19 de diciembre de 2012
Las crisis capitalistas.
“Ninguna formación social desaparece antes de que se
desarrollen todas las fuerzas productivas que caben dentro de ella, y jamás
aparecerán nuevas y más altas relaciones de producción antes de que las
condiciones materiales para su existencia hayan madurado en el seno de la
propia sociedad antigua” (1)
Todos los periodos de
auge y depresión del sistema capitalista muestran rasgos comunes y aspectos
diferentes. No obstante, cuando abordamos el análisis de la crisis del
capitalismo nos interesa conocer cuáles son sus causas esenciales, su mecánica
interna, teniendo en cuenta además que Marx no dejo acabado en ningún trabajo
una sistematización teórica de las crisis. Este hecho reconocible no impide
entender sin embargo, que toda la obra de Marx esta recorrida por la idea de
que las crisis son inseparables del modo de producción capitalista.
Para los teóricos de la economía burguesa
hinchados por el método del empirismo y su formación filosófica positivista, el
proceso de producción y acumulación capitalista es ilimitado. Su concepción del
desarrollo histórico descarta que el capitalismo sea una formación social
transitoria. Como siempre ocurre, cualquier clase dominante de una sociedad
basada en la opresión de clase considera su posición en el desarrollo de la
civilización humana como el último escalón del progreso. Ocurrió con los
patricios en la sociedad esclavista, ocurrió con la nobleza en la sociedad de
la servidumbre feudal y, como no podía ser menos, ocurre con la burguesía en la
sociedad capitalista. Esta forma de razonar es un reflejo de las condiciones de
existencia de estos señores pues, tal como Marx afirmó, "en última
instancia el ser social determina la conciencia".
En general todas las
escuelas de la economía política burguesa consideran que cuando la crisis
estalla, tan sólo se necesita encontrar aquellos factores con los que lograr el
restablecimiento del equilibrio entre la
producción y la demanda, para resolver el problema. En otras palabras, los
teóricos burgueses consideran resoluble el fenómeno de las crisis, que
representan como accidentes puntuales en un proceso de ascenso continuado de
producción y creación de civilización.
Para la economía
marxista, que se basa en el materialismo dialéctico, el punto de partida para
abordar el problema de las crisis capitalistas es justamente el contrario. El
sistema capitalista tiene un carácter transitorio, no es eterno, como ninguna
formación socioeconómica ni modo de producción lo es. Por esa razón es
necesario establecer las relaciones que existen entre el desarrollo del
capitalismo con sus crisis, que aparecen cíclicamente y son consustanciales a
él, y los propios límites objetivos del capitalismo.
La anarquía de la producción capitalista.
Marx, en El Capital,
demostró las leyes que explican el funcionamiento de la producción, la
distribución y el consumo de mercancías y que caracterizan el sistema
capitalista. Para Marx el motor del sistema capitalista es la lucha por el
máximo beneficio, lo que supone una diferencia fundamental con otros modos de
producción anterior. Además lejos del cuadro idílico que los economistas
burgueses pretenden transmitir sobre el funcionamiento lógico y ordenado del
capitalismo, Marx señaló su carácter anárquico. La producción capitalista no
esta fundamentada en ningún plan económico, sino en las fuerzas ciegas del
mercado, y este hecho es lo que hace que la acumulación capitalista siempre
choque contra límites.
Si consideramos los
países avanzados durante los últimos veinte años, el crecimiento económico y la
aplicación de nuevas tecnologías de la información crearon las condiciones para
que los "teóricos" de la burguesía desarrollaran "nuevos
paradigmas" económicos. El ciclo virtuoso de la nueva economía parecía no
tener fin. Las acciones se disparaban, las empresas de Internet crecían sin
freno, las industrias tecnológicas especialmente las ligadas con las
telecomunicaciones y la telefonía móvil conseguían beneficios históricos, la
bolsa rompía todos los límites, y el consumo había encontrado un nuevo
Eldorado. Todos los hechos aparentemente desmentían la teoría marxista de la
crisis de sobreproducción, y sin embargo, para mal de la burguesía y sus
abogados en el mundo culto y refinado del pensamiento económico, ésta llegó y
afectó al corazón del Imperio, a los EEUU. Actualmente la crisis de sobreproducción
y sus efectos recesivos, afectan al conjunto de la economía mundial. EEUU,
América Latina, Japón, África, están inmersos de lleno en la recesión, incluso
Europa esta viviendo los primeros coletazos de la caída económica.
