DOMINGO, 1 DE SEPTIEMBRE DE 2013
ANTOINE CANDELAS
Suelo escuchar algunas tertulias,
debates, intervenciones de políticos, empresarios, también taxistas, vecinos y
conversaciones de bar. Y me llama poderosamente la atención, y me sorprende, y
me extraña, y me irrita ver que son tantos todavía los que defienden esta
sociedad humana ultraliberal, donde el emprendedor y el bróker son los héroes,
cuya religión es la competitividad, una sociedad humana donde la Bolsa es el
templo y el dinero el Dios todopoderoso.
Lo que me irrita y me indigna es
que se considere humana ese tipo de sociedad, porque sus valores son los de la
selva, sus leyes las de la dura naturaleza: el fuerte, el listo, el más
atrevido, el mejor situado o adaptado sobresalen y sobreviven, y los débiles,
los tímidos, los menos ambiciosos, los que no tienen tanta suerte “¡que se
jodan!”, según la expresión que últimamente ha salido de más de una boca de
político o de periodista de derechas (en realidad era evidente que vía la boca
les salía del corazón).
Lo que me irrita y me entristece
más aún es que personas que no pertenecen a la minoría poderosa que manda en
este mundo, sean las que defiendan más fanáticamente esta ideología,
particularmente con su voto.
Los valores que sustentan
semejante ideología serán todo lo que uno quiera salvo humanos. Estos valores
no pueden ser los de la humanidad. Sus leyes son las del mundo vegetal y animal
pero no pueden ser las del ser humano. Una sociedad gobernada por la ideología
neoliberal es para mí in-humana.
La humanidad se ha caracterizado
desde sus orígenes por el intento de superar las leyes de la naturaleza, por el
deseo de asegurarse el techo y el pan con menos esfuerzo y más seguridad, de
vivir la vida sin las incertidumbres, las angustias y los temores del mundo
animal. Para eso inventó la agricultura y la solidaridad, para eso se
estrujaron las neuronas Montesquieu, Rousseau y Voltaire, para eso se hicieron
revoluciones, para eso se crearon sindicatos, para eso se elaboró la Carta de
los Derechos Humanos, para eso se hicieron guerras también.
Una minoría, de mente enferma,
desde siempre obsesionada por el poder y la riqueza material, inventó la
religión, el ejército, la monarquía para imponer unas reglas de organización,
unas leyes que sólo le beneficiaban a ella, intentando siempre someter y
esclavizar a la mayoría crédula y resignada, a menudo asustada, controlada por
la religión y si fuese necesario por la
violencia armada de la policía y el ejército. La ideología dominante en todas
las épocas, salvo honrosos breves periodos, siempre fue la ley de la selva, la
ley del que manda, la ley del más fuerte, que es la que beneficia a esa minoría
poderosa, pero eso sí, sólo a ella.
Yo digo que para una sociedad
humana, mejor una cooperativa solidaria que una transnacional competitiva y
depredadora.
Mejor unos bienes duraderos y de calidad que respeten y valoren a
la persona que los ha fabricado, que un consumismo alocado de objetos endebles
que se fabrican masivamente a costa de explotar a los trabajadores (entre ellos
a muchos niños), consumismo sin sentido que sólo nos puede llevar al
agotamiento de los recursos del planeta y a su destrucción.
Mejor una agricultura ecológica y de cercanía que respeta la tierra
que la produce, que una producción intensiva e industrial de cereales, frutas y
verduras modificadas genéticamente en unos campos muertos biológicamente y sólo
productivos a base de química. Esto vale también para la ganadería y la pesca.
Mejor una multitud de pequeñas comunidades respetuosas unas con
otras conviviendo en paz con sus identidades y sus diferencias, que una
globalización, una mundialización violenta y depredadora que destroza todo lo
que abraza, que provoca guerras y
esclaviza a miles de millones de seres humanos.
Mejor un Estado fuerte con capacidad para proteger a los más débiles
y para controlar a un Mercado al que vemos ahora que no se le pueden dejar las
manos libres. Es decir mejor que la
economía esté al servicio de las personas que no las personas al servicio de la
economía. “Lo humano primero” podía leerse en los carteles electorales del
Front de Gauche francés.
Mejor que la educación, la sanidad, el agua, la energía, los
transportes, la banca, las costas y unas cuantas cosas más sean propiedad
pública, es decir de todos al servicio de todos, que propiedad privada para
beneficio de unos pocos. De hecho pienso que el derecho a la propiedad privada
debería tener serias limitaciones.
Y para todo eso, mejor una
democracia real y participativa, formada por ciudadanos educados e informados,
que esas dictaduras seudodemocráticas que gobiernan hoy en día a nuestros
pueblos adormecidos y embrutecidos por la televisión, el pensamiento único y la
propaganda.
Lo repito, el
capitalismo neoliberal es una ideología in-humana.
Podemos vivir en paz y
ser felices en este planeta de otra forma.
Si se quiere, se puede.
¡Sí, se puede!
@AntoineCandelas
DIARIO PROGRESISTA