Lunes, 21 de Enero de 2013 09:41
PS
El espectáculo de la corrupción
no puede llegar más alto. Ahora ha sido el turno del presidente del Gobierno,
Mariano Rajoy, en su condición de presidente del PP, el que se ha visto
envuelto en el caso de Luís Bárcenas, “su tesorero” multimillonario, y en el
escándalo de los sobres con dinero negro para pagar a altos cargos del PP -lo
que no ha desmentido Rajoy-, al menos durante su mandato de 2004 a 2008, cosa
que ha insinuado Cospedal con lo de que “cada palo aguante su vela”, para
salvarse ella y dejar a la intemperie a los demás, incluido Rajoy. ¿De dónde
salía todo ese río de dinero negro que ha enriquecido a Luis Bárcenas -y a
otros dirigentes del PP- el que tiene a su predecesor en la tesorería del PP, a
Álvaro Lapuerta en el punto de mira de la investigación?
Dice Rajoy, disimulando y sin
convicción que “no le temblará la mano” a la hora de castigar a los corruptos.
Sería la primera vez, visto lo ocurrido con Matas, Camps, Bárcenas (al que
tardó en pedirle que dejara el PP), Baltar, I. González y con su ático y sus
espionajes escandalosos con dinero público, etc). A Rajoy no le tiembla la mano
porque no la piensa usar, nunca se atrevió contra nadie ni en la corrupción ni
en política. Y menos aún la levantará en contra de Bárcenas que tiene en su
poder la “bomba atómica” de la financiación ilegal del PP y de los sobresueldos
en negro, en el tiempo de Aznar (que ahora estará en un ¡ay!) y en el tiempo de
Rajoy, cuando ejercía de secretario general y luego de presidente del partido o
controlaba la campaña electoral, con Gürtel activo.
A Rajoy, pues, no le tiembla la
mano pero le tiemblan las piernas y está en manos de Bárcenas y otras posibles
denuncias internas. Y a o perder de vista a Esperanza Aguirre que está
aprovechando el ataque demoledor en contra de Rajoy, que ha lanzado El Mundo, y
que ha dejado a los pies de los caballos de la corrupción a Rajoy, y con él a
la presidencia del Gobierno de España (lo que ya está inundando la prensa
internacional). Un Rajoy en las manos de Bárcenas, como el palacio de la
Zarzuela y el monarca lo están en las manos de Urdangarín, Torres y Corinna
entre otros. Y así tenemos la presidencia del Gobierno y también la jefatura
del Estado tocadas, directa o indirectamente, por casos de corrupción, cuando
este país. España, sufre el drama social del paro, los desahucios, la
desesperación de miles de familias y la indignación por los indultos infames,
la amnistía fiscal y recortes sociales y reformas ideológicas en Justicia,
Sanidad y Educación.
O sea, un polvorín en medio del
gran espectáculo de la corrupción ambiental del Estado que ya afecta a los dos
primeros palacios del país. Y a la Generalitat de Cataluña con los Pujol, y
Baleares con Mata, y Valencia con Camps, y Galicia con Baltar, y a Andalucía
con los ERES y a Madrid con López Viejo, el ático y el espionaje. Y a la espera
estamos que el Tribunal Supremo se pronuncie sobre el ex ministro José Blanco
del PSOE, para completar así los primeros niveles de la gran corrupción
nacional.
Lo peor de la “implicación” de
Rajoy -por acción u omisión- está en que ostenta la presidencia del Gobierno en
un momento crucial de la crisis económica y financiera nacional, y ello afecta
y daña a la estabilidad del Gobierno y a la confianza en nuestro país. Pero ¿quiénes
son los culpables de todo este escándalo de Bárcenas, que ni Cospedal ni el PP
van a investigar? Los culpables del caso Bárcenas, y de todos los demás casos
de la corrupción son los que son, por acción u omisión, y no tienen, política y
moralmente la menor escusa o posibilidad de salvación. Algunas escaparán de la
Justicia, pero el daño a España y a la imagen de la clase política ya está
hecho y estos mismos, que están señalados con el dedo, no son los que pueden
enmendar semejante situación. Y que nadie hable más de “regeneración” palabra
manida que huele que apesta a tapar la corrupción. Hay que hablar de reforma
penal, y judicial, de separación de poderes del Estado y de una nueva ley
electoral. Hay que acabar con la partitocracia y su halo de impunidad.
EXTREMADURA PROGRESISTA