20 de enero de 2013
La lucha por el socialismo no es ninguna utopía como machaconamente dice la burguesía ante el
pavor que le producen las luchas sociales. La burguesía, a través de sus
potentes medios de “propaganda”, intentaron convencernos del triunfo definitivo
del capitalismo y del fracaso del socialismo, apoyándose para ello en el
derrumbe de lo que llamaban “el socialismo real” , que ni era socialismo ni
mucho menos real, porque la caída de los regímenes estalinistas que existían en
la antigua URSS y Europa del Este, eran en realidad sistemas obreros
deformados, con ausencia de democracia
obrera, o sea un modelo de “bonapartismo proletario con deformaciones
monstruosas”, con “brutales aberraciones dictatoriales y nacionalistas”, que
nada tienen que ver con el genuino socialismo.
Debemos insistir, como socialistas marxistas, que en los
países soviéticos no hubo nunca ni comunismo, ni mucho menos socialismo, sino
unos regímenes, que después de la revolución, fueron dirigidos por una casta
burocrática de funcionarios privilegiados,
que habían usurpado el poder a los trabajadores, y a través de una
dictadura férrea, obtenían grandes privilegios llegando a consumir entre ese 3
% que representaba la casta de
funcionarios, hasta el 64 % de la riqueza creada, lo que representaba grandes
privilegios frente a la población, (burócratas corruptos a los que les costó
poco trabajo hacerse capitalistas cuando el sistema colapsó), con un sistema de opresión represivo, sin
información libre y sin libertades sindicales, ni políticas, que mantenía a la
clase trabajadora en una profunda
postración que era brutalmente reprimida cuando reclamaba derechos y control obrero.
Es cierto que en los primeros años de la Revolución de Octubre de 1917, ante el empuje de la
lucha de los trabajadores y la descomposición del zarismo, el nuevo Estado expropió a los capitalistas y
a los terratenientes rusos y abrió el camino para intentar construir el
socialismo. El partido bolchevique, bajo
la dirección del Politburó que quedó formado en 1919 por Lenin, Trotsky,
Stalin, Kámenev y Krestinski había conquistado
el apoyo de las masas rusas,
hastiadas de las guerras y del sufrimiento de penurias, ilusionándose ante el ofrecimiento de un
programa donde se les prometía el verdadero socialismo.
La revolución rusa constituyó el acontecimiento más
importante de la historia contemporánea, abriendo el camino de forma real a la
emancipación de la clase trabajadora, tanto en Rusia como para el resto del
mundo. Pero esa revolución había
triunfado en un país profundamente atrasado y con un enorme peso del
campesinado pobre. Lenin y Trotsky, basándose en el método de análisis del
marxismo, explicaron el carácter internacional de la revolución rusa, pero
decían que el socialismo solo podría construirse en Rusia a condición de que la
revolución triunfase en los países capitalistas más desarrollados, como
Alemania, Francia o Gran Bretaña.
Explicaban que de esa manera si podrían planificarse las
fuerzas productivas, combinando el desarrollo de las tecnologías, la
industrialización en base a la electrificación y demás adelantos de los países
más avanzados que unificado con el enorme potencial de materias primas,
recursos naturales y la población, si hubiese sido posible comenzar a construir
la nueva sociedad socialista, pero los capitalistas que estaban dispuestos a
sofocar y acabar con el proceso de lucha de la clase trabajadora, enviaron los
21 ejércitos para intentar abortar la revolución, que agravaron la situación de
desbarajuste de la economía procedente de la terrible I Guerra Mundial.
Es cierto que las condiciones para iniciar la construcción
del socialismo estaban presentes en toda Europa. El capitalismo no jugaba
ningún papel progresista en el desarrollo de la sociedad, sino todo lo
contrario, debido a sus crisis cíclicas. (Parecida a la recesión que sufrimos
ahora). De hecho, la I Guerra Mundial, que fue una salvaje carnicería de vidas
humanas, expresaba las profundas contradicciones del sistema y la lucha de las
diferentes burguesías nacionales por el control de los mercados.
Tras el Octubre Ruso, la revolución avanzaba por toda
Europa: En Italia, Hungría, Checoeslovaquia, España… hubo movimientos y luchas
extraordinarias de la clase obrera. En
Alemania la revolución de 1918 fue derrotada y descarrilada por los errores de
la Dirección Socialdemócrata alemana, que actuó como fuerza de choque de la
burguesía. La revolución europea fracasó fundamentalmente por los errores y
traiciones de los cuadros de los partidos de la II Internacional y la debilidad
de los partidos de la izquierda, principalmente los comunistas.
