VIERNES, 5 DE OCTUBRE DE 2012 DIARIO PROGRESISTA
Se nos ha ido Luis Gómez
Llorente, maestro, ejemplo y espejo en el que mirarse todo aquel que aspire no
sólo a ser de izquierdas, sino, simplemente, un hombre de bien. En Diario
Progresista nos queremos sumar al dolor por su pérdida, y creemos que el mejor
homenaje que se puede rendir a un luchador y un pensador es recordar su
palabra. Por ello, reproducimos su brillante alocución en el XX Aniversario de
la creación de Izquierda Socialista. In memoriam.
Todos los aquí presentes comprenderán que es
para mi sumamente emotivo venir hoy a esta casa para saludar a los compañeros
de Izquierda Socialista. Tan emotivo es que decidí traer por escrito mi
intervención para que el texto embride al sentimiento. Como se simboliza en la
imagen platónica de los caballos alados, que la razón lleve siempre las riendas
evitando que se desboquen los sentimientos.
Permítaseme, sin embargo,
expresar con moderación el afecto personal a todos los antiguos compañeros aquí
presentes; mi profunda simpatía por el difícil esfuerzo que ha sostenido y
mantiene la comente Izquierda Socialista, e incluso que evoque con cariño a
aquellos que ya no están entre nosotros, como Joaquín Martínez Yorman, o Manuel
Sánchez Ayuso, y también a los que se distanciaron de nuestras filas
encontrando alojamiento en otros ámbitos de la izquierda -con los que a veces
disentimos- y con los que, pese a todo, nos liga el recuerdo de el haber estado
siempre del mismo lado en la batalla social, habiendo compartido en su día
tantas labores y esperanzas.
Esperáis probablemente que diga
algo sobre el socialismo puesto que sino carecería de sentido comparecer en
esta reunión, pero me perdonareis que no pronuncie palabras circunstanciales,
porque acerca de la circunstancia política inmediata cualquiera de vosotros que
estáis activos en la acción política cotidiana, y en la vida orgánica del
Partido, sabéis mil veces más que cuanto yo pudiera deciros.
Dedicaré en cambio los minutos
restantes de esta breve intervención a reiterar cuatro. ideas que son signo de
nuestra identidad colectiva.
Acaso este testimonio pueda
servir como un punto de referencia más en vuestras reflexiones. Al fin y al
cabo, saber donde estamos ahora cada uno también dice algo de la trayectoria de
la Corriente en su conjunto.
Mirad: Pablo Iglesias creó dos
organizaciones con un solo y el mismo fin: la emancipación de la clase
trabajadora. Estas son el Partido Socialista Obrero y la Unión General de
Trabajadores. Tan socialista se es luchando por aquel ideal en el Partido como
en la Unión.
Algunos, que iniciamos temprano
nuestra vida cívica reorganizando las Juventudes Socialista allá por los
últimos años cincuenta, encauzarnos luego nuestra militancia preferente en el
Partido, habiendo desembocado finalmente en poner nuestros conocimientos y lo
mejor de nuestros afanes al servicio de nuestro sindicato.
Más todavía que escribir
artículos o folletos por encargo de la FETE, me complace llevar por la calle
una bandera de UGT en la manifestación de cada 1° de mayo.
Hay un motivo por el que los
socialistas de viejo cuño nos sentimos muy a gusto en los sindicatos: Los
partidos pueden evolucionar hacia el interclasismo, y hacia una praxis política
contemporizadora con los poderes económicos, así como con la estrategia internacional
de las potencias hegemónicas, y a veces -preciso es reconocerlo- no tienen otra
alternativa. (Son los condicionantes de una estrategia que pugna por ser
mayoría en la democracia liberal parlamentaria). Pero. los sindicatos son
siempre, por definición, organizaciones de la clase trabajadora. Son
inexorablemente y mientras existan, los más legítimos herederos y continuadores
de cuanto significa en la historia el Movimiento Obrero. La tarea sindical no
es otra sino la defensa de los intereses de la clase trabajadora, sea frente a
la patronal, sea ante el Gobierno del Estado.
Pueden existir ciertamente sindicatos que aún
siendo organismo de los asalariados, sean infieles a la solidaridad de clase,
y a estos les llamamos amarillos o corporativos. Pero la UGT nunca fue
corporativa; sigue siendo en eso como la creó Pablo Iglesias, un sindicato de
clase al que nunca -compañeros- debemos marginar de nuestros planteamientos y
de nuestras actividades.
