Martes, 11 de Diciembre de 2012
Juan Pedro Viñuela Rodríguez
Quiero sostener aquí que existe
una relación necesaria entre la barbarie y el fin del pensamiento o de la
filosofía. Y quiero decir que nuestra crisis económica, ya larga, tiene sus
orígenes más lejos todavía, hace unas décadas y que hace cuatro décadas se tomó
como decisión seguir un modo de pensamiento que después, con el tiempo, se ha
ido perfeccionando. Y que ese modo de pensamiento llevaba aparejado el fin del
mismo pensamiento. Y eso es en lo que nos encontramos ahora. La crisis europea
es una crisis del pensamiento, de la filosofía que sostiene y estructura
nuestra visión del mundo y le otorga valores a través de los cuáles se producen
y vertebran nuestras relaciones con los demás y con el propio mundo.
Por tanto es una crisis
filosófica y ética. Pero que en el fondo obedecen a una falsa filosofía y a
una falsa ética que nos llevan a la barbarie. Y la barbarie son los
totalitarismos, el fascismo y la ausencia del pensamiento. Es decir la pérdida
de la ciudadanía, la libertad, los derechos y la caída en la sumisión y el
vasallaje. Es eso lo que se ha iniciado hace unos años y es esto lo que se
refleja en la eliminación de la filosofía y la ética en los planes de estudio
de la nueva ley educativa que se quiere promover. La ley es una consecuencia
directa de esa falsa filosofía, la filosofía del mercado y de la reducción de
los valores a los del consumo, el éxito, la fama, el tener, el hedonismo
superfluo, el egoísmo ramplón y la inconsciencia de pertenecer a la polis, al
estado. Es decir, la falta de pensamiento y de ética.
El pensamiento es la
gran apuesta de occidente, el gran invento griego. El pensamiento, el logos,
nació como la capacidad que el hombre tiene por medio de su razón y su crítica
de entender el mundo y ordenar el estado. Es el milagro griego. Es el origen de
la civilización frente a la barbarie. Porque el logos, la razón, el
pensamiento, sustituyen al poder de la superstición, al poder del más fuerte, a
la tiranía,… El logos nos permitió entender el mundo, explicarlo desde la
razón, comprender las fuerzas que lo gobiernan. Y ello nos hizo libres, tanto
de la tiranía del mundo, como de la tiranía política de aquellos que utilizaban
la ignorancia del mundo para inventar mitos y supersticiones que no tienen otro
objetivo que el dominio y la explotación del hombre.
Por eso, la filosofía nos ayuda a
comprender el mundo, es la madre de las ciencias y su guía. Porque la filosofía
es cosmovisión, te ayuda a tener una visión global e integradora del saber. Es
una disciplina absolutamente necesaria en el mundo de hiperespecialización en
el que vivimos. Nos aporta una luz general y un poco de orden y de sentido
común que nos permiten no perdernos en el marasmo de la especialización y del
saber hacer, frente al mero saber por el hecho de saber. La filosofía también
nos ayuda a entender la ciencia, a plantearnos sus relaciones con otros ámbitos
de la sociedad, porque la ciencia no es neutral, la ciencia actúa dentro de un
complejo industrial, político, social y militar. Y la ciencia, tampoco está
exenta de valores. Y los valores son un objeto propio de estudio filosófico,
concretamente la ética.La ciencia nos enseña cómo es el mundo y su aplicación,
que tiene mucho que ver con lo político, con lo empresarial y económico, y con
lo militar, nos permite gobernarlo y aprovecharlo. La filosofía nos permite
entender este fenómeno. Y la ética, como saber normativo que es, nos permite
valorar el saber tecnocientífico.
Lo cual es algo
importante porque de esta manera la ética es una guía sobre el deber ser de la
ciencia, ya que la ciencia no puede estar en manos sólo de la política
económica y del mercado. De esta forma la tecnociencia se convierte
en un instrumento del poder que aliena al hombre y le sirve al propio poder
para tratar al hombre como un instrumento y a la naturaleza como objeto
meramente de explotación. La filosofía es un saber que nos hace pensar sobre
todo esto y que nos sirve para entender mejor la ciencia y con ello entender
mejor a la sociedad y evitar los males, por un lado, de los aprendices de brujo
y, por otro, de la ambición de los poderosos y de los ricos. La filosofía nos
da una visión integradora de la ciencia en tanto que es conocimiento del mundo
y también acción sobre el mundo.