Debido a esos fracasos, la revolución rusa quedó aislada y
el país entero sometido a una brutal devastación como consecuencia de la I
Guerra Mundial y de la guerra civil que se daba en varios países, incluso en
Rusia. El aislamiento y el enorme atraso material fueron decisivos para crear
las condiciones materiales en las que surgió la burocracia estalinista (sobre
todo a partir de 1924, cuando Stalin toma el mando tras la muerte de Lenin).
Stalin cometió errores garrafales
graves, como la “teoría de construir el socialismo en un solo país”, ajena al
marxismo, errores en los planes
quinquenales y la falta de control democrático por parte de los trabajadores y
la represión contra el movimiento obrero reforzando una dictadura burocrática
de partido único.
No obstante, a pesar de los errores y atrocidades de la
burocracia rusa, ésta no pudo suprimir las conquistas que la revolución obrera
proporcionó y que eran consecuencia de la expropiación de la burguesía y el
establecimiento de una economía planificada, aunque aquello no era todavía
socialismo. La economía planificada
demostró su superioridad práctica respecto al modelo capitalista en el lenguaje
real de la producción, garantizando a la URSS un desarrollo sin precedentes.
Pero la economía planificada solo podría permitir un
incremento de la riqueza social, si se garantizaba el control obrero sobre la
producción, es decir, que los trabajadores participasen conscientemente en las
decisiones que afectan a la política, la economía, la producción y el conjunto
de la sociedad pero las organizaciones obreras estaban prohibidas y la
implantación del “Centralismo Burocrático” eliminó incluso el derecho a
tendencias y corrientes obreras.
Lamentablemente el verdadero socialismo no se pudo poner en práctica en la URSS. La
democracia obrera que existía en tiempos de Lenin y Trotsky fue enterrada por
la burocracia estalinista. A pesar de todo, la Unión Soviética alcanzó el nivel
de potencia en numerosos terrenos de la producción y su población conquistó niveles
de vida, empleo, salud, educación, cultura, ciencia y tecnología inimaginables
bajo el capitalismo. El mérito principal de Stalin fue derrotar al fascismo
junto con las democracias occidentales, lo que consolidó parcialmente su
régimen. El robo y la corrupción
permanente de la producción por parte de la burocracia constituyeron un freno
absoluto para el desarrollo de la economía, que finalmente colapsó. La vieja burocracia estalinista, para no
perder sus privilegios y su papel dominante en la sociedad, no dudó en apoyar
la restauración capitalista, que ha llevado a la población a un escenario de
paro, miseria, delincuencia y degradación desconocidos.
Sin embargo, el colapso del estalinismo no ha resuelto la
crisis del capitalismo, que se ha convertido en una pesadilla para la mayoría
de la humanidad. El desempleo de masas
que afecta a miles de millones de mujeres y hombres en todo el planeta va
acompañado de una lucha brutal por el mercado mundial entre las diferentes
potencias imperialistas. Esta lucha despiadada por el control de los recursos,
mercados y fuentes de materias primas, está detrás de las guerras imperialistas
a las que hemos asistidos y seguimos asistiendo en el último periodo.
La situación en los países capitalistas atrasados es
desesperada y esto es lo que está detrás de las explosiones sociales en el
Norte de África, con la primavera árabe desde Túnez a Egipto, pasando por Libia, Siria con una
atroz situación que permanece en guerra civil. Guerras como las de Irak,
Afganistán, situaciones complicadas como las de Pakistán e Irán y ahora el
conflicto de Mali donde se está preparando un tremendo escenario bélico que
puede ser duradero. Igualmente tenemos
el avanza de las izquierdas en América Latina, en Venezuela, Ecuador, Bolivia,
Brasil, Argentina, Honduras y en la
propia Europa con situaciones pre-revolucionarias en Grecia, recesiones en
Portugal, Italia, convulsiones sociales
en todos los países.
En todas partes las masas buscan el camino a su liberación
social, que solamente podrá venir a través del derrocamiento del capitalismo,
nacionalizando la propiedad de las oligarquías sobre todo las grandes palancas
de la economía para ponerlas a funcionar bajo control obrero de forma planificada científica y
democráticamente.
En muchas zonas de las antes mencionadas hemos visto la
voluntad de las masas oprimidas por acabar con su opresión. Pero ahora, las condiciones para transformar
la sociedad también se están desarrollando en los países avanzados, donde el
ataque a los niveles de vida, salariales y sociales de los trabajadores, no
tienen precedentes en los últimos 35 años.
