jueves, 9 de mayo de 2013

La llamada "cuestión religiosa" sigue presente en la agenda política (Ha llegado el momento de no comulgar con ruedas de molino)


MIÉRCOLES, 8 DE MAYO DE 2013

ESTHER CLAVERO MIRA 

Es interesante que sigamos profundizando en la controversia Iglesia-Estado, cuando históricamente y todavía en la actualidad suscita debates socio-políticos, sobre todo, cuando intentan los dogmas católicos en la vida pública y política de la sociedad española. Por tanto la llamada "cuestión religiosa" todavía sigue presente en la agenda política.

Parece asombroso que cuando en el artículo 21 de la Constitución de 1869 se establecía la libertad de cultos y en la Constitución de 1856 se hablaba de la libertad de conciencia; planteándose el matrimonio civil, la secularización de cementerios… en la actualidad exista un cierto reparo por parte de la mayoría de cargos públicos a la hora de posicionarse en contra de no asistir (incluso en los partidos más progresistas) a actos religiosos.

Hoy parece existir una homogeneidad entre las élites de los partidos políticos ante la presencia de los cargos públicos en las manifestaciones religiosas, algo asumido, incluso por aquellos personas que en el ámbito de su ética privada se sienten ateos o agnósticos, pero que en ese “miedo a perder votos” se ponen cualquier disfraz de hipocresía con la excusa de que representan a toda la población, sin caer en el planteamiento de que precisamente por eso, porque representan a toda una sociedad  moderna y multicultural, la paradoja se encuentra en aparecer en ellas, no como ciudadanos de a pie, que en eso nada puedo objetar, sino como cargos representativos y electos. Incluso se llega a asumir el hecho de que una corporación al completo vaya tras un trono al modo de película de Berlanga, pero sin dictadura, en un estado aconfesional y en el siglo XXI.

Lo más extravagante es que aquellos amigos y compañeros cristianos y católicos llegan a entender perfectamente la separación entre la ética pública y la privada. Cuestiones entre Iglesia-sociedad, Iglesia-Estado tales como la desigualdad de género y el trato asimétrico con el que la institución eclesiástica influye en cada uno de los géneros, la elección antidemocrática de los cargos religiosos, la huida de la sencillez y de la austeridad de la iglesia primitiva... debieran ser pretextos más que suficientes para que en una sociedad democrática, que pretende el progreso y persigue la justicia social se planteara que los cargos públicos como tales no sintieran la obligación de salir tras un trono, en una posición privilegiada, que marca la superioridad y la cercanía de los poderosos a la salvación divina.

La necesaria separación entre el ámbito público y el privado, así como la separación de poderes, parece quedar muy lejana en el tiempo, pero pasmosamente el debate no se ha cerrado todavía, cuando ministros como Gallardón cumplen los deseos de la Santa Madre Iglesia, que excepto a quienes defendemos el uso de métodos anticonceptivos, el aborto y el matrimonio homosexual, a todos acoge en su seno.

Lo sorprendente es que mientras en el siglo XIX los partidos que ocupaban el gobierno, liberales y conservadores, adoptaban posturas totalmente diferenciadas ante las élites eclesiásticas, hoy parece haberse instalado un silencio sagrado y un debate prohibido dentro de las organizaciones políticas para no levantar ampollas. ¿Somos menos críticos que hace un siglo? ¿Se ha instalado el miedo ante la institución eclesiástica o se han convertido los partidos en lo que diría Clauss Offe, partidos Catch-all (atrapalo todo) y se teme abrir ciertos debates? Cuando es precisamente lo contrario, la indefinición de los partidos políticos en ciertos asuntos (algo totalmente novedoso de la política) lo que hace que la ciudadanía nos perciba a “todos como iguales”: Si se sigue una política económica neoliberal y no nos plantamos ante ciertas intromisiones de la iglesia en los asuntos del Estado, y se defienden indiscutibles libertades, ¿qué es lo que nos queda?

No se trata de abrir el debate de una sociedad sin religión, ni un rechazo a las religiones, ese sería motivo de otro gran debate, sino de la estricta separación de poderes, un papel diferente y secundario de la iglesia católica en la escena política española. Respetando, siempre la presencia individual de cualquier persona, cargo público o no, en un acto religioso pero entre el resto de la ciudadanía sin ocupar posiciones privilegiadas; de ahí que crea necesaria esa nada costosa, y me  refiero económicamente por los tiempos que corren, Ley de Libertad  Religiosa.

Hoy ante ciertas manifestaciones contra los derechos y libertades de los y las españolas, contra la soberanía nacional, contra la autonomía de las mujeres sobre sus propios cuerpos y su maternidad, contra el derecho de las personas del mismo sexo a contraer matrimonio, el rechazo ante distintos modelos familiares, ante la nefasta visión de actos impúdicos de ciertos clérigos y contra el nuevo modelo de sociedad y Estado organizado desde los principios de la soberanía nacional y de las libertades, es más que nunca el momento, y nunca mejor dicho de no “comulgar con ruedas de molino”.

 "La libertad es la distancia entre la iglesia y el estado" J. Boston

Esther Clavero Mira, es diputada regional del Partido Socialista de la Región de Murcia - PSOE

 DIARIO PROGRESISTA