Después de algo más de 30 años de democracia, la sociedad española es
más desigual que nunca. La brecha social es tal que sitúa a España muy lejos de
los países de su entorno, como Francia, Italia, o Portugal, y la asemeja a
Bulgaria y Lituania. El impacto de la recesión en el empleo y las políticas de
recortes sin concesiones han agravado una situación que el país ya arrastraba
desde lejos.
Texto publicado en 'Más desiguales', el número 2 de la revista
Cuadernos de eldiario.es. El número 3, 'Los partidos políticos se desmoronan',
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puedes encontrar la revista.
Ana Requena Aguilar - Madrid
16/10/2013 - 21:14h
España es uno de los
países más desiguales de Europa. AP/GTRESONLINE
Una de cada cinco
personas en España es pobre
La desigualdad en
España, en el nivel más alto de la democracia
Después de algo más de 30 años
de democracia, la sociedad española es más desigual que nunca. La brecha social
es tal que sitúa a España cerca de Bulgaria y Lituania. El impacto de la
recesión en el empleo y las políticas de recortes han agravado una situación
que el país ya arrastraba de lejos.
Cinco años de crisis, desempleo y recortes han hecho que en poco tiempo
la brecha social en España haya crecido mucho. Sin embargo, el récord español
de desigualdad lleva décadas forjándose. Informes y expertos señalan que
durante la época de bonanza económica, España tampoco fue capaz de reducir sus
niveles de desigualdad y pobreza. O lo que es lo mismo, nuestro modelo de
desarrollo no redistribuye la riqueza cuando crece; mientras que cuando se
colapsa se olvida de la lucha contra la exclusión social y empeora la brecha
social. "Nuestra desigualdad tiene un componente estructural importante
que la crisis ha agravado. Durante la época de bonanza algunos países
aprovecharon para reducir su desigualdad, pero nosotros no", explica Luis
Ayala, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad Rey Juan Carlos y
autor de varios informes sobre desigualdad. Un dato: durante los años previos a
la crisis, cuando España crecía entre un 3% y un 4% al año y el empleo hacía lo
propio, la tasa de pobreza apenas se movió.
Lucía Vicent, investigadora de Fuhem Ecosocial, asegura que el triunfo del modelo
neoliberal ha hecho que durante años se haya alentado el desmantelamiento de
los servicios públicos y la pérdida de legitimidad de las políticas públicas,
lo que, en el fondo, implicaba favorecer el aumento de las brechas sociales.
"En tiempos de la bonanza económica nos hicimos más vulnerables para
llegar a esta situación. Un diagnóstico interesado de la crisis ha ocultado que
en las últimas décadas la sociedad se ha ido polarizando y que la desigualdad
creció ya en los años anteriores. De hecho, esa creciente desigualdad ha sido
determinante para que la crisis se haya dado aquí con tal intensidad",
dice Vicent.
Ya durante la recesión, la desigualdad en España ha crecido de forma
fulgurante: el índice de Gini –que sirve para medir la brecha social– aumentó
casi un 10% solo en los dos primeros años de crisis. La recesión habría
supuesto, por tanto, un efecto regresivo sin precedentes sobre la distribución
de las rentas, que se suma a los datos mediocres que ya lastraban al país.
Una economía poco
competitiva
La estructura productiva de España es en buena parte responsable de
nuestras desigualdades: una economía poco competitiva, que genera muchos
puestos de trabajo de mala calidad y en sectores de baja cualificación. Una vez
que los empleos se destruyen, cientos de miles de trabajadores poco formados y
con unas prestaciones de desempleo limitadas se ven en la calle. En el otro
lado, se encuentran un mercado laboral y un sistema educativo incapaces de
ofrecer ni un reciclaje adecuado ni nuevos nichos de trabajo donde insertarse.
"Tenemos una estructura todavía muy centrada en baja tecnología,
empeñada en competir a base de salarios bajos y que crea poco empleo estable,
algo que nos ha diferenciado de otros países", apunta Ayala. Para Lucía
Vicent, el modelo de crecimiento español se ha basado en una burbuja
inmobiliaria, residencial e industrial, que ha fomentado empleos "con una
volatilidad muy alta" y que no ha estimulado la inversión productiva.