Los marxistas situamos
las causas de las crisis capitalistas en el propio corazón del sistema, en la
contradicción derivada del carácter social que la producción adquiere bajo el
capitalismo y el carácter individual de la apropiación. Bajo el capitalismo el
desarrollo de las fuerzas productivas y la división internacional del trabajo
ha transformado completamente el carácter de la producción. Ésta se realiza
como producción en masa, donde la participación de millones de trabajadores es
imprescindible para asegurar el funcionamiento cotidiano del sistema.
Como resultado lógico
de la concurrencia capitalista, entre los dueños de capital se desata una feroz
competencia por conseguir una tasa de beneficios mayor, hecho que tendrá
implicaciones muy serias en el funcionamiento general del sistema. Normalmente
los capitales afluirán a aquellas ramas de la producción que ofrecen más margen
de ganancia, aunque ello implique un elevado desembolso de capital fijo. Es lo
que ha ocurrido en la segunda mitad de los años 90 en EEUU, donde las
inversiones en tecnología de la información (ordenadores, chips, redes,
telefonía móvil) han crecido extraordinariamente hasta alcanzar en ese periodo
el 80% de la inversión de capital total en EEUU. Mientras las ventas compensen
el desembolso de la inversión, ésta será rentable pues los beneficios están
asegurados. Sin embargo, en un momento dado, estas inversiones que lógicamente
se transforman en bienes de consumo, llegan a un límite. Muchos capitalistas
han invertido sus capitales en estos sectores punta con el objetivo de
conseguir beneficios rápidos y mayores que en otras ramas de la producción,
pero al final se produce una sobre-inversión de capital, es decir las
inversiones no se amortizan tan rápidamente e incluso no compensan porque el
mercado esta saturado de mercancías. Ésta es actualmente la situación con los
ordenadores y toda la industria de telecomunicaciones. La consecuencia de esta
sobre-inversión constante en bienes de capital con el objetivo de obtener más
beneficios, consecuencia lógica de la producción capitalista, es la
sobreproducción y la sobrecapacidad productiva instalada. En definitiva existe
demasiada abundancia de todo, abundancia que el mercado no puede absorber. A
partir de ese momento comienza la espiral de caída en la tasa de beneficios,
desinversiones, despidos masivos, cierre de fábricas, en definitiva destrucción
de fuerzas productivas. Como Marx señaló, las crisis son la prueba de la
rebelión de las fuerzas productivas contra la camisa de fuerza de las
relaciones de propiedad capitalista.
La crisis de sobreproducción.
Marx afirmó
invariablemente que las crisis periódicas de sobreproducción son el reflejo de
los límites del proceso de acumulación y que las razones de estos límites no
hay que buscarlas en causas externas al proceso productivo, ni en factores
parciales, sino que forman parte inseparable de la dinámica interna de la
producción capitalista y la materialización de la plusvalía.
El capitalismo tomado
como sistema socioeconómico está condenado. Al igual que los modos de
producción que le precedieron, el choque entre el avance de las fuerzas
productivas y la camisa de fuerza de las relaciones de propiedad y el estado
nacional provocan crisis tras crisis, creando las condiciones materiales para
su derrumbe. Sin embargo Marx negó que el capitalismo muriese de muerte
natural, pues la clase dominante buscaría salidas a la crisis orgánica de su
sistema aunque eso supusiese aplastar a los trabajadores físicamente y poner a
la civilización al borde de la destrucción. Los abogados del capital pronto
olvidan que en el siglo pasado dos guerras mundiales y regímenes monstruosos
como el de Hitler, Mussolini o Franco fueron la respuesta del capital a la
amenaza de la revolución mientras en el mundo, y especialmente en el continente
europeo, la sangre inocente de millones de trabajadores y jóvenes se vertía
para mantener a flote el sistema.
