lunes, 16 de diciembre de 2013

Nuestra burguesía


LUNES, 16 DE DICIEMBRE DE 2013

PABLO IGLESIAS 

Lo hemos dicho muchas veces. Ningún país tiene una burguesía tan inepta como España. Ni de las colonias ni del privilegiado suelo de la Península ha sabido obtener los inmensos beneficios que otra, menos torpe, habría sacado.

Escasa de instrucción, dominada por la rutina, sin el don siquiera de imitar lo bueno que se ha hecho en otras naciones, apenas ha entrado en la esfera de la producción moderna, viendo sumamente atrasada lo mismo su industria que su agricultura.

 En vez de cruzar el país de vías férreas, de multiplicar las líneas telegráficas, de canalizar sus ríos, de repoblar sus montes y de fomentar la enseñanza en general, y la primaria en particular, muéstrese perezosa y descuidada, hace el pavo real recordando hechos de nuestra historia, muchos de los cuales no tienen nada de prestigiosos, y sólo aspira a vivir de los préstamos que hace el Estado.

Como es natural, sus hombres políticos están a la altura de ella. Ni tienen previsión, ni conocimientos, ni iniciativas. Supliendo esas buenas cualidades con una charla infecunda y con una cínica osadía, de lo que menos se cuidan es de desarrollar la riqueza del país –que es donde está la regeneración de éste- y a lo que más atienden es a escalar los principales puestos del Estado y a procurar su medro personal.

Pásese revista a la mayor parte de los políticos burgueses; compárese su modesto origen con la posición fastuosa que hoy ocupan en la sociedad, y se hallará la prueba de lo que decimos. El trabajo, el simple trabajo, por muy remunerado que sea, no permite a nadie en el régimen social presente llegar a millonario.

 Con tal burguesía y con tales políticos no puede sorprender a nadie que España se haya visto envuelta en una guerra con los Estados Unidos; es decir, con el país más poderoso del mundo.

 ¿Qué habríamos dicho de un niño de tres años que hubiera desafiado o aceptado el desafío de un hombre de dos metros de altura, joven y robusto? Que era una locura

 Pues esa locura la han cometido nuestros burgueses y sus representantes políticos al no evitar –que medios había para ello- la lucha con la República norteamericana.

 No tuvieron en cuenta el inmenso poder económico de aquel pueblo; no se hicieron cargo de que la riqueza es la que da hoy la medida del vigor y de las energías de una nación, y ahora tocan y nos hacen tocar a todos las consecuencias de tan tremenda torpeza.

 ¿Y es esa burguesía y son esos hombres políticos los que califican de insensatos, de utopistas y de soñadores a los socialistas por los ideales que sustentamos, por las reformas que pedimos y por la táctica que empleamos? ¡Insensatos y soñadores ellos1!

 Por vivir en la realidad, los socialistas defendimos antes de declararse la guerra soluciones que podían evitarla.

 Por vivir en la realidad, sostuvimos los socialistas, cuando iba a estallar el conflicto, que debía conjurársele a toda costa.

Por vivir en la realidad y ver confirmados nuestros augurios apenas comenzó la lucha, abogamos calurosamente los socialistas por la paz.

Por vivir en la realidad, por estar convencidísimos de los muchos daños que la guerra había de producir, no hemos cesado los socialistas, haciendo cara a los insensatos de todas clases, de reclamar la paz.

 Y a la paz llegamos; y a la paz la quieren hoy la burguesía y todos los hombres políticos, salvo muy contadas excepciones.

¿Quiénes estaban en lo cierto? ¿Quiénes han mostrado más reflexión, más juicio y más cálculo? No han sido los burgueses, ni los gobernantes por ellos elegidos; hemos sido los socialistas.

Los socialistas, combatiendo la guerra antes de ser declarada, y defendiendo la paz desde el instante en que estalló la lucha, miraron cual les corresponde por los intereses de la clase trabajadora, pero a la vez, y aunque indirectamente, procuraron también por los intereses de la burguesía.

Sí; se ha dado el caso raro de que los socialistas hayan tenido que defender, contra la conducta de la clase directa, no sólo los intereses de los proletarios, sino los de ella misma.

Tal es el estado mental de nuestra burguesía; estado mental que, si no se modifica, hará sufrir a nuestro país nuevas calamidades y dificultará la evolución económica a cuyo término está el triunfo del socialismo revolucionario.

Publicado en El Socialista, de fecha 7-III-1898

DIARIO PROGRESISTA