Lunes, 21 de Enero de 2013 10:34
Cándido Marquesán Millán
Estamos comprobando estas fechas
cómo afloran numerosos casos de corrupción política en nuestro país, que están
degradando más allá de lo razonable y tolerable la confianza de la ciudadanía
en las instituciones. Los informativos hablados y escritos tienen ya
institucionalizada una sección específica sobre “la corrupción”. Por ello, cualquier ciudadano preocupado por
el presente y futuro de su país tiene que sentir inexorablemente una mezcla de
cansancio, asco y de hedor. A la clase política en cambio esta circunstancia se
la trae floja. Y también a amplios sectores de la sociedad española, vistos
recientes resultados electorales.
A veces, tengo la impresión de
que los partidos políticos consideran rentable electoralmente llevar algún
corrupto en una lista Hoy muchos españoles van a votar tapándose la nariz, lo
que es una prueba incuestionable de que nuestra democracia está moribunda. Se
necesita una ciudadanía responsable e impregnada de unos valores éticos claros
y auténticos, que rechacen con contundencia cualquier caso de corrupción.
Tarea, por cierto nada fácil, tal como estamos comprobando. Los escrúpulos
morales parecen ser de otras épocas.
Mas no siempre ha sido así, tal
como señala el catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Zaragoza,
Julián Casanova. Una trama de corrupción y sobornos, el escándalo del
estraperlo para introducir una ruleta en el casino de San Sebastián, acabó en
1935 con la vida política de Alejandro Lerroux, el viejo dirigente republicano
del Partido Radical que presidía entonces el Gobierno. Los ministros radicales
tuvieron que dimitir, y cayeron también muchos cargos provinciales y locales
del partido. En las elecciones de febrero de 1936, el Partido Radical, que
estaba gobernando desde septiembre de 1933 hasta finales de 1935, se hundió en
las elecciones.
Quedó reducido a cuatro
diputados, noventa y nueve menos que en 1933. Alejandro Lerroux ni siquiera
salió elegido en la lista. Todo un ejemplo. Y eso que en aquellas fechas
aproximadamente la mitad de los españoles eran analfabetos. Tendrían carencias
educativas, pero los principios éticos eran muy claros. En cambio, a los
españoles de hoy parce que nos ocurre todo lo contrario.
La lacra de la corrupción está en
relación directa con el poder y el dinero, ya que suelen presentarse juntos, y
ser compañeros de viaje inseparables. En Madrid reside el poder político desde
hace siglos, ya que adquirió la condición de capital administrativa (desde
1561) y política (desde 1714). Aquí están: el Palacio de la Zarzuela, el
Palacio de la Moncloa, el Congreso de los Diputados y el Senado, el Consejo del
Poder Judicial, Tribunal Constitucional, Ministerios de Sanidad, Economía y
Hacienda, Agricultura, etc. Por ende, aquí se toman las grandes decisiones
políticas que afectan a todo el territorio del Estado.
Y según Germà Bel, desde hace
unas pocas décadas también se ha convertido en la capital económica de España,
en el 2009 tenían sus sedes operativas las grandes multinacionales españolas,
siete de las diez primeras: Banco de Santander, Telefónica, BBVA, Iberdrola,
Endesa, Repsol, Iberdrola Renovables. A su vez atrae una fuerte inversión
exterior; se han desarrollado sectores de alto valor añadido como el
audiovisual y las altas tecnologías y del conocimiento. Están presentes las
grandes instituciones culturales como Museo del Prado, Museo de los
Thyssen-Bornemisza, el Reina Sofía, Biblioteca Nacional de España, la Real
Academia de la Historia, la Real Academia Española.
Los más poderosos e influyentes
medios de comunicación como TVE, las grandes cadenas de radio y televisión; los
periódicos de mayor tirada nacional, como El País, El Mundo, ABC, Marca y el
AS. Por todo lo expuesto, hoy es innegable que en Madrid se está consolidando
una élite, un núcleo de poder, político-financiero-funcionarial-mediático que,
esta vez sí, ha conseguido la hegemonía peninsular, y que desde el centro está
cuestionando todo el proceso de descentralización administrativa del Estado de
las Autonomías, intentando recentralizar y uniformizar de nuevo el Estado
español, lo que demuestra una concepción de España muy alicorta, como si esta
acabara en la M-30. El discurso de
España se rompe está de moda. ¡Qué bien le vienen a Cristóbal Montoro las
exigencias del cumplimiento del déficit público en las diferentes Comunidades
Autónomas para meterlas en cintura!