He mencionado "socialistas
de viejo cuño", y aclaro: Con ello no me refiero a cuestiones
generacionales, no depende de la edad. Entiendo que son socialistas de viejo
cuño los que creen que aún cuando ahora se utilice un lenguaje edulcorado para
describir los fenómenos sociales, un lenguaje tan técnico y tan sociológico que
a veces resulta encubridor o desorientador, la explotación subsiste, la
contradicción de intereses - llámesele como se quiera- está ahí, que la
dominación de unos pueblos por la prepotencia de otros es inocultable, así como
que la llamada exclusión y marginalidad en nuestras sociedades, o el hambre del
mundo, serían evitables mediante el uso planificado de los recursos
disponibles.
Un financiero inteligente y
experimentado como George Soros, que no ha olvidado su formación intelectual
originaria centroeuropea, no tuvo inconveniente en su más famosa obra ("La
Crisis del Capitalismo Global". 1999, Pag. 136) de citar a Carlos Marx,
elogiando en este punto su certera predicción de que el sistema capitalista
acabaría penetrando hasta el último rincón del planeta, y hasta el último
aspecto de la actividad humana susceptible de ser mercantilizado.
Y el propio Soros llama la atención sobre los
devastadores efectos que para la cultura y para la moral tiene la
mercantilización integral de la vida, esto es la imposición de los valores
mercantiles y de las reglas del mercado como criterios superiores que de hecho
rijan toda la vida social.
Si cada cual se mueve habitualmente -como es
ley del mercado- por el impulso de dar lo mínimo a cambio de obtener el máximo
lucro o beneficio posible, la desintegración moral y social está tan asegurada,
como el triunfo darwiniano de los más aptos para competir.
Especialmente debe preocupamos que el
pensamiento y el gusto queden cada vez más subordinados y condicionados por las
manipulaciones del mercado, sometidos a las exigencias de los intereses
mercantiles.
Esto afecta a la investigación, a
la producción estética y literaria, a la conducción del gusto para que se
encauce como demanda de unos determinados consumos; a la idea misma de
felicidad que conviene imprimir en las grandes mayorías a fin de que se
sostenga un modelo de desarrollo económico a cualquier costo.
Mucho debiera preocuparnos,
pongamos por caso, que so capa de vincular la Universidad -sede de la
investigación y formación de las élites-a la industria y las corporaciones
sociales, haciendo depender la orientación de los estudios y de la
investigación de los intereses y de la financiación de esas entidades
extrauniversitarias, no acabe padeciendo en su más profunda esencia la
autonomía universitaria entendida como garantía del libre pensamiento y de la
libre investigación.
La privatización de las
universidades, y de la enseñanza en general, es otro fenómeno indicativo de la
sujeción del pensamiento al control de intereses particulares no siempre
coincidentes, sino a veces contradictorios, con el interés general de la
sociedad y de la humanidad.
Si alguien me pregunta: ¿Qué es
lo diferencial específico del socialismo? Le respondería sin vacilar: LA
IGUALDAD. La igualdad entendida como igual libertad para todos.
Creo que el socialismo surge
precisamente de la crítica al concepto liberal de la libertad por cuanto éste
se reduce a esa forma de democracia formal que consiste en la afirmación de las
libertades individuales y del Gobierno representativo, garantizando la
autenticidad de esas valiosas instituciones mediante la técnica de la
separación de poderes.
Los grandes pensadores
socialistas asumieron la reforma liberal del Estado como un paso positivo en la
historia, pero fueron más allá, porque se dieron cuenta de que con eso, y sólo
con eso, una gran parte de los seres humanos no son real y verdaderamente
libres.
Se dieron cuenta de que la
libertad real de todos exigía liberar a los ciudadanos no sólo del absolutismo,
y del control eclesiástico de las conciencias, sino que era necesario
liberarles también de la prepotencia patronal, y del control que el poder del
dinero ejerce sobre la vida social.
Sólo mediante reformas económicas
profundas, y no sólo mediante revoluciones políticas, sería posible acceder a
la libertad real para todos, es decir, a la Igualdad entendida como igual
libertad.
Esto es la sustancia espiritual
del socialismo y su razón de ser en la historia de los movimientos sociales.
Resulta ya más accidental definir cuales y cuando son oportunas esas reformas
económicas profundas.
Sabido es que el primer
socialismo afirmó la necesidad de socializar íntegramente los bienes productivos.
Hoy nos movemos sin embargo en la estela del modelo concebido por la
socialdemocracia de entreguerras; es decir, en el modelo del Estado
redistribuidor de las rentas producidas; de un Estado cuya enérgica
intervención por vía fiscal y mediante empresas públicas, pueda sostener
aquella serie de servicios gratuitos universales que le hicieron merecedor de
los apelativos "Estado de bienestar", o "Estado
providencia", en los años dorados de la socialdemocracia europea.