También nos ofrece una visión integradora del
mundo porque la filosofía es un discurso de segundo orden que, partiendo de las
ciencias, nos ofrece una visión global y unitaria del mundo. Le otorga un
sentido que la ciencia, como saber sólo teórico y absolutamente especializado,
no le da. Pero sí la filosofía, porque ésta en tanto que ética se permite
valorar. Por eso la filosofía es un saber necesario que nos permite una
unificación del hombre y el mundo, que nos aporta un sentido dentro del mundo y
la sociedad. Pero un sentido racional que excede la opinión, la creencia y la
superstición. Un saber que va más allá de lo obvio, de las apariencias y de las
meras opiniones. Por eso la filosofía es un saber civilizador que nos hizo
salir de la barbarie en la que triunfa la fuerza, el desorden, el caos, la
superstición.
Un mundo -el de la
barbarie- en el que no existe el pensamiento, sino la fuerza, un mundo oscuro,
una caverna llena de sombras y temores. Un mundo gobernado por el miedo y el
pavor. De ese mundo salimos y nos sacó la filosofía. Y a ese mundo nos hemos
empezado a dirigir en las postrimerías del siglo XX y los inicios del XXI. Por
eso el inicio de la barbarie es el anuncio de la muerte de la filosofía. Y por
eso nuestra crisis es filosófica y de ahí que sea absolutamente urgente su
recuperación. Porque la filosofía es libertad y lucha contra la tiranía de
cualquier orden.
Y de ahí que la filosofía esté
causalmente vinculada a la democracia. No hay democracia sin filosofía, ni
filosofía sin democracia. Por eso no ha de extrañar que sea en un momento de
déficit absoluto de la democracia cuando se plantea la eliminación de la
filosofía. Hay que eliminar ese rescoldo de pensamiento para que no renazca una
democracia sana que no esté secuestrada por los poderes económicos, mediáticos,
políticos… La democracia aparece en Grecia de la mano de la filosofía y la
filosofía se desarrolla en Grecia dentro del ámbito político de la democracia.
Democracia es diálogo. Que el logos, la razón es común, no relativo. El relativismo
es otra forma de muerte de la democracia, si todas las opiniones son iguales,
si todas son equivalentes, al final la opinión que sirve es la del más fuerte,
he aquí el fascismo emergiendo de la propia democracia. Y eso es hoy en día lo
que ha ocurrido cuando se ha establecido la equivalencia de las opiniones.
Se ha eliminado el
pensamiento y con él la filosofía. Se ha eliminado, en definitiva, la
democracia. Se nos ha confundido por parte del poder político y se
nos ha hecho pensar en una equivalencia que no es tal, la supuesta equivalencia
entre la libertad de expresión y el respeto de las opiniones. Pues no, una cosa
es la isegoría, la libertad de expresión, y otra el respeto a cualquier
opinión. Lo que la democracia y la filosofía que la sustentan nos dicen es que
lo respetable son las personas y que las opiniones son para debatirlas. El
respeto a las opiniones por ser tales es la pérdida del diálogo, el pensamiento
y, con ello, abrir la puerta a la opinión del más fuerte. Es decir, a la tiranía.
Es abandonar la civilización para caer en la barbarie. Barbarie tecnocrática,
precisamente, que es en la que nos encontramos por el engaño del poder que nos
ha hecho abandonar el pensamiento. Y por eso defendemos aquí la vinculación
causal de democracia y filosofía.
Sin filosofía no hay democracia y sin ésta lo
que hay es barbarie: fascismo, totalitarismo, tiranía, absolutismo, fanatismo,
violencia…hoy en día nos encontramos en una barbarie tecnocrática y un fascismo
del mercado, una ausencia de valores y de ética y una democracia de papel.
Y otra de las características, por
último, de la democracia, por la cual nos civilizamos, es la isonomía. La
igualdad ante la ley. Todos somos iguales ante la ley y la ley tiene su origen
en el pueblo. La ley no es arbitraria, no depende del poder del más fuerte, ni
del más rico, ni del clero. La ley emana del pueblo y nadie está por encima de
la ley. Esto es lo que nos enseña la democracia y ésta es la conquista
filosófica, que tiene como modelo ejemplar a Sócrates, “a las leyes, o se las
convence, o se las obedece” que nos saca de la barbarie. Pero hoy vemos que
comienza a triunfar la barbarie. Que las leyes no son igual para todos.
Que las leyes se hacen con una intencionalidad
que no es la del pueblo, sino la de distintos poderes, el político y sobre todo
el económico. Estamos en el filo de la barbarie. Estamos al borde del abismo
que es el fascismo y la tiranía que emergen del estado de barbarie, la
oscuridad de la sinrazón. De ahí la necesidad absoluta del saber filosófico, de
la ética, los únicos saberes que pueden revitalizar la democracia. Y de ahí que
nuestra crisis sea ética y filosófica. Más aún, es una crisis de nuestra
civilización, es el fin del pensamiento y el comienzo de la barbarie.
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