En realidad, la
violencia y la destrucción son signos genéticos de esta sociedad; por eso el
capitalismo no es reformable. La crisis del capitalismo y el avance de las
fuerzas productivas han creado condiciones maduras para la transformación de la
sociedad y el desarrollo de otro modo de producción superior, basado en la
socialización de los medios de producción y la planificación democrática de la
economía. No obstante, para alcanzar esa situación, como Marx y los grandes
teóricos del marxismo no se cansaron de señalar, es necesario el derrocamiento
revolucionario de la burguesía y, para ello, la acción consciente de la clase
obrera es imprescindible. Es decir: el factor subjetivo, la existencia de una
dirección revolucionaria de las masas oprimidas, es una condición indispensable
para liquidar el orden capitalista.
La polémica de las crisis en la izquierda marxista.
Si el análisis anterior
siempre ha sido el punto de partida de los marxistas revolucionarios, la
cuestión de las crisis y su casuística ha provocado polémicas intensas en el
seno del movimiento marxista.
Rosa Luxemburgo, que
dedicó una parte muy importante de su producción teórica al análisis de las
crisis y su metodología, mantuvo una ardua discusión al respecto con Lenin y
Trotsky y otros dirigentes del Partido Bolchevique. En su obra La acumulación del capital, Rosa Luxemburgo se interroga
sobre la dinámica interna de las crisis de sobreproducción. Para ella el
factor que explicaba la resolución de estas crisis era el hecho de que el
capitalismo no existía de forma pura, es decir: la sociedad capitalista
dividida en asalariados y dueños de medios de producción coexistía con otras
formas económicas no capitalistas que eran dominantes en las colonias y todavía
sobrevivían en aquellos países donde el capitalismo estaba ampliamente
desarrollado. De estas zonas y países provenía la demanda necesaria para
resolver las dificultades que se presentaban a la acumulación, pero al mismo
tiempo creaban las condiciones para la crisis del sistema y su colapso.
"De este modo,
mediante el intercambio con sociedades y países no capitalistas", escribía
Rosa Luxemburgo, "el capitalismo va extendiéndose más y más, acumulando
capitales a costa suya, al mismo tiempo que los corroe y los desplaza para
suplantarlos. Pero cuantos más países capitalistas se lanzan a esta caza de
zonas de acumulación y cuanto más van escaseando las zonas no capitalistas
susceptibles de ser conquistadas por los movimientos de expansión del capital,
más aguda y rabiosa se hace la concurrencia entre los capitales, transformando
esta cruzada de expansión en la escena mundial en toda una cadena de
catástrofes económicas y políticas, crisis mundiales, guerras y revoluciones.
"De este modo el capital va preparando su
bancarrota por dos caminos. De una parte, porque al expansionarse a costa de todas
las formas no capitalistas de producción, camina hacia el momento en que toda
la Humanidad se compondrá exclusivamente de capitalistas y obreros, haciendo
imposible, por tanto, toda nueva expansión y, como consecuencia de ello, toda
acumulación. De esta manera, en la medida en que esta tendencia se impone, el
capitalismo va agudizando los antagonismos de clase y la anarquía política y
económica internacional en tales términos que mucho antes que se llegue a las
últimas consecuencias del desarrollo económico, es decir, mucho antes de que se
imponga en el mundo el régimen absoluto y uniforme de la producción
capitalista, sobrevendrá la rebelión del proletariado internacional, que
acabara necesariamente con el régimen capitalista" (Rosa Luxemburgo, La
acumulación de capital, Editorial Grijalbo, México 1966, página 380).
