martes, 8 de enero de 2013

ETICA Y ESTETICA DE LOS POLITICOS

Martes, 08 de Enero de 2013 08:33 José Angel Marcelo de Aza Decir que todos los políticos son corruptos, sería tan injusto como aseverar que todo aquél que no va los domingos a misa, está abocado inexorablemente a arder en perpetuidad en el fuego de los infiernos. La política, definida por Aristóteles como la toma de decisiones para la consecución de los fines de un grupo ideológico, ha sido desde lo más atávico de la condición humana, un ejercicio de voluntades cuyo objetivo último es hacerse con el poder. Y sabido es que quien detenta el poder, se considera legitimado para dictar las normas y leyes que determinan la obligatoriedad para todo el conjunto de ciudadanos, de seguir las exigencias dictadas en las disposiciones de quien lo detenta. La vieja España, ése país singular en el que nos ha tocado vivir, repleto de amores, odios, venganzas y pasiones, a lo largo de su longeva historia ha conocido de todo: absolutismos, autocracias, liberalismos, dictaduras fascistas, socialismos y conservadurismos. Y salvo excepciones, no es posible decir que los españoles nos podamos sentir orgullosos de aquellos que, a lo largo de los tiempos nos han gobernado. ¿Alguien se imagina como sería la España actual, si en los tiempos donde el sol nunca se ponía, la ingente cantidad de riquezas llegadas de allende los mares, se hubiesen destinado a industrializar y culturalizar a los habitantes del país, en vez de malgastarlas en sueños imperiales caminando hacia Dios?... Pero como volver la vista atrás no sirva para nada, salvo para reconocer los errores en los que no se debería volver a caer, voy a ceñirme en mi personal visión de lo que políticamente acontece en los últimos tiempos en esta vieja amiga, amada y odiada llamada España, que con sus ilusiones últimamente perdidas y sus ubres estrujadas reclama confianza, abrazos de esperanza y tiempos mejores. Cuando murió el sátrapa Iscariote nerudiano que nunca debió existir, coautor de una guerra fratricida y cuarenta años de dictadura fascista, que marcó uno de los periodos más negros de la Historia de España, la ilusión renació en la inmensa mayoría de los españoles de bien: Por fin llegaba la tan ansiada democracia. Y sería de justicia reconocer que, Adolfo Suárez González, "tahúr del Mississippi" para alguno, infame traidor para otros que no se resignaban a perder privilegios y postrero héroe para la inmensa mayoría tras el 23 de febrero de 1981, jugó un papel tan importante que sin él, y otros tantos, la democracia no hubiera sido posible. Las Elecciones Generales de 1977 marcaron un hito histórico en la moderna Historia de España: La UCD de Suárez ganó los comicios. El PSOE de Felipe González se convirtió en el primer partido de la oposición, mientras Fraga lideraba en Alianza Popular a la derecha más pura y Santiago Carrillo ejercía, ¡por fin, libre de cuernos y rabo! el liderazgo del PCE. Acababa de nacer en España la nueva democracia. Con aquellas elecciones desembarcaron la mayor parte de los políticos contemporáneos. Los restos del franquismo recalcitrante encontraron su acomodo en la caverna blaspiñarista de la extrema derecha. Los tecnócratas de la derecha postfranquista civilizada, recalaron principalmente en UCD y AP, mientras las fuerzas vivas de la izquierda antifranquista buscaron su acomodo en las filas del PSOE y del PCE. Probablemente estos viejos y nuevos demócratas, vinieron casi todos ellos cargados de sanas ideas y nuevas ilusiones, acordes con sus ideologías aunque no todo fuese oro en aquello que relucía. Lo malo llegó después. El asentamiento del proceso democrático, con el tiempo, trajo consigo la aparición de una nueva figura: El arribista. Vulgarmente conocido como "trepa" el arribista se reprodujo en los distintos partidos como se reproducen las esporas de los hongos. Carentes de escrúpulos, estos individuos no dudaron en usar medios poco éticos con tal de lograr obtener lo que querían en la vida, agotaron todas las instancias para alcanzar sus objetivos personales predeterminados, aunque ello supusiese poner en entredicho el crédito de su grupo ideológico. En su intento de tocar poder sin valorar si los medios utilizados para ello eran o no éticos, la creciente presión de estos individuos por destacar en el ámbito político y así poder acceder a privilegios inmerecidos, se convirtió en una pandemia donde los valores morales no tenían cabida alguna. En líneas generales para el arribista, o trepa, esa aprobación política compensaba el sentimiento de inferioridad que les generaba frustración en sus actividades personales o laborales, pues suelen ser seres anodinos y oscuros, más perceptibles cuanto más bajo es el poder al que aspiran, de intelecto sólo aplicable a lo perverso, fracasados profesionalmente en su gran mayoría cuando no en paro, que no encuentran otra salida a su triste sino, distinta al peloteo y adulación de aquellos abanderados que pueden proporcionarle inmerecidas prebendas. Ambiciosos y de poco potencial humano, manifiestan unas pretensiones desmedidas para su trayectoria profesional sin correspondencia con su potencial real. Todos podríamos dar nombres puesto que a muchos los conocemos: Seres inicuos que se han convertido en el cáncer y descrédito de la democracia actual. Individualistas, ocultistas, reservados y egoístas, trabajan de forma individual en provecho propio mostrándose como autosuficientes sin llegar a serlo, puesto que individualmente poco valen y no reconocen en público la labor de aquellos de los que han obtenido sus conocimientos, atribuyéndose en muchos casos habilidades y méritos que les son ajenos. EXTREMADURA PROGRESISTA