lunes, 21 de octubre de 2013

El derecho de insurrección


LUNES, 21 DE OCTUBRE DE 2013

PABLO IGLESIAS 

 Resulta, sin embargo, un hecho notable que puede servir para tranquilizar a los burgueses, y que a nosotros nos es conveniente por ahora; es a saber: que nosotros no hablamos del derecho de insurrección.

Antes al contrario, nosotros, al dirigirnos a la clase trabajadora, al dirigirnos a nuestros hermanos, les decimos que a su sangre vale mucho, que no viertan una sola gota mientras no estén todos unidos y compactos, con plena conciencia de sus derechos, a fin de que cuando llegue la ocasión de derramarla sea con provechoso fruto; pero que no la estén derramando todos los días para que algunos vampiros vivan con ella.

 Por eso entre nosotros, aquellos que tienen más influencia, recomiendan la calma, y dicen: “hay mucho que hacer todavía, hay mucho que organizarse antes de ir a esa lucha: lucha fatal, hay muchos que organizarse antes de ir a esa lucha: lucha fatal, inevitable; pero cuyo momento no lo determinaremos nosotros, sino que lo determinarán los hechos económicos o políticos, el desequilibrio entre la sociedad que explota y la sociedad que es explotada; por eso lo que hace falta es prepararnos para que cuando llegue la ocasión, cada cual esté dispuesto a cumplir con su deber…

Algo he indicado ya de esto: el industrial y toda la clase productora no responden a un fin social: no vienen a producir con arreglo y con sujeción a las necesidades de la sociedad, sino que cada industrial se preocupa únicamente de su exclusivo interés. De lo que cada uno trata es de llegar el primero al mercado, no de producir de una manera científica y razonada; así que, por ejemplo, a un fabricante de calzado no le asusta arrojar de una vez sobre el mercado dos millones de botas o zapatos; al contrario, si puede hacerlo lo hace, porque está en la creencia de que así va a arruinar a sus competidores y realizar su ganancia.

 Lo mismo hace el que fabrica sombreros u otros productos; ¿qué resulta? Que no habiendo cálculo en la producción ni en la oferta, el mercado se obstruye, la producción no tiene salida, porque hay un exceso de producción relativo. Digo relativo, porque este exceso de producción no resulta comparado con las necesidades naturales de los obreros, sino con las que únicamente eles permite hoy satisfacer la sociedad burguesa, que tiene en su poder el capital social. Ese exceso de producción llena el mercado, y estando el mercado lleno de productos, se mueren los obreros por falta de trabajo y por falta de recursos.

 

 Pero aquí no sufren solamente los trabajadores, sino la misma clase dominante; aquí se arruinan una porción de industriales: naturalmente, los más pequeños, porque esto podemos compararlo con una batalla naval, en que luchan barcos acorazados con barcos de madera, y en la que, como es consiguiente, los de madera se van a pique. Esta crisis no desaparece hasta que se pierden muchos productos o se dan a un precio bajísimo, siendo las consecuencias más terribles para la clase obrera la desaparición de muchos de sus individuos: porque, señores, aunque no se los ve morir por las calles, no por eso es menos cierto que la mortalidad crece; como que esos infelices trabajadores, si antes hacían tres comidas, empiezan por reducirlas a dos, más tarde a uno, y acaban por sucumbir.

Esta es la consecuencia de la crisis respecto de los trabajadores y respecto de la clase que domina; y aquí tenéis otro hecho que prueba que los intereses de ambas clases no son armónicos, sino contrarios.

 Extractado de Informe ante la comisión de Reformas Sociales de 11 de enero de 1885 (Reformas Sociales, tomo I. Información oral. Madrid, 1889)

DIARIO PROGRESISTA