martes, 18 de junio de 2013

Nuestro exclusivismo


LUNES, 17 DE JUNIO DE 2013

PABLO IGLESIAS 

La grandeza de nuestros ideales lleva a que en nuestras filas tengan cabida todos cuantos quieran el advenimiento de un régimen social donde no haya ni esclavos señores, ni opresores ni oprimidos, sino en que impere la igualdad social, produciendo todos y todos consumiendo.

 Las clases sociales, lo mismo en periodos de auge que de crisis, ya fueran dominantes o dominadas, se han movido, han luchado siempre, por lo que a ellas les convenía. Puede ser que, no conocedoras del antagonismo que entre los intereses de unas y otras había, o juzgando que el sostenimiento o el triunfo de los de cada una entrañaba un beneficio general, creyeran que combatían por el bien común; pero esa era una ficción que los hechos se encargaban inmediatamente de descubrir, y de la que no participaban las inteligencias perspicaces.

La burguesía francesa, al conquistar hace un siglo el poder político, y con él la supremacía económica, decía ciertamente que su triunfo significaba el triunfo de la libertad, de la igualdad, de la fraternidad, del trabajo libre, etc; pero no pasó mucho tiempo sin que los hechos demostrasen que aquel acontecimiento sólo aprovechaba a la burguesía...

El pueblo tuvo, sí, más libertad, más igualdad política; pero tuvo, y tiene también, más explotación, más esclavitud económica, que es el verdadero contenido de la pomposa frase: "trabajo libre".

 Ahora bien, si los antagonismos sociales han hecho que cada clase luchara única y exclusivamente por sus intereses, la clase  trabajadora no puede faltar a esa ley; ha de hacer lo mismo que las demás han hecho; sólo diferirá de éstas en el modo de proceder... el triunfo de la clase trabajadora representa la conclusión de toda esclavitud, de todo privilegio, de toda desigualdad social.

Claro está que el aguijón que mueve a los obreros, la causa que les obliga a trabajar por el establecimiento de una sociedad donde la explotación del hombre por el hombre no se conozca, es su propio malestar, el deseo de poner término a su precariedad y miseria; pero eso no quita para que la solución que reclaman sea conveniente a todos y lleve el sello de las más estricta justicia.

¿Es injusto abolir las clases, esto es, hacer imposible que unos hombres dominen a otros?

 ¿Es injusto o perjudicial garantizar a todo ser humano el derecho a la vida, es decir, que no pueda darse el caso, como se da hoy, de que se muera una persona por falta de alimento o de abrigo?

¿Es injusto que todos los individuos válidos tengan que trabajar para producir lo que las necesidades de la vida, satisfechas lo más ampliamente posible, reclamen?

¿Es injusto extender, hacer patrimonio de todos los miembros de la sociedad la instrucción y la ciencia?

Pues todo eso es lo que quiere la clase asalariada conocedora de sus intereses y amante de su libertad, y lo que constituye el  programa del Partido Socialista Obrero...

 En cuanto al exclusivismo de nuestro partido en lo que se refiere a cerrar las puertas a quien no sea explotado, solo cabe decir que esta afirmación carece de fundamento. En nuestro partido, en las Agrupaciones socialistas, tienen entrada todos los individuos que declaran estar conformes con su programa, ya sean obreros manuales, obreros de la inteligencia, como muchos llaman a los hombres de carrera, o burgueses.

Abrimos las puertas a éstos, aunque a algunos les parezca extraño,  porque sabemos que en las clases privilegiadas hay hombres de recto proceder y defensores de la verdad, Lo único que exige el partido obrero es que su conducta, su proceder con los trabajadores, respondan a las ideas que profesan, esto es, que su trato difiera del que generalmente dan los patronos, y los salarios que paguen no sean nunca inferiores a los que abonen los menos tiranos.

No hay, por consiguiente en nuestro partido, más exclusivismo que el que tienen todos los partidos serios, a saber: mantener con firmeza sus principios, rechazar toda amalgama y no considerar dentro de él sino a los individuos que los acepten y los respeten.

 (Extractado de EL SOCIALISTA, núm. 166, 10-IV-1889, pp.1-2)

DIARIO PROGRESISTA