De ahí que el neoliberalismo
concentre su enemiga antisocialista en su tendencia hacia el Estado mínimo.
Saben bien que en una sociedad atomizada, compuesta sólo de una suma numérica
de individuos arrojados a una despiadada competitividad, la hegemonía y
dominación de los más fuertes está garantizada.
Nosotros por el contrario
afirmamos el valor de la igualdad por encima del principio de la libre
competencia a toda costa. Nosotros creemos que la posesión de ciertos bienes
imprescindibles para una vida digna tienen que ser garantizados a todos, y que
si esto falla, o en la medida en que falla, entra en quiebra la legitimación
moral del sistema. De ahí que nos parezca tan aborrecible el actual orden
mundial, y el proceso de globalización salvaje.
La libertad económica de competir
no puede ser utilizada legítimamente, como ninguna otra libertad, para destruir
o reducir a lo inane las libertades reales de los otros, ni para imponer la
dominación despótica de unos sobre el trabajo y/o sobre la formación de la
conciencia de los otros. De otro modo, carecería de sentido el contrato social,
o garantía recíproca del uso de las libertades.
Creo sinceramente, que en la
evolución de la cultura occidental, y especialmente durante la modernidad, han
tenido un desarrollo totalmente asimétrico los conceptos de libertad e
igualdad. Se ha progresado notablemente en el concepto de libertad; incluso
seguimos inventando nuevas proyecciones o derechos de la libertad individual
(intimidad, propia imagen, objeción de conciencia, elección de la muerte digna,
etc) todo lo cual es muy positivo. Pero en cambio parece estancado el concepto
de igualdad; lo que se ha de entender por igualdad entre los seres humanos, y
nos permitimos decir que es una sociedad respetuosa con la igualdad aquella que
está generando de nuevo más desigualdades y un número creciente de marginados o
excluidos. Si ahora preferís hablar de sociedad de los tres tercios, o de la
dicotomía abismal norte-sur, decís sólo con un lenguaje más neutro lo que antes
se dijo con un lenguaje más cargado de implicaciones axiológicas.
El propio movimiento feminista,
tan basado en la palabra igualdad, se ha orientado hacia la igualdad formal, o
igualdad de derechos y obligaciones con los varones, y todos nos felicitamos de
los pasos dados en esa dirección. Pero ved también que las más recientes voces
en el seno mismo del movimiento feminista son las que hablan de la
discriminación y del mal trato del que son víctimas las mujeres menos letradas
y menos cualificadas profesionalmente, siendo su lamentable condición indiferente
al género de las personas que ejercen dominación sobre ellas.
Ya dijo Rosa Luxemburgo que no
habría emancipación plena de la mujer desligando su causa de la causa de la
emancipación del trabajo, y que a su vez ésta difícilmente se conseguiría sin
la participación activa de la mujer en el trabajo, y en la lucha por la
emancipación colectiva.
No quiero cuestionar con ello el
acierto feminista de haber promovido organizaciones autónomas, cuya eficacia ha
quedado bien demostrada, sino señalar los límites que tiene cualquier
interpretación de la igualdad solamente referida a la igualdad de derechos, si
es que esos derechos no comprenden el acceso garantizado por la sociedad a las
condiciones de una vida digna, y muy en particular el derecho al trabajo, así
como a la indemnización correspondiente en la situación de inactividad
involuntaria.
Ahora entenderéis por qué me
entristece leer en determinados manifiestos y textos programáticos que el
concepto de igualdad se reduce al concepto liberal de igualdad ante la ley y de
no discriminación por razón de raza, religión, condición, etc. tomándose como
paradigma de progreso social únicamente la idea tan de moda de "igualdad
de oportunidades".
Nosotros, que debemos considerar
la "igualdad de oportunidades" como un mínimo, no podemos creer que
sea el paradigma de nuestras aspiraciones de igualdad.
No podemos olvidar su raíz
mercantilista. Al fin y al cabo la "igualdad de oportunidades" es en
el mejor de los casos igualdad de posibilidades para competir, y bien sabemos
que en toda competición unos ganan y otros pierden; que el resultado de toda
competición es un orden jerárquico de superioridad y de inferioridad.
Con lo cual, puede parecernos
aceptable que la "igualdad de oportunidades" legitime las desigualdades
necesarias y permisibles. Pero nunca podremos aceptar que el acceso a los
bienes imprescindibles para una existencia digna pueda depender de ninguna
lucha competitiva.