En respuesta a esta terrible agresión
impuesta por la ofensiva brutal de las burguesías, a las órdenes de la
Troika, que representa la dictadura financiera del gran capital, estamos
asistiendo al mayor movimiento de la clase trabajadora de las cuatro últimas
décadas, con huelgas generales masivas incluso Continentales en Europa, como la
del 14-N, luchas y huelgas constantes en Portugal, Francia, Italia y sobre todo
en Grecia donde la juventud y los trabajadores están jugando un papel
protagonista de primer orden, intentando rechazar los ataques sufridos por el
capitalismo parásito.
Toda esa frustración está cristalizando en el movimiento
masivo que provoca una ruptura en la conciencia de millones de trabajadores y
jóvenes, que han dado un paso de gigante en la comprensión del auténtico papel
del capitalismo y sus llamadas “instituciones democráticas” que están cada vez
más desprestigiadas según las últimas encuestas. Todas esas luchas ponen de manifiesto la
enorme fuerza de la clase trabajadora,
la juventud y del conjunto de los oprimidos que se sienten engañados y
saqueados por la banca, el capital y sus defensores.
La juventud y la clase trabajadora no tenemos nada que ganar
bajo la bota de esta “dictadura financiera del capital” que es completamente
injusta. Por ello, sólo con la expropiación de los ricos capitalistas que nos
han venido robando, nacionalizando los monopolios, la banca y los grandes
latifundios, bajo control obrero y con
indemnización solo en casos de necesidad comprobada, podremos utilizar los
colosales recursos que ya existen en la sociedad para resolver los problemas de
los trabajadores.
Cuántas cosas podríamos hacer en materia de empleo, sanidad,
educación, infraestructuras, ocio, transportes, tecnologías, investigación… si
todos esos recursos estuviesen planificados bajo control democrático de los
trabajadores y al servicio de la humanidad.
Con los nuevos avances tecnológicos podríamos aplicar la “democracia
electrónica”, para gestionar la economía entre todos, eliminando los secretos
bancarios y de Estado, distribuyendo el trabajo como un bien escaso, reduciendo
la jornada laboral para que todos pudiésemos disfrutar de una vida digna, con
ocio suficiente que nos proporcione una vida mejor y poder ejercer un control
férreo contra la corrupción y el saqueo al Estado.
La economía no estaría planificada como ahora, para el
máximo beneficio de unos pocos, sino para satisfacer las necesidades de la
población, garantizando los derechos humanos de verdad, al trabajo, a un techo,
a la educación, a la sanidad, a los servicios sociales, a las pensiones dignas,
etc… De esa forma si podríamos estar en condiciones de empezar a construir una
sociedad verdaderamente democrática y socialista, donde, liberados de la lucha
cotidiana por la supervivencia, de esta insana competencia consumista a las que
nos ha arrastrado el capitalismo, los trabajadores podríamos participar
conscientemente en completa libertad en todas las decisiones políticas,
económicas, sociales y culturales de esa nueva sociedad. Como decía Pablo
Iglesias, “elegid a los mejores, pero luego vigiladlos como si fuesen
canallas”, por eso la democracia participativa es la garantía de que las cosas
se hagan bien, existiendo la revocabilidad automática de los cargos, un abanico
salarial que no sea superior a tres veces y media a uno en los primeros años
con tendencia a la igualdad y demás medidas de control democrático y social.
Los socialistas marxistas, junto con otras fuerzas de la
clase trabajadora tenemos poder suficientes para llevar a cabo esas tareas,
porque consideramos que en la actualidad, con la fuerza y el potencial de lucha
que tiene la clase trabajadora en todo el mundo, la transformación socialista
de la sociedad es más posible y necesaria que nunca. Para ello es necesario dotarnos de una
corriente marxista potente de masas que le dispute y gane la mayoría a los actuales
dirigentes de los sindicatos y partidos obreros, tanto en la teoría como en la
acción.
Esa es la tarea por la que debemos luchar, y caminar hacia
la unidad y la mejor organización que nos sea posible, con la máxima
participación de la clase trabajadora, la
juventud, junto con los parados, los estudiantes, los movimientos
ecologistas y feministas y demás organizaciones sociales que defiendan a las
clase más desfavorecidas, con el objetivo de tumbar al PP y al capitalismo que
representa. Es la hora de tomar partido
y activarse en la lucha por un mundo
mejor, porque otro mundo es posible y necesario, pero con el genuino
socialismo, que nadie nos lo va a regalar, sino que tenemos que luchar todos
juntos hasta conseguirlo. Pero el
socialismo que necesitamos no cabe dentro del Capitalismo. Organízate y lucha por el programa socialista
que tu mismo elijas.
ÁREA DE FORMACIÓN.
IZQUIERDA SOCIALISTA DE MÁLAGA-PSOE.A
is-psoe.malaga@terra.es
(Recomendable leer los 4 artículos anteriores que son
complementarios).