LUNES, 11 DE NOVIEMBRE DE 2013
PABLO IGLESIAS
El socialismo moderno, que debe su vida a la observación y al estudio
de los hechos, tanto económicos como políticos y sociales, después de descubrir
que el antagonismo de clases era la característica de las sociedades pasadas y
de la presente, averiguó también, fijándose en el desenvolvimiento de la
producción burguesa, que si bien ésta, guiada por un individualismo feroz,
lanzaba a la clase subyugada o productora en una miseria mayor que la sufrida
por los esclavos de otros tiempos.
Creaba, por otro lado, los elementos necesarios para excluir el último
término antagónico –la burguesía- y hacer posible la fraternidad humana.
De ahí que proclame como
aspiración principal la abolición de clases, o la emancipación de los
trabajadores.
El socialismo moderno ha visto que la esclavitud de los trabajadores no
es debida a su inferioridad intelectual, consecuencia precisa de su dependencia
económica, sino a hallarse desposeídos de los medios de producción y de las
primeras materias, que obran en poder de los dominadores, y por eso reclama que
lo mismo aquéllos que éstas sean propiedad de todos o se socialicen.
El socialismo moderno ha notado que la anarquía que reina en la
producción burguesa origina males sin cuento y esteriliza multitud de
esfuerzos, y tomando pie de esto pide la reglamentación social de la
producción.
Prueben que la abolición de clases no da al traste con los antagonismos
sociales; demuestren que siendo todos copropietarios de la tierra y demás
medios de producción puede existir la esclavitud económica y, por consiguiente,
la explotación de un hombre por otro; hagan ver que las crisis económicas, las
quiebras, los diversos conflictos que a cada paso surgen en el actual modo de
producción se presentarán igualmente en una sociedad donde la producción sea
reglamentada socialmente, y entonces podrán con razón tachar de deficientes las
doctrinas socialistas para resolver el problema de la miseria.
Cuando la burguesía derribó el Poder a la nobleza y al clero, ¿contaba
con una organización completa que supliera desde luego al régimen feudal?
¿Había determinado previamente las instituciones, los organismos, las fuerzas
que debían constituir la sociedad que representaban? Ni lo hizo ni lo podía
hacer.
En conclusión: el socialismo tendrá que resolver todavía –y eso no lo
negamos nosotros- cuestiones de más o menos interés para el definitivo triunfo
de sus ideales; pero lo esencial, el término del hambre, de la explotación y
del embrutecimiento de los seres humanos, lo tiene ya resuelto, pese a todos
los servidores y lacayos de la clase holgazana.
(Extractado de El Socialista, núm. 86, 28-X-1887, pp.1-2)
DIARIO PROGRESISTA