Domingo, 07 de Julio de 2013
08:21
EP/EM
El extesorero del PP Luis Bárcenas está en prisión desde hace más de
una semana, pero antes de entrar en la cárcel se reunió durante cuatro horas
con Pedro J. Ramírez, director de El Mundo, para asegurar que el partido se
financió ilegalmente durante al menos los últimos 20 años. En un extenso
artículo titulado "Cuatro horas con Bárcenas", Ramírez explica que,
siempre según la versión del también exsenador, el PP ha estado durante las
últimas dos décadas recibiendo donaciones en metálico de empresarios que obtenían
adjudicaciones de las administraciones gobernadas por el PP.¿Qué se hacía con
todo ese dinero? Según el testimonio de Bárcenas, se ingresaba en cuentas del
partido. Parte se destinaba a pagar en negro el sobrecoste de las campañas
electorales y otra quedaba en la caja fuerte para "otros fines". Esos
"otros fines" eran, según el extesorero, el pago trimestral de
sobresueldos en metálico al presidente del partido, al secretario general y a
los vicesecretarios generales.
Bárcenas sostiene que mientras el PP estuvo en la oposición, esos
pagos, que hacía Álvaro Lapuerta, se hacían en la sede del partido en la calle
Génova de Madrid y cando el PP llegó al Gobierno, Lapuerta llevaba los sobres a
ministerios y dependencias oficiales.
LA SALIDA A LA LUZ DE LOS PAPELES
Según explica Bárcenas, el caso salió a la luz el pasado enero como
consecuencia de una traición de su amigo Jorge Trias Sagnier. Bárcenas le dejó
los papeles de la contabilidad B para que se los guardara ante un eventual
registro pero este los filtró a El País.
A partir de ahí, y según las palabras de Bárcenas a El Mundo, el PP
maniobró para intentar frenar el escándalo. Ello incluyó llamadas del
eurodiputado Gerardo Galeote, mensajes llamando a la calma de Mariano Rajoy y
gestiones de los exministros Michavila y Acebes. Tras ello Bárcenas negó ser el
autor de los papeles. Pero ahora reconoce que fue un falso desmentido.
Según El Mundo, Bárcenas "conserva la contabilidad B de los años
no publicados". En ella habría "pagos en negro a dirigentes del PP, a
un exdirigente del PSOE y a algún periodista". Asegura que la publicación
de esos documentos "haría caer al Gobierno".
CONTRA COSPEDAL
En cualquier caso, Bárcenas asegura que su patrimonio personal y sus
cuentas en paraísos fiscales, son "completamente lícitos" y que
"no tiene nada que ver" con el PP.
Las declaraciones de Bárcenas incluyen, además, un ataque directo a la
secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal. "La única
irregularidad que yo he cometido en esta casa ha sido por esta señora",
les dijo Bárcenas a Rajoy y a Javier Arenas. Alude, según El Mundo, al cobro de
una comisión de 200.000 euros por encargo del PP de Castilla-La Mancha a cambio
de una contrata municipal en Toledo a una empresa cuyo presidente aparece en la
lista de donantes del partido.
Cuatro horas con
Bárcenas. P.J.Ramírez
El ex tesorero describe
la financiación ilegal del PP y sus contactos con Rajoy
Pocos días antes de ingresar en prisión, Luis Bárcenas me explicó en el
transcurso de una larga conversación que durante al menos los últimos 20 años
el PP ha estado financiándose de forma ilegal, recibiendo donaciones en
metálico de constructores y otros empresarios que a su vez obtenían
adjudicaciones o contratos de las administraciones gobernadas por el partido.
El modus operandi comenzaba de forma muy similar a la descrita por Casimiro
García-Abadillo el 4 de febrero en EL MUNDO, a partir del testimonio de uno de
los donantes. El dinero se entregaba en bolsas, maletines o maletas en el
despacho del tesorero Álvaro Lapuerta en la calle Génova y en presencia de
Bárcenas, en calidad de gerente. Ambos contaban los billetes y los metían en la
caja fuerte, bromeando a menudo sobre si se fiaban el uno del otro o no.