No hay "mérito"
legitimo de nadie que pueda esgrimirse como título para justificar un sistema
que prive a otros de lo imprescindible para vivir como personas.
El hombre puede ciertamente
competir por la mayor o menor posesión de bienes materiales, intelectuales y
morales. Y esto ciertamente es una forma de distribuir los bienes.
Pero el hombre también puede
cooperar, y establecer una distribución racional de bienes que al menos en
parte no tome como criterio de distribución el éxito en la lucha competitiva;
sino la necesidad real y actual en cada momento de la vida de los seres
humanos.
Compensar y equilibrar ambas
formas de distribución creo que fue el gran hallazgo de la Socialdemocracia,
sobre cuyos avances se basó la paz social de Europa por medio siglo. Romper con
aquella línea de progreso no es modernidad, sino pura regresión, llámesele como
se llame.
Llegados a este punto, es justo
reconocer que Izquierda Socialista se ha hecho acreedora de una muy positiva
estimación por su tenacidad en defender -contra viento y marea- la aplicación
del ideal igualitario sabiéndolo proyectar a las mediaciones propias de cada
coyuntura, intentando contribuir de este modo a que el PSOE siga haciendo honor
a su nombre y a su trayectoria histórica.
Para concluir, si se me permite
utilizar algún minuto más, diría que :
Si se me pregunta en que ha consistido lo
específico-diferencial del socialismo español, contestaría con una palabra:
PABLISMO.
Pablismo es el estilo que
infundió Iglesias a las organizaciones por él creadas. Iglesias se consideraba
a si mismo un fiel marxista, pero fue sobre todo un gran humanista y un
regenerador de la vida pública. Por eso lo respetaba tanto Ortega y Gasset, y
por eso lo admiraba y quería tanto D. Antonio Machado.
Sus principales virtudes fueron
la laboriosidad incansable al servicio de los trabajadores, su seriedad, es
decir, la implacable coherencia entre lo que pensaba, lo que decía, y lo que
hacia; su sereno arrojo para estar donde creía que debía estar, lo que le llevó
siete veces a la cárcel. Fue laico y republicano sin estridencias. Hay que
destacar su prudencia, por eso desconfiaba del mito de la huelga general
revolucionaria. Sin negar que en la sociedad habría un día un corte drástico,
operaba cotidianamente como un gradualista, pero sin abdicar de la meta.
Ese conjunto de rasgos perfilan
el pablismo y evocarlos, así como difundir los conceptos de las grandes figuras
de la historia del socialismo es otra de las tareas que creo debemos asumir
sobre todo quienes estamos alejados del fragor del día a día. Cada tarea tiene
su hombre y su momento.
Hablo a quienes han sido capaces
de mantener durante veinte años la continuidad y la coherencia de un discurso
político socialista; atravesando toda suerte de dificultades. Por eso, lo mejor
que puedo decir de quienes militan en la Corriente, es que participan -como
tantos otros socialistas y ugetistas en cualquier rincón de España- de aquel
modo de hacer, y de aquel espíritu, que se ha dado en llamar pablismo.
Y termino :
Perdonadme si sólo he dicho lugares comunes de
todos vosotros conocidos. Tomadlo al menos como el recitado de unas creencias
que ningún día debemos olvidar para que algún día lleguen a ser el lugar común
de toda la sociedad.
Las circunstancias adversas pueden
hacemos acatar hechos y formas de actuación hoy por hoy inamovibles. Pero creo
que nosotros no debernos contribuir a su consolidación ni a hacerlos
inamovibles en el futuro mediante el grave error de confundir la necesidad y la
virtud, llamando justo, bueno y- conveniente, a lo que es simplemente
inevitable en nuestro tiempo.
Las verdades de hecho han servido
para avanzar en la ciencia empírica, y en la tecnología. Pero son las verdades
de razón las que hicieron posible avanzar más en la humanización de la cultura.
El socialismo es un humanismo precisamente por cuanto exige someter la
racionalidad económica y la racionalidad técnica a una racionalidad universal,
cuyo supremo valor es la autonomía de la conciencia moral individual, y la
consecución de un orden convivencial sin opresión.
Ved, pues, el valor que tiene
mantener la llama de las creencias, creencias que recibimos a su vez de los
antiguos militantes, todo ello a fin de que otros más jóvenes, en mejores
circunstancias, lleguen a dar los pasos que nosotros no pudimos o no supimos
dar, pero de los que nos queda al menos plenamente vivo el anhelo y la
esperanza.
Compañeras y compañeros: ¡Salud!