lunes, 10 de junio de 2013

La buena táctica


PABLO IGLESIAS 

LUNES, 10 DE JUNIO DE 2013

El progreso de las ideas depende mucho de las condiciones sociales, pero también de saber propagarlas y de la forma en que la propaganda se haga.

 Es indudable que en un medio verdaderamente industrial la idea socialista logrará penetrar en las masas proletarias; pero penetrará más o menos, según la propaganda sea o no acertada.

Abultando los hechos, llenando de improperios al enemigo, empleando la amenaza a todas horas, no se consigue persuadir ni se llega a formar conciencias. Además, los pocos adeptos que así se conquistan resultan muy mal educados.

 Razonar, explicar bien las cosas, no darles más proporciones de las que tengan, señalar con acierto las causas que las originan, deducir con inflexible lógica sus consecuencias, y hacer todo esto en un lenguaje que no sea mortificante para nadie o que mortifique lo menos posible, es el modo mejor de conquistar elementos y de darles una buena educación, ya sea societaria, ya socialista.

 Si la masa obrera padece una gran ignorancia y por lo muy explotada que está siéntese profundamente irritada, ¿qué se ha de hacer, para modificar esos dos malos estados? ¿Maldecir a sus causantes? ¿Despertar el odio contra ellos? ¿Predicar sentimientos de venganza hacia los mismos? No, porque así ni se consigue que la ignorancia de los obreros desaparezca, ni da a éstos la reflexión que necesitan para que todos sus actos o la mayor parte de ellos lleven el sello del acierto, o lo que es igual, para que sus intereses sean bien defendidos.

Con maldiciones, amenazas y ataques personales a los explotadores o a quienes los defienden, nada se enseña; con despertar o avivar el odio contra los patronos y contra sus defensores asalariados, no se calma ni se amortigua la irritación obrera.

 Verdades, conocimiento de hechos, explicación de cosas un tanto obscuras o complejas, enseñanzas de todos géneros, es  lo que quebranta y destruye la ignorancia obrera. Exponer las causas   miseria, demostrar que ésta puede desaparecer, y aunque su término no está muy lejano; acreditar que la misma clase obrera, mediante su organización y la capacidad que puede adquirir no sólo mejorará su suerte, sino que se emancipará, emancipando a la vez a todos los seres humanos, es lo que dará a los proletarios la calma y la serenidad que necesitan para coordinar bien su acción y para obtener de ella el máximo de resultados.

Muchísimo interesa al proletariado que tanto su movimiento económico como su movimiento político (el movimiento socialista) tenga gran consistencia y sean vigorosos. Si poseen estas condiciones dichos movimientos, los beneficios que pueden proporcionar son muy grandes, y esos beneficios que pueden proporcionar son muy grandes, y esos beneficios representan disminución de penas, de angustias y de dolores para la clase explotada. De ser esos movimientos inconsistentes y raquíticos, los beneficios que de ellos pueden recoger los obreros son tardíos y pequeños.

La propaganda razonadora, juiciosa y serena, es la que engendra los movimientos económico y político robustos, consistentes, capaces de desafiar las iras de los explotadores.

La propaganda chillona, denostadora, alocada, es la que da vida a los movimientos político y económico enclenques, que caen hoy y se levantan mañana, imponiendo escasísimo respeto y menor temor a los que tiranizan a la clase obrera.

Hay, pues, que rechazar, en la propaganda, la táctica de la declamación, de la amenaza y de los denuestos.

Hay que seguir la táctica buena, o sea, aquélla que enseña, que produce convicciones y que crea caracteres.

La primera retrasa el advenimiento de la sociedad igualitaria; la segunda acelera su implantación, librando a los hombres de las humillaciones y las vejámenes que hoy padecen.

Publicado en Acción Socialista, Madrid, el 7-12-1914

DIARIO PROGRESISTA