Cuando el donante abandonaba el despacho, Lapuerta extraía de la
cartera de mano una tarjeta de visita y en el reverso escribía con letra
diminuta el nombre y la cuantía de la entrega. Bárcenas hacía otro tanto en un
libro de caja con sus correspondientes renglones. Periódicamente Lapuerta
cotejaba las ajadas tarjetas que siempre llevaba encima con las anotaciones de
Bárcenas y, al hallarlas conformes, las certificaba con el correspondiente visé
en el margen.
Al día siguiente de la entrega o como mucho durante la semana posterior
Lapuerta llamaba al ministro, secretario de Estado, presidente, consejero
autonómico, alcalde o concejal competente en el asunto que afectaba al donante.
Según Bárcenas, siempre recurría a la misma literalidad: «¿Qué tal? Soy Álvaro
Lapuerta. Te va a llamar fulanito. Tengo interés en que lo recibas. No conozco
el tema del que te va a hablar. Sólo te pido que seas amable y te tomes un café
con él». Todos sabían que era el tesorero el que llamaba.
De acuerdo con esta versión, parte del dinero entregado se ingresaba en
las cuentas bancarias del partido, parte se destinaba a pagar en negro el
sobrecoste de las campañas electorales para eludir la fiscalización del
Tribunal de Cuentas y otra parte se quedaba en la caja fuerte y era utilizado
para «otros fines». Los pagos subsiguientes se realizaban también en efectivo,
apuntando Bárcenas cada salida de dinero en las mismas hojas cuadriculadas en
las que figuraban las entradas. Eso es lo que reflejan los bautizados como
papeles de Bárcenas, elaborados por el gerente de su puño y letra a lo largo de
los años.
Según Bárcenas, el principal y más recurrente de esos «otros fines» era
el pago trimestral de sobresueldos en metálico al presidente, secretario
general y vicesecretarios generales del partido. Cuando el PP estaba en la
oposición las entregas se hacían en los despachos de la propia sede. En el
periodo en el que estaba en el Gobierno, Lapuerta acudía con los sobres a los
ministerios u otras dependencias oficiales. Según Bárcenas, a Lapuerta le
agradaba especialmente esta tarea y solía combinarla con algún detalle
personal. En uno de los casos junto al sobre llevaba una caja de puros
Montecristo al ministerio correspondiente.
Bárcenas me explicó que el pasado mes de enero le dejó los papeles a su
amigo el abogado Jorge Trías para que valorara su trascendencia y se los
guardara ante un eventual registro domiciliario. Según él, Trías dijo que eran
«una bomba», traicionó su confianza, hizo fotocopias y se las pasó al diario El
País a los pocos días de que EL MUNDO desvelara el pago sistemático de
sobresueldos en metálico.
De acuerdo con el relato de Bárcenas, el viernes 1 de febrero, al día
siguiente de la publicación, le llamó Marilar de Andrés, responsable de
Comunicación del PP y estrecha colaboradora de Javier Arenas, para pedirle que
negara la autoría y por lo tanto la veracidad de los papeles. Bárcenas le dijo
que se lo pensaría, recibiendo poco después otra llamada en el mismo sentido
del eurodiputado Gerardo Galeote, con quien le unía hasta entonces una estrecha
amistad. Aconsejado por sus abogados, Bárcenas optó por difundir un tibio
comunicado negando irregularidades en el PP pero sin desmentir la autoría de
los documentos. Según él, al término de esa jornada el presidente Rajoy le
envió un SMS diciéndole que «entendía» su decisión, que estuviera «tranquilo y
sereno» y que al día siguiente le llamaría.