La rebelión del proletariado mundial se
produjo con las convulsiones de la I Guerra Mundial, donde las contradicciones
inter-imperialistas, la lucha encarnizada por los mercados y el reparto
colonial jugaron el papel decisivo. Sin embargo, en esta interpretación de las
crisis y sus causas, Rosa Luxemburgo comete varios errores.
En primer lugar, la concurrencia de los
capitales en el mercado mundial, y más específicamente en los países
coloniales, no se debe a la imposibilidad de realizar la plusvalía en las
metrópolis imperialistas, sino a la búsqueda de tasas de ganancias más elevadas.
En segundo lugar, el capitalismo se desarrolla, tal como Marx explicó en El
Manifiesto Comunista, integrando al conjunto del planeta en un único mercado
mundial mediante la producción y comercialización de mercancías. Es falso que,
en la medida en que la humanidad se va polarizando entre asalariados y
capitalistas, el proceso de acumulación se vea totalmente imposibilitado, como
la experiencia ha demostrado; del mismo modo que es falsa la idea de que el
final del reparto colonial y el desarrollo de las formas de producción
capitalistas como dominantes en estos países hacen imposible toda nueva
expansión. Una crítica razonada de las posiciones de Rosa Luxemburgo, así como
una formulación mucho más sólida y convincente de las causas de las crisis, la
encontraremos en los trabajos económicos de Lenin y Trotsky, especialmente en
El imperialismo, fase superior del capitalismo, así como en los polémicos
textos que sobre esta materia escribió Trotsky en los años veinte y que
abordaremos en próximos artículos.
Las causas motrices de la crisis.
La lucha por las colonias sigue siendo una parte de la
política del capitalismo imperialista. Por completamente que sea dividido el
mundo, el proceso nunca termina, sino que coloca una y otra vez en el orden del
día la cuestión de la nueva división del mundo de acuerdo con las nuevas
relaciones entre las fuerzas imperialistas.
La curva de desarrollo económico tiende, a través de todas
sus oscilaciones hacia abajo, y no hacia arriba. Sin embargo, ¿quiere decir esto
que el fin de la burguesía llegará automática y mecánicamente? De ningún modo.
La burguesía es una clase viva que ha retoñado sobre determinadas bases
económico–productivas. Esta clase no es un producto pasivo del desenvolvimiento
económico, sino una fuerza histórica, activa y enérgica. Esta clase ha
sobrevivido, o sea que se ha convertido en el más terrible freno de la
evolución histórica, lo cual no quiere decir que esta clase esté dispuesta a
cometer un suicidio histórico ni que se disponga a decir: "Habiendo
reconocido la teoría científica de que yo soy reaccionaria, abandono la
escena." Evidentemente ¡esto es imposible! Por otra parte no es suficiente
que el Partido Comunista reconozca a la clase burguesa como condenada y casi
suprimida para considerar segura la victoria del proletariado. No. ¡Todavía hay
que vencer y tirar abajo la burguesía! (León Trotsky, Una escuela de estrategia
revolucionaria
Ediciones del Siglo,
Buenos Aires 1973)
En el artículo
anterior señalábamos las polémicas que se desarrollaron en el movimiento
marxista a la hora de caracterizar las causas motrices de las crisis. Como
explicábamos, la lucha por el mercado colonial juega un papel de primer orden
en la exacerbación de las contradicciones inter-imperialistas pero afirmar,
como hacía Rosa Luxemburgo, que el fin del reparto colonial traería la
imposibilidad de materializar la plusvalía y supondría el muro contra el que
chocaría la acumulación, representaba un esquematización equivocada de la
teoría económica del marxismo. En cualquier caso la valía de las aportaciones
de esta gran revolucionaria radicaba en el estímulo que proyectaba sobre el
debate teórico en la izquierda marxista, tan rico en aquellos tiempos y que fue
extirpado policialmente por el estalinismo.