La otra cara de ese modelo productivo es el mercado laboral, donde se
han gestado o ensanchado parte de las desigualdades. "Desde el momento en
que para la mayoría de los hogares las rentas salariales son la principal
fuente de ingresos, lo que sucede en el mercado de trabajo afecta mucho a la
mayor parte de la población, tanto en el presente como en el futuro, porque
condiciona también las prestaciones futuras", explica Coral del Río, profesora
de Economía Aplicada en la Universidad de Vigo. Las recetas que se han aplicado
en los últimos años no han ayudado a mejorar la situación: las reformas
laborales han abaratado el despido, flexibilizado las condiciones de
contratación y debilitado la negociación colectiva.
Una de las consecuencias más llamativas de ese modelo de crecimiento
que funcionaba como una máquina de generar empleo precario ha sido el aumento
de los trabajadores pobres, es decir, de las personas que, a pesar de tener un
empleo, no tienen ingresos suficientes para satisfacer las necesidades básicas
y rozan la exclusión social. La tasa de pobreza laboral ha pasado del 10,7% en
2007 al 12,7% en 2012. "Hace 20 o 25 años, cuando se hablaba de
trabajadores pobres no se consideraba una problemática importante dentro del
contexto europeo, pero ahora ya no es así, ya no podemos decir que estamos
protegidos ante la pobreza laboral. Ahora hay bolsas importantes de
trabajadores con salarios que no son suficientes para superar el umbral de pobreza",
señala Del Río. España se sitúa, según los últimos datos disponibles, como
tercer país de la Unión Europea con mayor índice de trabajadores en hogares
pobres, solo superada por Rumanía y Grecia.
Trabajar y ser pobre
Un informe de la Fundación Primero de Mayo de CCOO alertaba hace unos
meses de que, además del aumento cuantitativo de la pobreza laboral, preocupa
también el incremento cualitativo: los trabajadores que ya eran pobres lo son
ahora aún más.
¿Por qué? Coral del Río insiste en que el modelo de crecimiento
español, ligado a la construcción y a servicios de poca cualificación y bajas
remuneraciones, tiene parte de la responsabilidad. Pero, sobre todo, la alta
temporalidad y la poca incidencia de las prestaciones sociales en un momento en
el que el paro y la precariedad se han desbocado.
El estudio de la Fundación Primero de Mayo apuntaba varios factores
clave que aumentan el riesgo de pobreza laboral: el trabajo por cuenta ajena,
la temporalidad, la inestabilidad y el trabajo a tiempo parcial. De los 3,5
millones de empleos que se han destruido desde 2007, 2,2 millones eran
temporales, cuyas indemnizaciones por despido son muy inferiores a las de los
contratos indefinidos. La elevada rotación en estos empleos hace que muchos
trabajadores ni siquiera acumulen derecho a cobrar prestaciones ni adquieran
formación en sus puestos.
Los contratos a tiempo parcial son también una fuente de desigualdad
que sufren especialmente las mujeres. Hace poco, el propio Tribunal
Constitucional consideró que la forma en la que la Seguridad Social calcula las
cotizaciones de los trabajadores a tiempo parcial es discriminatoria a la hora
de acceder a una pensión. La sentencia declara que este sistema de cómputo es
inconstitucional "tanto por lesionar el derecho a la igualdad como
también, a la vista de su predominante incidencia sobre el empleo femenino, por
provocar una discriminación indirecta por razón de sexo".
En 2011, la tasa de trabajo a tiempo parcial era del 23,5% en las
mujeres y del 6% en los hombres. Aunque en España este tipo de ocupación es muy
inferior al resto de países de Europa, en los últimos años esta fórmula ha
crecido alentada por las reformas laborales. Los datos muestran que la mayoría
de trabajadores –hombres y mujeres– no desean estos contratos, "lo que
demuestra que las condiciones son claramente peores que en otros países",
apunta Del Río.
