lunes, 19 de agosto de 2013

El capital es trabajo no pagado


LUNES, 19 DE AGOSTO DE 2013

PABLO IGLESIAS 

El gran industrial no trabaja nada. ¿Queréis decirme qué trabajan los accionistas de los ferrocarriles ni qué trabaja, por ejemplo, Rothschild con ser dueño de tantas propiedades? ¿Qué trabaja el dueño de una gran fábrica que no tiene que hacer más que pedir a su tenedor de libros, o al que lleva la administración, las cuentas de la casa para ver las ganancias y las pérdidas?

Absolutamente nada, y es natural, como que hoy para ser industrial no se necesita ser perito ni inteligente: no se necesita más que una conciencia muy ancha para explotar a los obreros todo lo más posible; y si luego se muere algún trabajador por exceso de trabajo o por falta de alimento, o por las contingencias de esos aparatos montados en las fábricas y talleres, se trae otro trabajador, y el negocio sigue adelante. Para esto no hace falta gran inteligencia, y por eso decía con razón el compañero Saturnino, que habló el domingo pasado, que muchos industriales son muy brutos, y no tienen conocimiento ninguno. Esto es exacto: en la mayor parte de los establecimientos que se conocen, entre los grandes industriales, apenas hay uno que entienda lo que allí se hace; le basta con ser capitalista.

Se dirá y tengo necesidad de tocar este punto, que aquel capitalista puede haber recibido el dinero de sus padres, que lo habrían ganado de este o del otro modo. No hay nada de eso; el capital no es producto del ahorro del que lo ha ganado, sino que es un producto no pagado de los que han trabajado antes o después, y para demostrarlo voy a poner un caso práctico, escogiendo el más sencillo para que fácilmente lo comprendan los trabajadores que me escuchan…

El arte tipográfico de Madrid todavía no ha alcanzado gran desarrollo como industria; por lo cual hace posible que un tipógrafo, dirigiéndose a ciertos industriales que merecen el nombre de prestamistas, se haga con algunos chavales, unas cuantas cajas y algunos otros útiles de trabajo. Este tipógrafo no es más que un obrero que ha trabajado algunos días antes a mi lado. Obtenido, aunque a préstamo, aquel material, se dirige desde luego al dueño de un periódico cualquiera, ofreciéndole hacérselo un par de duros más barato que el impresor que o hacía antes. El dueño del periódico , que ve un beneficio en dicha proposición, la acepta, encontrándose el nuevo industrial con trabajo, que cobrará o no cobrará, porque de esto habría mucho que hablar, y a la semana siguiente, si cobra, paga a los cajistas, y si no, les dice sin aprensión ninguna: “ Tenéis que esperar, porque a mí no me han pagado.” De modo, que no tiene capital, ni tiene nada; y, sin embargo, al cabo de cierto tiempo, ese obrero, que se ha establecido así, llega a tener 60, 80 ó 200 duros.

 Pero ¿qué es lo que ha hecho, más que lo que hacía antes? Los tipógrafos le vimos en la imprenta desempeñando una función, como siempre, en calidad de asalariado, y después, al cabo de algún tiempo, le encontramos convertido en un industrial, o en capitalista, o por lo menos vemos que ha salido de su esfera. ¿Qué ha pasado aquí? La explicación es muy sencilla. Es que al tomar aquel trabajo, ha calculado que los obreros le iban a costar, por ejemplo 14 duros, y él ha pedido por ese trabajo 16 ó 18, resultando que después de pagar contribuciones y demás, y de sacar su jornal, se encuentra con dos duros diarios. ¿Pero ha hecho él aquel trabajo? ¿Ha ganado él ese dinero? NO; lo han ganado los obreros que han estado trabajando. De este modo han formado muchos el capital que poseen. El capital no es el producto del trabajo de ese señor, sino de los trabajadores. Podría decirse: pero y el inventor, y el artista especial, y el trabajador que han conseguido reunir 1.000 ó 2.000 reales, ¿no son dueños de ese capital? Mientras lo hayan ganado con sus brazos o con su inteligencia, suyo será; pero desde el momento en que hayan intervenido otros brazos, el esfuerzo de otros, deja de ser suyo, porque si a ello lo han creado, ha sido con el sudor de los trabajadores.

 Por tanto, el capital no es más que trabajo no pagado. Si así no fuera, el trabajador que emplea dieciséis horas en su trabajo sería más rico que el que sólo emplea seis. Y sucede lo contrario. Si los que no hacen nada son ricos, ¿qué capital no tendrían los que trabajan dieciséis horas, y los que en mi oficio trabajan día y noche? Pues, sien embargo, son cada vez más pobres y más miserables. A jornada más larga, jornal más corto; y no hay nada que altere esta regla

Los obreros ingleses son los que trabajan menos, y los que perciben salario más crecido. De manera que cuando a uno se le recomienda que trabaje mucho, lo que se le recomienda es que gane menos. El que tiene una jornada de dieciséis horas, gana menos que el que la tiene de cuatro, o cinco u ocho. Y esto se explica. No hay naturaleza ninguna, a no verse uno apremiado por una gran necesidad, que puede soportar un trabajo material y duro de dieciséis horas; y, sin embargo, hay muchos que lo soportan, porque como hay trabajadores de más, éstos pesan sobre las condiciones del salario, y hacen que éste sea más bajo y que se aumenten las horas de jornada.

 De todo ello, repito, resulta lo que he dicho: que el capital no es el producto del trabajo de los que lo disfrutan, sino el producto del trabajo de muchas generaciones de obreros.

Extractado de Informe oral a la Comisión de Reformas Sociales. Sesión de 11 de enero de 1885. Publicado en Reformas Sociales. Tomo I. Información oral. Madrid, 1889.

DIARIO PROGRESISTA