martes, 24 de diciembre de 2013

Síntoma grave


DOMINGO, 22 DE DICIEMBRE DE 2013

PABLO IGLESIAS 

El tremendo desequilibrio que existe hoy entre lo que produce y lo que consume la clase trabajadora, está haciendo en todas partes cada vez más crítica y angustiosa la situación de los trabajadores.

En efecto, a la par que los parásitos, los que compran por 2 la fuerza de trabajo que produce 4 ó 6, se hacen millonarios y enriquecen, los asalariados, por consecuencia de semejante despojo, se ven unos sometidos a la más dura y terrible explotación, y se encuentran otros envueltos en la mayor miseria y muertos de hambre, por carecer de trabajo. El número de éstos asciende considerablemente de día en día.

 Nuestro país, digan lo que quieran Moret y otros economistas de su calaña, nada tiene que envidiar, cuanto a crisis económica, a otros países. Ahí está si no para demostrarlo la región andaluza, también con muchos miles; la gallega, con su atroz miseria y su extraordinaria emigración, y Madrid, Granada, Valladolid, Zaragoza, Burgos, Béjar y otras muchas poblaciones, donde el hambre, literalmente el hambre, se ceba en multitud de trabajadores, que ni en su oficio ni fuera de él, y en cualquier condición que sea, logran encontrar quien los alquile.

 Pero semejante estado, de consecuencias graves y tristes para la clase productora, encierra un serio peligro para el orden burgués que le ha engendrado. Esa masa obrera que la clase explotadora no necesita, o que se vale de ella solamente para mermar el salario a la que trabaja, ¿se estará quita? ¿Se encerrará en los zaquizamíes en que vive? ¿Recorrerá las calles silenciosamente? ¿Se dejará morir por inanición? Imposible. Eso lo harán acaso 30,50 ó 100 obreros; pero los demás, los miles y millones de seres que no tienen pan porque otros se lo han arrebatado, no pueden morir de ese modo, máxime cuando en ellos ha penetrado la luz de las ideas socialistas, y por las mismas saben perfectamente que carecen de todo, no porque la producción sea escasa, sino porque, siendo abundante, su distribución no es ni justa ni equitativa.

 Las recientes manifestaciones de los obreros sin trabajo en Londres confirman nuestro pensamiento. No se avienen, no se conforman a sufrir con resignación los tormentos del hambre y las angustias de la miseria, mientras los causantes de ella engullen a dos carrillos y viven en medio de las mayores comodidades. Al contrario, reconociendo que su quietud y su pasividad pueden perjudicarles extraordinariamente, se conciertan, llevan a cabo imponentes manifestaciones y de un modo enérgico y amenazador reclaman de los que tienen acaparado lo que ellos han producido medidas y soluciones que les faciliten medios de vida.

 Y esa actitud en que se ha colocado el proletariado inglés que carece de trabajo la adoptarán necesariamente los demás obreros de Europa y América que se encuentran en idéntica situación que aquél.

 No importa que, como en nuestro país, en Valladolid, Barcelona y otras localidades, los obreros sin ocupación, influidos por falsas ideas y añejas costumbres, salgan todavía a la calle a pedir limosna. Eso desaparecerá pronto, y en vez de tender la mano e implorar en nombre de Dios un pedazo de pan o una pieza de cinco céntimos, los obreros sin trabajo, ayudados por todos los que sufren las iniquidades del taller, enseñarán sus puños a los ladrones de la riqueza y, caso de que esa demostración no fuera bastante a obligar que les entreguen una parte de lo que les han arrebatado, los dejarán caer sobre ellos y desbaratarán para siempre el sistema social que gira sobre el eje de la explotación.

 El síntoma que dejamos señalado es, pues, verdaderamente grave para la burguesía, porque amenaza su existencia como clase, e importante y trascendental para la causa del socialismo. O la burguesía se decide, si quiere vivir algo más, a aplacar el hambre que sufren los obreros sin trabajo, o el Partido Socialista, dando conciencia y unidad a todos esos hambrientos, hará que se apoderen por la fuerza de todo, absolutamente de todo cuanto a ellos y a los demás trabajadores les han arrebatado por la astucia y la violencia los poseedores del capital.

(El Socialista, núm. 92, 9-XII-1887, pp. 1-2) 

DIARIO PROGRESISTA