Las cifras también dicen que, en el caso de las mujeres, se ven
obligadas a aceptarlos, sobre todo, porque tienen que encargarse de las tareas
de cuidados. "Es la consecuencia de la falta de un sistema de bienestar
que no da servicio a la dependencia, y las consecuencias para las mujeres son
tremendas", subraya la economista.
Ricos y pobres
El informe Foessa 2013 constata un deterioro de las rentas de los
españoles desde 2007 como consecuencia de la caída de ingresos y del aumento
del coste de la vida: en cinco años, la renta disponible de los hogares ha
bajado más de un 10%, una caída "considerablemente más pronunciada"
que la registrada en la mayoría de los países de la Unión Europea.
"Tenemos unas desigualdades salariales altas. Comparados con otros
países, la desigualdad entre la parte baja y la media de los salarios no es
especialmente diferente, pero las distancias entre la parte media de los
salarios y la parte alta es muy elevada. Es decir, en España tenemos bastante
movilidad salarial entre la parte baja y media de la tabla salarial, que está
relacionada sobre todo con la eventualidad laboral. Sin embargo, la movilidad
desde los salarios medios a los altos es muy difícil de conseguir, mucho más
que en otros países", explica el catedrático de Economía Aplicada Luis
Ayala.
La desigualdad es mayor en el caso de las mujeres, que siguen cobrando
de media un 16,2% menos que los hombres. En 2012, el salario medio por hora a
precios corrientes de los hombres fue de 11,75 euros y 9,98 euros para las
mujeres. La segregación ocupacional –una tendencia que hace que hombres y
mujeres trabajen en sectores y ocupaciones diferentes– explica parte de esta
diferencia. Varias expertas han constatado que en los sectores feminizados,
como los cuidados o la dependencia, los salarios tienden a ser más bajos que
los sectores con fuerte presencia masculina, lo que sugiere una devaluación
social del trabajo de las mujeres.
Por otro lado, aunque la brecha se produce tanto en el salario base
como en los complementos, varios informes señalan que es en estos últimos donde
las diferencias se ensanchan aún más. Las consecuencias de esta discriminación
se dejan sentir en el tiempo, y hace que las mujeres generen peores
prestaciones y pensiones, hasta el punto de que el riesgo de pobreza es mucho
mayor entre las mujeres mayores de 65 años que entre los hombres de la misma
edad.
Distancia entre rentas
El hundimiento de las rentas ha sido mayor entre la población con
rentas más bajas: desde 2006, sus ingresos han caído un 5% en términos reales
cada año. En estos años, la distancia entre la renta del 20% de la población
más pudiente y el 20% de la población más desfavorecida ha crecido un 30%.
El informe Foessa señala que esta ampliación de las diferencias entre
los extremos de la distribución de la renta confirma "la mejora relativa
de los hogares más ricos y el drástico empeoramiento de los hogares más
pobres". Desde que hay datos disponibles nunca se había experimentado un
aumento tan importante de la desigualdad de rentas. "No solo han caído los
salarios, sino la capacidad económica real de los hogares debido a la congelación
de las pensiones, al aumento de precios, el IVA, los recortes... El resultado
de esa ecuación es que la situación de los hogares ha empeorado y cuanto más
pobres eran ya los hogares, más ha empeorado su situación. Un recorte de becas
supone que una familia que antes no tenía que pagar los libros de sus hijos o
el comedor escolar ahora sí lo tienen que hacer y son gastos familiares de
mucho peso", asegura Gaby Jorquera, de la Red Europea de Lucha contra la
Pobreza y la Exclusión Social en el Estado Español (EAPN).
El número de hogares con todos sus miembros en paro ha crecido
incesantemente estos años y ya son casi dos millones, el 11% de los hogares.
Por otro lado, el aumento del paro de larga duración (las personas que llevan
buscando un empleo más de un año), es otro de los elementos que ha diferenciado
a España del resto de países. Este desempleo de largo plazo amenaza con
enquistarse. Hay varios motivos que hacen que este indicador sea especialmente
malo: implica que buena parte de estas personas ya no cobran prestación, y que,
según la tendencia general, a mayor tiempo en el paro, menos probabilidad de
reinsertarse tiene una persona.
