Artículo publicado por Vicenç
Navarro en la columna “Pensamiento Crítico” en el diario PÚBLICO, 23 de octubre
de 2012
Este artículo critica los
postulados del intelectual alemán Jürgen Habermas sobre Europa, señalando que
mientras muchas de sus posturas son compartidas por el autor del artículo, hay
otras que se consideran esenciales con las cuales existe un desacuerdo,
señalando las razones para ello.
Como era de esperar, el artículo
de Jürgen Habermas publicado en Le Monde (y más tarde en varios rotativos
europeos, incluso en España) sobre la crisis europea, titulado “Ahora más que
nunca, Europa”, ha tenido gran impacto en los mayores círculos políticos,
intelectuales y mediáticos del continente europeo. Y no es extraño que lo
tuviera, no sólo por el gran renombre y prestigio del autor –el filósofo más conocido en Alemania- sino por
su crítica fuerte y contundente al gobierno alemán presidido por la canciller
Merkel, responsabilizándola, en parte, de no haber promovido las políticas que
él cree que deben adoptarse para salvar a Europa que -según él- corre el
peligro de desmembrarse.
Pero antes de centrarnos en sus
propuestas analicemos sus críticas al gobierno Merkel y a los otros gobiernos
de la Unión Europea, acusándoles de paralizar el desarrollo de la Europa
democrática de tipo federal que él considera urgente y necesaria que se
establezca. Al gobierno alemán le critica, con razón, por adoptar una postura
moral hacia los países del Sur, intentando penalizarlos por su indisciplina
fiscal dando la imagen de la dueña de la casa que castiga a los miembros de la
vivienda que se han gastado demasiado. Para Habermas, el problema no es éste y
la actitud del gobierno alemán está generando unos sentimientos de clara
hostilidad que están anulando el intento de conciliación con Alemania que se
había conseguido después de la derrota del nazismo. Tampoco en esto le falta
razón a Habermas. Basta leer la prensa de mayor tiraje en Alemania para ver el
carácter ofensivo y arrogante que tales medios (con honrosas excepciones) están
adoptando hacia los países llamados en la literatura anglosajona PIGS (cerdos)
y que incluyen Grecia, Portugal, España e Irlanda, categoría a la que más
recientemente se ha añadido a Italia (pasando de PIGS a GIPSI).
Hay que agradecer que un
intelectual alemán de su talla critique y denuncie esta postura arraigada en el
establishment alemán, que es profundamente equivocada pues las clases populares
del Sur son víctimas, en lugar de responsables de la crisis del euro, como he
señalado y documentado repetidamente (ver sección economía política de mi blog
www.vnavarro.org). Pero además de injusta, esta postura moral del gobierno
alemán es profundamente ofensiva, y está despertando agravios y recuerdos que
hubieran sido mejor silenciar para el propio beneficio de Alemania. Como bien
señala Habermas, esta arrogancia del gobierno alemán, que da pie al
renacimiento del nacionalismo alemán, está despertando durísimas memorias en
los países que derrotaron al nazismo. Grecia es un caso claro de esta situación.
Brutalmente ocupada por las fuerzas nazis en la II Guerra Mundial, nunca ha
recibido reparaciones del gobierno alemán desde el fin de aquel conflicto.
Habermas también tiene razón
cuando añade que el problema es la falta de una estructura federal que termine
con la situación actual en la que cada gobierno parece ir por su cuenta,
reproduciendo una situación en la que los fuertes tiran hacia adelante, a costa
de que los otros vayan para atrás. Hay que establecer, dice Habermas, una
“Europa federal” y añade “democrática”, lo cual quiere decir, según él, una
Europa con plena participación de la población a través de instituciones
representativas que sean las que gobiernen esta nueva entidad política. Sólo
así –afirma Habermas- se puede justificar una política fiscal y financiera
europea, pues el principio que guió el establecimiento de Estados Unidos de
América fue precisamente el de “no imposición de impuestos sin representación”.