Lenin dedicó una gran atención a estos problemas. Su libro El
desarrollo del capitalismo en Rusia fue una gran aportación a la polémica que
durante mucho tiempo desarrollaron los marxistas rusos contra los populistas,
los cuales negaban la posibilidad del desarrollo del capitalismo en Rusia a
causa de la estructura semi-feudal de la propiedad agraria, el peso de la
economía campesina en el conjunto de Rusia y la pauperización de las masas
campesinas. En un famoso artículo titulado Sobre la caracterización del
romanticismo económico, Lenin contesta el punto de vista de los populistas
rusos y aborda otras relacionadas con las crisis: "Cuando los populistas
afirman que el mercado extranjero es la salida a la ‘dificultad’ con que
tropieza el capitalismo para la realización del producto, no hacen más que
encubrir con esta frase el triste hecho de que el ‘mercado extranjero’ es la
salida a la ‘dificultad’ con que ellos tropiezan para no comprender la
teoría." (...) "No sólo los productos que existen bajo la forma de medios
de consumo, sino también aquellos que existen bajo la forma de medios de
producción, todos ellos se realizan siempre entre ‘dificultades’, a través de
constantes oscilaciones, cada vez más fuertes a medida que se desarrolla el
capitalismo, entre una furiosa concurrencia que obliga a todo empresario a
aspirar a una extensión ilimitada de la producción, rebasando las fronteras del
propio estado y lanzándose en busca de nuevos mercados a países no absorbidos
aún por el sistema de circulación capitalista de mercancías. Y así hemos
llegado al problema de por qué el mercado extranjero es necesario para un país
capitalista. No es, ni mucho menos, por que el producto no pueda realizarse en
modo alguno dentro del orden capitalista. Pensar esto sería disparatado. El
mercado externo es necesario porque la producción capitalista implica la
tendencia a la extensión ilimitada, por oposición a todos los antiguos sistemas
de producción, circunscritos a los límites de la aldea, de la heredad, de la
tribu, del territorio o del estado. Mientras que en todos los antiguos sistemas
económicos la producción se renovaba siempre del mismo modo y en la misma
escala en que venía desarrollándose antes, bajo el régimen capitalista esta
renovación es imposible y la extensión ilimitada, el perenne avance se
convierte en ley de la producción".
Las teorías sub-consumistas.
En este mismo texto, Lenin
critica las teorías sub-consumistas como una explicación de las crisis, ideas
que los populistas tomaron de Sismondi: "El análisis científico de la
acumulación vino a minar todos los argumentos de esta teoría, demostrando que
es precisamente en los periodos que preceden a las crisis cuando aumenta el
consumo de los obreros; que el consumo insuficiente (con el que se pretende
explicar la crisis) ha existido bajo los más diversos sistemas económicos,
mientras que las crisis son características de un sistema solamente, del
capitalismo. Esta teoría explica las crisis mediante otra contradicción, a
saber, la contradicción entre el carácter social de la producción (socializada
por el capitalismo), y el carácter privado individual de la apropiación. (...)
La primera teoría las explica [las crisis] partiendo de la contradicción
existente entre la producción y el consumo de la clase obrera; la segunda se
basa en la contradicción entre el carácter social de la producción y el
carácter privado de la apropiación. La primera encuentra, pues, las raíces del
fenómeno fuera de la producción (...) la segunda busca estas raíces
precisamente en las condiciones de la producción. (...) ¿Pero es que la segunda
teoría niega la existencia de una contradicción entre la producción y el
consumo, la existencia de un déficit de consumo? Evidentemente no. Reconoce
plenamente este hecho pero le asigna el lugar secundario que le corresponde,
como un hecho que sólo se refiere a un sector de toda la producción capitalista."
(…)
Fuente: Extractos capitulo VII de “Principios
de Economía Marxista”.
Autor: J.I.Ramos. (Fundación Federico
Engels).
(1) Karl Marx. Prefacio a la Contribución de la
economía política.