VIERNES, 23 DE NOVIEMBRE DE 2012 MANUEL MATA
Resulta aleccionador releer las
resoluciones políticas del XXVII y XVIII Congresos del PSOE, cuando había un
"Programa Máximo" y se hablaba de un modelo de sociedad futura, al
que se aspiraba, en que los trabajadores fueran los dueños de los medios de
producción y se definía la sociedad capitalista como algo a superar. Solo han
pasado treinta y cinco años. Mucho o poco, es difícil de decir.
La historia ha querido que
“socialdemocracia” sea un concepto basado en una doble negación: ni
capitalismo, ni comunismo. Uno ha sufrido transformaciones que lo hacen
irreconocible y el otro ha desaparecido.
Hoy, la crisis estructural de un sistema
capitalista que ha colapsado, está arrastrando a los partidos socialistas
europeos, que se perciben como garantes de una economía capitalista en la que
predomina la política monetaria y cunde el escepticismo, la fragmentación, la
protesta, la desesperanza. Legiones de desempleados, salarios de miseria,
jóvenes sin futuro, ahorros que se volatilizan, familias sin hogar, derechos
que se volatilizan, sanidad y educación que se privatizan, pobreza masiva que
lo inunda todo. Nadie mira a los socialistas como la solución a esos problemas.
Cuando los socialistas abandonamos la senda de
la utopía, criticando los modelos estáticos, calificando de “irrealizables” los
compromisos históricamente asumidos, apostamos primero por la imprescindible
“modernización” y después por el “flujo”. Durante tres décadas nos
identificamos por intentar que hubiera mayor igualdad, mayor solidaridad, mayores
libertades, mayor bienestar colectivo e individual. Y así ha sido,
aparentemente.
Hay que hacer balance. Hemos avanzado, hemos
mejorado el mundo en que nos ha tocado vivir, hemos ayudado a que el ser humano
progrese. ¿y ahora? ¿qué está pasando y qué nos toca hacer? Nadie parece
saberlo.
La radicalidad del libre mercado ha llevado a
una flagrante desigualdad en la distribución de la riqueza en los estados y
entre ellos. Ya se hacen proyecciones que indican que en occidente, hacia 2025,
el salario medio puede haberse reducido a la mitad de lo que es ahora (Joy
Moynihan).
Mantener las conquistas sociales solo pasará
por grandes reformas y grandes cambios, radicales, valientes y combativas.
Diseñando un nuevo horizonte utópico. El mundo no tiene tiempo que perder.
Estamos en lo que Morin llama “policrisis” que acabará en “policatástrofe”.
No es muy difícil imaginar el camino de las
reformas. Repartir el trabajo para combatir el paro, utilizar la fiscalidad
para financiar los regímenes sociales, combatir las actividades contaminantes,
establecer nuevas reglas para el comercio internacional,….Con un solo objetivo,
avanzar hacia la igualdad. No tenemos un problema de falta de riqueza, tenemos
un problema de falta de reparto.
Los grandes movimientos, las tareas políticas
transformadoras, solo son posibles si hay esperanza. Y solo puede haberla si se
cree en que existe un futuro. La esperanza no puede basarse en negar la
realidad ni en otras fuerzas de pereza mental.
La izquierda, los socialistas, no podemos
renunciar a conquistar democráticamente el poder, del mismo modo que no podemos
renunciar a nuestras señas de identidad, pero tenemos que tener claro cuáles
son, generando la credibilidad necesaria para que así lo entiendan los
destinatarios de nuestro trabajo, que no son otros que nuestros conciudadanos.
Tenemos que forzar alianzas con grandes
sectores de la sociedad que generen un movimiento amplio y popular, renovador
de las reglas sociales y que pueda hacer frente al rostro brutal del
capitalismo, que como decía Marx, lleva el germen de su propia destrucción.
Las cosas del mundo no cambian hasta que
alguien las hace cambiar. Los socialistas podemos y debemos hacerlo. Si no lo
hacemos, otros tomarán el relevo. Para eso hace falta un modelo organizativo
radicalmente diferente, pero esa es otra historia.
Treinta y cinco años no es nada. O tal vez sí.
DIARIO PROGRESISTA