lunes, 27 de enero de 2014

Todos roban

LUNES, 27 DE ENERO DE 2014
PABLO IGLESIAS
La prensa y los partidos burgueses, afectando una honradez de que carecen, vienen ocupándose hace mucho tiempo, ante los repetidos desfalcos que se llevan a cabo en la Administración pública, de la necesidad de moralizar ésta.
Sin embargo, suben al Poder los conservadores y nada hacen de tanto como dicen; suben los izquierdistas, y los desfalcos continúan; gobierna el fusionismo, y los robos e irregularidades (como han dado en decir aquellos a quienes duele llamar ladrones a los que visten de frac o levita) aumentan extraordinariamente. Y lo mismo que éstos harán los demás partidos burgueses que no han logrado salir aún de la antesala del Poder, es decir, de las filas oposicionistas.
¿Cómo tomar en serio esos pujos de moralidad de unos y otros elementos burgueses, cuando la clase que actualmente domina se mantiene del robo y con el robo se enriquece?
¿Cómo han de proceder los Gobiernos contra quienes realizan desfalcos de importancia, si los individuos que forman parte de ellos, a más de ser los servidores de una clase que lo debe todo a la rapiña, tratan también de hacer lo que pueden, y unas veces legalmente y otras con apariencia de legalidad, cobran sus servicios improvisando fortunas escandalosas?
El Banco de España, el de la Habana, el Hipotecario, la Compañía Transatlántica, la de Tabacos, las de ferrocarriles y otros establecimientos de crédito por el estilo, ¿qué representan?, ¿qué son? Pues cuevas y nada más que cuevas de bandidos, donde se trama el modo mejor de desvalijar por completo a la clase productora y a los ladronzuelos que roban a ésta al por menor.
Y no hablemos de la Bolsa, de ese sitio donde se cotizan valores y que con sobrada razón pudiéramos llamar Centro o plaza de la flor y nata de los ladrones, pues allí van a quitarse unos a otros, apelando a toda clase de engaños, mentiras y estratagemas, lo que antes han arrebatado por medio de la violencia la pueblo productor.
Además, ¿qué le importa a la clase capitalista que sus servidores metan de cuando en cuando la mano en las arcas públicas? ¿Qué significa para ella la desaparición de unos cuantos millones? Sean sus abogados y defensores listos; sepan sujetar bien los brazos a la masa obrera para que no puedan rechazar el constante despojo que se le hace del fruto de su trabajo; métanla en cintura cuando, acosada por el hambre, pida algo de lo suyo, y aunque por ese servicio cobren o tomen los gobernantes una buena cantidad, a la burguesía no le dará cuidado. Pásale en esto a la clase poseyente lo que al patrono con los capataces o encargados de las fábricas: nada le importa darles buenos salarios y tolerarles infinidad de chanchullos, con tal que ellos obliguen a los obreros que están a sus órdenes a dejar en beneficio del industrial la mayor parte de su trabajo.
Por otra parte, si la clase explotadora vive, como ella misma dice, del negocio –hablando con propiedad, del robo- ynegocia con el hambre, la honra y la vida de los trabajadores, ¿por qué sus servidores (ministros, gobernadores, generales, etc, etc.) no han de negociar también vendiendo destinos, tomando parte en empresas representados por otros individuos, o procurando “desinteresadamente” que tal o cual contrato se conceda a ésta o a la otra Compañía? ¿Por qué, asimismo, los empleados que no ocupan puestos elevados, y por lo mismo les es difícil “negociar” sin correr riesgo alguno, no han de llevarse por delante, al presentárseles coyuntura, las cantidades que se les confían o parte de ellas? La moral burguesa, basada en la apropiación del trabajo ajeno, en la expoliación de los productores, debe ser igual para todos los que, de un modo o de otro, figuran en las filas de la clase parásita. Además, la ley escrita que condena a los que roban fuera del medio que ella permite es letra muerta si la cantidad robada es de cuantía o el que se la ha llevado dispone de recomendaciones o influencias.
Sería, pues, incomprensible que una clase compuesta toda –desde el tendero de comestibles y el industrial que explota a algunos obreros hasta el capitalista, incluyendo en ella también la alta burocracia-de gentes que viven del trabajo de los demás, quisiera impedir el robo y los desfalcos en la administración de sus servicios. Cuando más, lo que hará, y lo que hace, es castigar a los pequeños empleados que distraigan alguna cantidad insignificante; pero a los gordos, a los poderosos, jamás.
Quién extirpará de veras ese vicio social; quien logrará concluir con todos los ladrones, grandes, medianos y pequeños, y con sus auxiliares, es la clase robada, la clase a quien todos ellos han despojado un día y otro día de lo que con su esfuerzo ha producido: la clase trabajadora.
Pero esto lo conseguirá, no manteniendo en pie el actual orden de cosas, sino barriendo por completo las instituciones burguesas y estableciendo en su lugar un régimen social en que el consumidor, salvo en los casos de imposibilidad física, sea al mismo tiempo productor.
Así no podrá haber ni ladrones ni robados.
(El Socialista, número 94, 23-XII-1887, p.2)
DIARIO PROGRESISTA