Artículo publicado por
Vicenç Navarro en la revista digital SISTEMA, 21 de diciembre de 2012
Este artículo señala
que algunas de las observaciones que Karl Marx hizo sobre la génesis de las
crisis en el capitalismo son relevantes en la comprensión de las crisis
financieras y económicas que están ocurriendo ahora.
En un interesante artículo, el columnista del ‘The New York Times’ y premio
Nobel de Economía, Paul Krugman (“Robots and Robber Barons”, ‘The New York
Times’, 09.12.12) se preguntaba si la realidad en la mayoría de países
capitalistas a ambos lados del Atlántico Norte (Norteamérica y Europa) no
mostraba lo que ya había anunciado Karl Marx, es decir, la creciente victoria
del mundo del capital a costa del mundo del trabajo, consecuencia del
debilitamiento de este último, debilitamiento conseguido a través de políticas
públicas que han favorecido sistemáticamente las rentas del capital y
perjudicado a las rentas del trabajo. En todos estos países, las primeras
(basadas en la enorme rentabilidad del capital financiero y empresarial) habían
alcanzado unos porcentajes sin precedentes, mientras que las segundas
(enraizadas en la masa salarial) nunca antes habían estado tan decaídas.
España es un claro
ejemplo de ello. Según datos de la Contabilidad Nacional, las rentas del
capital, por primera vez en la época democrática, han alcanzado unos niveles
mayores que las rentas del trabajo. Es decir, sus porcentajes sobre la renta
nacional son mayores que las rentas del trabajo.
¿CÓMO
HA OCURRIDO ELLO?
Los datos explican el
porqué de esta situación en la mayoría de países a los cuales Paul Krugman hace
referencia. La productividad ha estado creciendo mucho más que los salarios,
con lo cual se deriva que el producto producido ha ido a aumentar los
beneficios del capital en lugar de los salarios. Como consecuencia, los
beneficios de las élites financieras y de las grandes empresas se han
disparado.
Las explicaciones del
porqué esto ha ocurrido varían (ver mi artículo “Porque las desigualdades están
creciendo en el mundo” en mi blog www.vnavarro.org). Algunos atribuyen tales
cambios a cambios tecnológicos. La introducción del ordenador y de Internet,
por ejemplo, ha aumentado enormemente la productividad. Pero tales cambios
tecnológicos en el lugar de trabajo sólo explican el aumento de la
productividad, pero no la mala distribución de la riqueza creada y su
concentración en los beneficios de las élites.
Otros atribuyen esta
concentración a la globalización, con la consiguiente exportación de puestos de
trabajo a otros países que tienen salarios más bajos. La transferencia del
proceso de producción a la China (por ejemplo) ha reducido enormemente los
salarios de los países capitalistas desarrollados.
Pero este argumento
olvida que tal globalización no es la causa, sino la consecuencia del
debilitamiento del mundo del trabajo en estos países. Después de todo, países
altamente globalizados –como son los países escandinavos (donde sus
exportaciones representan porcentajes elevadísimos de su PIB)- continúan
teniendo salarios altos. En sí, pues, la globalización no explica el descenso
de los salarios. La causa última, raramente citada en los medios, es el
debilitamiento político del mundo del trabajo, y como consecuencia, de sus
rentas.
Y este debilitamiento
toma lugar predominantemente en el Estado-nación. El ataque frontal que estamos
viendo al Estado del Bienestar en todos estos países tiene como objetivo
primordial el debilitar al mundo del trabajo, debilitamiento que ha estado ocurriendo
mediante la aplicación de las políticas neoliberales. Tal ataque se viste de
seda bajo la narrativa de incrementar “la competitividad”, la cual ha ido
creciendo, por cierto, sin que ello repercutiera en un aumento de las rentas
del trabajo. Antes al contrario, éstas se han ido reduciendo.
Naturalmente que este
ataque –que Noam Chomsky ha definido como “la guerra de clases unidireccional”
(ver su introducción al libro Hay alternativas. Propuestas para crear empleo y
bienestar social en España, por Vicenç Navarro, Juan Torres y Alberto Garzón)-,
que ocurre a nivel de cada Estado, toma lugar en un contexto internacional en
el que se establecen alianzas entre las élites financieras y empresariales de
varios países, actuando de una manera conjunta y coordinada. El caso más claro
de ello es la gobernanza de la Unión Europea y de la Eurozona, cuyas políticas
de austeridad están ayudando a que, en cada país, estas élites puedan ganar la
lucha de clases unidireccional en bases diarias.
Otra realidad, también
obvia, que recuerda las predicciones de Marx, es la “creciente proletarización
de la población”, realidad que queda reflejada en las crecientes semejanzas que
las condiciones de trabajo de los empleados de cuello blanco (las clases
medias) tienen con las condiciones de trabajo de las clases trabajadoras. Su
pérdida de autonomía, su deterioro laboral, su descenso salarial, les acercan
más y más a las condiciones de la clase trabajadora. El famoso declive de las
actualmente llamadas “clases medias” estaba escrito en aquellas predicciones.
¿CUÁL ES LA SOLUCIÓN?
Este breve resumen de
la situación actual lleva a la reflexión de cómo salir de ella. Y de este
análisis se deriva que la solución es también política, es decir, la salida de
la crisis requiere un cambio en las relaciones de poder dentro de cada
Estado-nación, dificultado por un contexto internacional. El caso de España es
un claro ejemplo de ello. Sin un aumento de la fortaleza de los instrumentos al
servicio de la clase trabajadora y su sindicalización, no podrá salirse de la
crisis. Se requiere una lucha de clases bilateral y bidireccional, que requiere
una enorme agitación social por parte de la mayoría de la población (clases
medias y clases trabajadoras), exigiendo una reversión de las políticas
neoliberales (promovidas como las únicas posibles), aplicándose políticas
públicas redistributivas encaminadas a reducir las rentas del capital a costa
de aumentar las rentas del trabajo, con un aumento y expansión de la protección
social. Estas reformas (que algunos sectores sectarios de la ultraizquierda
desmerecen llamándoles “humanizar el capitalismo”) dan fuerza al mundo del
trabajo que, en su camino reivindicativo, puede estar entonces en condiciones
de terminar con el dominio casi dictatorial que ejercen las élites financieras
y empresariales en cada país.