De ahí que la unión política sea un paso necesario para desarrollar la serie de
medidas –desde la unión bancaria a la política fiscal- que deberían
desarrollarse con mayor rapidez. Termina Habermas criticando al gobierno alemán
y otros países por desatender tal urgente necesidad. Hasta aquí es difícil que
un europeísta comprometido con el establecimiento de una Europa unida, justa y
democrática, no esté de acuerdo con el filósofo alemán.
Ahora bien, dicho esto, hay un
problema grave en su artículo que peca de excesivo formalismo. En otras
palabras, no aclara el camino hacia el establecimiento de la Europa justa,
federal y democrática. Asume, -a mi manera de ver erróneamente- que las
instituciones ahora existentes nos permitirán alcanzar aquel objetivo. Y ahí está la enorme
limitación del artículo de Habermas. Parece creer que las instituciones
actuales tienen el potencial para convertirse en las necesarias para alcanzar
este sueño futuro. Y es ahí donde tengo enormes dudas de que ello sea así. En
realidad, el hecho de que las instituciones actuales sean profundamente no-democráticas,
cuando no antidemocráticas, no es por casualidad. Que la única instancia de
representatividad –el Parlamento Europeo- tenga un papel secundario, ajeno
a las mayores decisiones que se toman en
la UE y en la Eurozona, no es por casualidad. Ocurre siguiendo un diseño que se
llama neoliberalismo, promovido por el capital financiero que hoy domina las
instituciones europeas que “mandan” (y utilizo esta expresión deliberadamente)
en la eurozona.
Un ejemplo de este mandar aparece
cuando el director (el Sr. Draghi) de la institución europea más poderosa en la
UE, el Banco Central Europeo, llama al presidente de España y le dice (o se lo
escribe por carta) qué es lo que debe hacer, incluido el desmantelamiento del
Estado del Bienestar español. Y el Sr. Rajoy lo hace. Y hoy estamos viendo el
ataque frontal más duro que ha existido en España desde que se estableció la
democracia en contra de su estado del bienestar.
Lo cual me lleva a otro tema, el
de la Agencia de Cambio. En otras palabras, quién hará el cambio. El gobierno
alemán representa el establishment alemán, en el cual el Bundesbank tiene
enorme poder. No hay duda de que este establishment jugaría un papel
importantísimo en configurar aquel proyecto supuestamente democrático.
Y ahí mi otra crítica a Habermas.
Parece no ser consciente de que las clases populares de los distintos países de
la Eurozona tendrán poca influencia en este desarrollo. De ahí deriva el
excesivo formalismo de Habermas. Hoy los países de la Eurozona están en llamas.
Más y más gente está saliendo a la calle. Y una enorme agitación (en gran parte
silenciada en los grandes medios) está ocurriendo en la Unión Europea. No
sabemos dónde llevará esta energía popular. Pero lo que sí debería estar claro
es que las instituciones actuales, desde la Comisión Europea al Consejo Europeo
y al Banco Central Europeo (que hoy gobiernan la Eurozona) son parte del
problema y no pueden utilizarse para lograr la solución. Una nueva Europa se
necesita con otras instituciones que desde el principio estén democráticamente
gobernadas y que se vayan construyendo de arriba abajo, y que no sea un
producto, una vez más, de las élites antidemocráticas que la están gobernando.
Al lema de que “there is no taxation without representation” de la Revolución
en EEUU hay que añadirle otro que lo guió “government of the people and for the
people can not exist unless is by the people” (el gobierno para el pueblo no
puede existir sin que haya un gobierno del pueblo). A no ser que la nueva
Europa esté diseñada y gobernada por los pueblos de los países de la UE, esta
nueva Europa no será de uso y servicio para ellos. Y lo que está ocurriendo es
un claro ejemplo de esto. Es, en este sentido, una farsa que el Premio Nobel de
la Paz se haya dado a la UE por su dedicación a la paz y a la democracia. La
patética lista de Nobeles de la Paz (con honorables excepciones) es un ejemplo
de la utilización abusiva de tal premio para fines políticos. Cualquier persona
mínimamente objetiva puede ver que la Unión Europea se está construyendo a las
espaldas de la población. Habermas así lo denuncia, pero se equivoca creyendo
que las instituciones que hoy la gobiernan serán las bases para alcanzar la
Europa justa, y democrática que todos queremos.