misericordia y la protección de los explotadores.

El socialismo revolucionario predica constantemente a los asalariados que se organicen, que se preparen, que se valgan de cuantos medios les facilite la legalidad para mermar los privilegios patronales y quebrantar el organismo burgués.
El socialismo revolucionario afirma que la paz social y el bienestar humano sólo pueden ser un hecho aboliendo las clases mediante la supresión del capital privado.
El socialismo revolucionario, en fin, declara que para verificar tan saludable transformación la clase trabajadora debe hacerse dueña del poder político.

Pero si todo eso predica y recomienda el socialismo revolucionario, porque así lo exige la emancipación de la clase obrera y los intereses de la humanidad, no predica ni recomienda el odio a los individuos de la clase poseedora, ni tampoco los motines ni los desórdenes.

Y no hace nada de eso por una razón sencilla y clara: porque tales predicaciones perjudicarán al proletariado y favorecerían a la clase dominante.
Si existe odio entre patronos y obreros, si se producen conflictos y trastornos, no es por la influencia que el socialismo ejerza en las masas obreras, es porque la naturaleza del sistema capitalista no puede menos de engendrarlos.

El explotador, en su natural deseo de resistir la competencia que le hacen sus propios colegas y de alcanzar crecidos beneficios, sólo piensa en estrujar al obrero, en impedir que se organice y en castigarle cuando defiende sus intereses.

¿Quiénes provocan las huelgas? No lo obreros, sino sus explotadores haciéndoles llevar vida de irracionales y despidiendo a algunos trabajadores por ejercitar un derecho político.
¿Quiénes, en estos momentos, hacen que la indignación y el odio contra la clase adinerada se albergue en los pechos obreros? Las autoridades, los servidores de la burguesía, que tienen encerrados en la cárcel de Bilbao, sin haber delinquido lo más mínimo, a 26 trabajadores, y en las prisiones de Barcelona y otras capitales a muchos otros desheredados.

¿Quiénes avivan el espíritu de clase y despiertan sentimientos de venganza en los proletarios? Aquellas Compañías, aquellos patronos que, habiendo aflojado un poco los tornillos de al explotación ante el grandioso movimiento obrero de mayo, intentan ahora, que se han repuesto un poco del inmenso pánico que les produjo, darles tanta presión como anteriormente tenían.

¿Quiénes soliviantan los ánimos de los obreros? Los patronos, que no contentos con tener a su favor las autoridades, los Tribunales y las leyes, ponen a los obreros en la alternativa de perder el trabajo o de abandonar la asociación donde buscan algún alivio a sus males.

¿Quiénes irritan a los proletarios y llevan a su espíritu ideas e lucha y de exterminio? Los gobernantes, que fingen interesarse por ellos, haciendo lo contrario de lo que les prometen, y las autoridades que faltando a la ley les ponen obstáculos a su organización.

Todos esos son, no los socialistas, los que siembran odios y echan a la hoguera a los antagonismos sociales toda clase de combustibles.

Por ningún concepto conviene a la clase asalariada que su campaña contra la burguesía se inspire en sentimientos de venganza y en ciegos odios; pero si la masa obrera se dejase un día guiar por ellos –lo que sentiríamos de todo corazón- la culpa no sería suya, sino de los crueles explotadores que a todas horas la hostigan y espolean.
(El Socialista, núm. 224, 20-VI-1890, p.2)
Diario progresista