Esta élite madrileña se muestra
perfectamente ensamblada e interconectada entre sí e inaccesible para otros
sectores de la sociedad, comparte unos mismos intereses y trata no solo de
mantenerlos, sino también de acrecentarlos. Determinados políticos forman parte
de los consejos de administración de las grandes empresas, de los grandes
bancos, de las grandes inmobiliarias, en pago por los servicios prestados,
conseguidos muchas veces producto de la corrupción. Y a la inversa del mundo de
la gran empresa llegan muchos a la política. Es el llamado efecto de puertas
giratorias.
El exministro Ángel Acebes, está
en el consejo de administración de Iberdrola. O José María Aznar asesor de
Endesa. El caso inverso, el del ministro Luis de Guindos, procedente del mundo
financiero. Esta elite se relaciona entre sí. Vive en los barrios más lujosos,
desde los cuales en autobuses lleva a sus hijos a los mismos colegios privados,
mayoritariamente religiosos, para que no compartan pupitre con la población
inmigrante. Posteriormente prosiguen sus
estudios superiores en universidades también privadas, donde entablan
relaciones, que les facilitan el ocupar en el futuro puestos destacados en los
ámbitos de la política, la economía o la cultura. Cuando enferma recurre a la
sanidad privada, ya que no quiere guardar fila tras un emigrante en la pública.
Se divierte en los mismos lugares. Compra en las mismas tiendas, veranea en los
mismos lugares.
Es obvio que aquí abundan más que
en el resto del Estado el dinero, el poder, y como corolario, la corrupción.
Hay muchos intereses económicos en juego, y si no se alcanzan por
procedimientos legales, se recurren a los ilegales, de ahí la presencia
constante de la corrupción. Algunos ejemplos nos lo ilustrarán, aunque podrían
ser otros muchos. Los casos más importantes de corrupción política se han dado
en Madrid. Uno de ellos, realmente excepcional y espectacular, sirvió para
cambiar los resultados de unas elecciones autonómicas tras el soborno a dos
diputados socialistas, Tamayo y Sáez, y así posibilitar el acceso al poder de
la gran Esperanza Aguirre. Fue el caso más grave de corrupción de toda la
historia de la reciente democracia española. Aquí no se compró a un concejal de
urbanismo para recalificar unos terrenos.
No, fue algo muchísimo más dramático. Volcaron las urnas
tras escupir en ellas, y pisotearon las papeletas depositadas por los
ciudadanos madrileños. No repararon en medios, ya que había muchos intereses
urbanísticos detrás. Mas esa élite trabajó a conciencia. Los medios de
comunicación cargaron las tintas contra los diputados socialistas por haberse
vendido. El aparato judicial también corrió un tupido velo sobre el
asunto. Consiguieron su objetivo. Y aquí
paz y allá gloria. Mas es verdad de Perogrullo que si alguien se vende es
porque alguien le ha comprado para sacar algún beneficio. Y aquí hubo algún
beneficiado. Vaya que si lo hubo. Cabe
pensar que la gran Esperanza algo tendría que ver en este sucio asunto.
Y qué podemos decir del caso
Gürtel, un escándalo de corrupción monumental por el número de personas
implicadas, por el que numerosos alcaldes, concejales, diputados y otros cargos
populares en la Comunidad de Madrid tuvieron que dimitir. Parece de sentido
común que la máxima dirigente de los populares en esta comunidad tuviera alguna
responsabilidad. Pues, no. También la susodicha élite ha trabajado a
conciencia. Desde los medios de comunicación, si no consiguieron ocultar la
trama, ante la magnitud del escándalo, si que consiguieron que, de nuevo, Doña
Esperanza saliera indemne. Todavía más, salió reforzada al ser presentada como
el adalid contra la corrupción. Y desde el poder judicial se expulsó de la
carrera judicial a Garzón por su trabajo impecable en la investigación en la
trama. Impresionante, de nuevo.
Y mientras estoy escribiendo
estas líneas me llegan las noticias del pago en dinero negro a miembros de la
cúpula dirigente del PP. Que se enriquezcan de tal manera, cuando hay tantos
recortes, es un insulto a la ciudadanía. Y todavía más, que Dolores de Cospedal
diga al respecto que “no me consta…”
Vale, lo admito. Más a mí, sí que me consta que alguno tiene la cara más
dura que el cemento armado.
EXTREMADURA PROGRESISTA