JUEVES, 17 DE OCTUBRE DE 2013
MARTU GARROTE
Desde que desgobierna España el Partido
Popular, hemos aprendido que siguen a rajatabla la filosofía contenida en aquel
poema que se atribuye a Bertolt Brecht, pero realmente no es de él sino de otro
alemán Niemöller: "Primero vinieron a por los comunistas y no dije nada
porque yo no era comunista. Luego vinieron a por los judíos y no dije nada
porque yo no era judío. Luego vinieron por los sindicalistas… Luego vinieron a
por mí, pero, para entonces, ya no quedaba nadie que dijera nada"
No sé si primero, pero
desde luego, desde el principio, el Gobierno de Rajoy ha ido a por los
funcionarios, no sólo congelándoles el sueldo cuando no bajándoselo,
tampoco reduciendo su número a costa de no cubrir las jubilaciones o bajas,
sino también criminalizándoles, acusándoles de trabajar poco, de disfrutar de
bajas por enfermedad fraudulenta y de ser los responsables del tremendo déficit
público de España.
Después, o a la vez,
fueron a por los trabajadores por cuenta ajena, con una Reforma Laboral que les
dejaba desprotegidos frente a los patrones, que les impedía luchar por sus
derechos, por sus salarios, por la seguridad en sus condiciones de trabajo.
Una contrarreforma laboral, más bien, que permite a un empresario despedir a
trabajadores antiguos a precio de saldo y contratar en su lugar por la mitad a
nuevos empleados hasta con un año de periodo de prueba.
No se olvidaron de los
sindicalistas, también en su Reforma Laboral se eliminaba la fuerza de los
Convenios Colectivos al eliminar la ultra eficacia de los mismos reduciendo con
ello la capacidad de los representantes de los trabajadores, de los sindicalistas,
de negociar mejoras para sus representados. Pero no se contentaron
con eso, pusieron a trabajar a toda su maquinaria mediática para convencernos
de que los sindicatos son nidos de golfos que viven de las subvenciones
públicas y que no hacen nada por el bien común, algo tan alejado de la realidad
que me resulta increíble que haya calado en unos españoles cada vez más
desesperados y desconcertados.
Después pretendieron
atajar el despilfarro en Sanidad y para ello criminalizaron a los enfermos, acusándoles
de gastar mucho en medicamentos o tratamientos de rehabilitación o prótesis y
por ello instauraron el copago en todo lo que necesitaban para hacer frente a
su enfermedad con dignidad: transporte médico no urgente, sillas de
ruedas, productos dietéticos para enfermos de cáncer… Pero no satisfechos con
ello también nos subieron el precio de los medicamentos a todos y aprovecharon
para sacar de la lista de aquellos que son cofinanciados por el Sistema Público
de Salud de muchos de ellos. Y ya por último han tomado la cruel medida de
cobrar parte del tratamiento en la farmacia hospitalaria, es decir, en
medicamentos contra el cáncer o la diabetes.
Las mujeres fueron otro
de sus principales objetivos llegando a acusarlas de ser las causantes del paro
por su incorporación en el mercado de trabajo y de acabar con la familia como
dios manda, como ellos la entienden. Han expulsado de los programas
de reproducción asistida a las lesbianas y a las mujeres solas, las que no
acuden del brazo y tutela de un varón. También han decidido que no están
preparadas para decidir sobre su sexualidad, sobre su propio cuerpo y cómo y
con quién lo disfrutan y mucho menos sobre su maternidad.
Cuando creíamos que no
serían capaces fueron a por los pensionistas, algo que era sagrado en nuestro
país, más aún desde los Pactos de Toledo. Han bajado las pensiones
desde hoy mismo y para siempre al fijar una subida máxima de las pensiones de
un 0,25% y no como venía siendo hasta ahora relacionada con el Índice de
Precios al Consumo. Si unimos esto a la elevación de la edad de jubilación, la
subida en los años que cuentan para el cálculo de la pensión final y de la
cotización necesaria para alcanzarla, tenemos un futuro de ancianos pobres por
delante.
Ahora le toca el turno
a los parados. El viernes, la vicepresidenta del Gobierno, Soraya
Sáez de Santamaría, mintió al asegurar que había 500.000 parados que
defraudaban al cobrar la prestación o el subsidio de desempleo, cuando la cifra
real de sancionados es de unos 5.300. La razón de este ataque tan cruel como
gratuito no está en un error de la popular sino en una búsqueda intencionada de
fijar un nuevo objetivo en los recortes austericidas de la derecha, los
parados. Tienen en mente una reforma que reduzca tanto el tiempo como el
importe de la prestación por desempleo, ya hay tambores de guerra que hablan de
dos meses por cada año trabajado, en lugar de cuatro, como ahora, una reducción
del 50% y con un máximo de doce meses y no dos años como en la actualidad.
Hasta ahora han hecho lo que han querido, han mermado los derechos de
cada colectivo que se les ha antojado bajo la excusa del déficit, el control
del gasto, la deuda y demás mantras de la derecha, pero lo cierto es que
ninguna de sus reformas ha dado resultado: ni se ha reducido el paro sino
que se ha incrementado en casi dos millones de españoles, ni se ha controlado
el gasto sino todo lo contrario, la deuda pública está cercana al 100% del PIB,
ni se ha incentivado la economía, ni el consumo interno, ni fluye el crédito,
ni las familias reciben estímulo alguno, ni vemos la luz al final del túnel, ni
tan siquiera un mísero brote verde se pongan como se ponga.
Hasta ahora digo, porque está en
nuestra mano no seguir consintiendo, no desmoralizarnos y pensar que todo da
igual, que todos son iguales, que no hay otra cosa que hacer y que nadie podría
actuar de otra manera. Podemos pensar que tenemos una herramienta poderosísima
en nuestras manos, el voto. La próxima vez no nos quedemos en casa, no pasemos
de la democracia, no dejemos que otros tomen nuestras decisiones.
DIARIO PROGRESISTA