¿Cómo compensar las
desigualdades?
Un informe de la Fundación Alternativas señala tres pilares básicos
para compensar las brechas sociales y garantizar la igualdad de oportunidades:
la educación, la sanidad y las pensiones. Precisamente, los tres soportan desde
2010 el peso de los recortes.
"Para corregir las desigualdades tendría que haber una capacidad
compensatoria del sector público que no hay, es más, la hay en menor medida de
lo que correspondería a nuestro nivel de riqueza como país", asegura
Ayala. El gasto social por habitante en España es menor que otros países con
niveles de renta más bajos, como, por ejemplo, Portugal, y está muy lejos del
de Alemania, Francia, Irlanda o Noruega.
La investigación de la Fundación Alternativas asegura que el gasto
sanitario "beneficia en gran medida a los grupos sociales más
desfavorecidos y de forma considerable a las clases medias". Apunta
también que el gasto farmacéutico y el de atención primaria son cruciales, ya
que "contribuyen en mayor medida a la progresividad de este gasto".
Precisamente, en los últimos años se ha puesto en marcha el copago
farmacéutico, varias comunidades autónomas han cerrado o reducido el servicio
de los centros de atención primaria y son frecuentes los conciertos para
privatizar la gestión de algunos servicios. Los autores concluyen que cuando la
gestión de centros sanitarios o educativos se transfiere al sector privado
"se aumentan las desigualdades".
"El crecimiento del coste de acceso a servicios básicos hará que
esta sea una sociedad cada vez más desigual. Las política sociales tienen
efectos preventivos sobre la desigualdad y la pobreza, así que el rumbo
contrario implica que estas se enquistarán en la sociedad y será más difícil
combatirlas y sacar a la gente de la exclusión social", subraya por su
parte la investigadora de Fuhem Lucía Vicent.
El sistema tributario tampoco es suficientemente redistributivo:
durante la bonanza ha tendido a reducir tipos impositivos, mientras que en la
crisis se han subido impuestos indirectos como el IVA. "El sistema fiscal
ha pasado a cumplir objetivos meramente recaudatorios y no se ha ido a
fortalecer su carácter redistributivo y de corrección de las
desigualdades", asegura Luis Ayala.
Un sistema de protección insuficiente. Mientras la tasa de paro ha
tocado su récord, el 27,1%, el sistema de cobertura de las prestaciones por
desempleo está en el 63%, su registro más bajo de los últimos años. Los
requisitos para acceder a muchas prestaciones han aumentado y su cuantía ha
disminuido.
"Todos los países tienen una última red, un sistema de garantía de
ingresos para las personas que hayan agotado todas las prestaciones",
señala el catedrático. En España, el último colchón lo proporcionan las
comunidades autónomas y lo hacen de forma desigual. Son muchas las
organizaciones que piden una renta mínima de ciudadanía que sostenga a las
familias. "Sería una medida de igualdad y corregiría el aumento de la
brecha", dice Gaby Jorquera, de EAPN.
Por otro lado, uno de los mantras que el Gobierno ha repetido ante los
recortes es que la mejor política social "es el empleo". Los expertos
lo desmienten: "Todas las fuentes de desigualdad se están acrecentando y
el futuro es complicado. No podemos afirmar que cuando nos recuperemos estas
pérdidas se van a compensar. Recuperar el empleo no es recuperar el
bienestar", dice tajante Ayala.
Jorquera confirma esta tesis. "No solo va a haber un aumento de la
pobreza, sino una profundización en ella. Cada vez será más difícil recuperar a
las personas que caen en la exclusión social, además hay un empobrecimiento
general de la sociedad", asegura. Y concluye: "Si empezáramos a hacer
las cosas de una forma distinta, este problema de desigualdad y pobreza
mejoraría. La pobreza no es una catástrofe que no puedes controlar, es un
fenómeno humano totalmente controlable".
El diario.es