Puesto que al día siguiente no se produjo tal llamada, fue Bárcenas
quien se puso en contacto con Rajoy por la misma vía, diciéndole que estaba
«tranquilo y sereno» pero que seguía a la espera de la conversación prometida.
Enseguida recibió una llamada de «una tercera persona» que le comunicó que los
ex ministros Michavila y Acebes iban a ser sus interlocutores con el
presidente. Así fue. Cinco días después de publicados los papeles, Bárcenas
negó su autoría en 13 TV: «Ese cuaderno no existe, ni ha existido y en
consecuencia esa no es mi letra».
Bárcenas me dijo que ese falso desmentido había sido un «acto de
lealtad» hacia Rajoy y el partido. También explicó cómo trató de falsear su
letra durante la prueba caligráfica ante la fiscalía y el gran «cabreo» del PP
cuando se negó a repetirla en el juzgado. Me contó que había visto varias veces
el vídeo de su declaración ante el juez Ruz, refutando igualmente la
autenticidad de esa «contabilidad B», y que se había sorprendido de la
facilidad con que había negado la verdad, aun teniendo derecho a hacerlo como
imputado.
Según su relato, ese «acto de lealtad» se inscribe en el carácter
pactado que hasta la aparición de su dinero en Suiza había tenido su
desenganche progresivo del PP. Como hito de tal proceso describió con todo lujo
de detalles una reunión en el despacho de Rajoy en la sede de Génova a la que
asistieron también su esposa Rosalía Iglesias y Javier Arenas como amigo de
ambos y vicesecretario del partido. El encuentro duró varias horas, a lo largo
de las cuales Arenas fue retrasando sucesivamente su reserva en el AVE hacia
Sevilla. Rosalía Iglesias y Rajoy estaban sentados, hombro con hombro, frente a
una mesa baja con la espalda pegada a la pared, teniendo respectivamente
enfrente a Arenas y Bárcenas.
La conversación adquirió visos de fuerte tensión cuando Bárcenas
atribuyó a la secretaria general María Dolores de Cospedal las noticias
desfavorables para él que se venían publicando en EL MUNDO y otros medios de
comunicación. El ex tesorero recuerda la literalidad de sus palabras. «¡Me
están machacando! ¡O le paras los pies a esa tía o te quedas sin secretaria
general!», le dijo a Rajoy. «La única irregularidad que yo he cometido en estos
años, en esta casa, ha sido por esta señora».
Ante el estupor de Arenas y Rajoy, Bárcenas describió entonces el cobro
de una comisión de 200.000 euros por encargo del PP de Castilla-La Mancha a
cambio de la adjudicación de una contrata municipal en Toledo a una empresa de
construcción y servicios cuyo polémico presidente aparece en la lista de
donantes del partido. Cuando Bárcenas les mostró documentos acreditativos de la
operación, Rajoy se echó literalmente las manos a la cabeza y –siempre según
los recuerdos del ex tesorero– exclamó: «¡Por Dios, Luis, cómo puedes tener
estos papeles!».
De acuerdo con Bárcenas, Rajoy cambiando el tono, apeló entonces a su sentido
de la responsabilidad: «Templanza, Luis, templanza». También le dijo: «Eres
víctima de una persecución política. Esto no va contra ti, va contra mí». Y
dirigiéndose a su esposa añadió: «Rosa, no os vamos a abandonar». En ese
momento Arenas, desde el otro lado de la mesa, cogió del brazo a Rosalía
Iglesias en señal de solidaridad y apoyo.
Según Bárcenas en esa reunión se habría corroborado el acuerdo de que
dejara formalmente el puesto de tesorero pero siguiera cobrando lo mismo y
manteniendo el coche y las demás prebendas del partido. El ex tesorero asegura
que lo único que pidió a Rajoy en relación al proceso penal es que hiciera lo
posible para cambiar a las dos fiscales anticorrupción asignadas al caso, por
su «animadversión» hacia él. Rajoy le prometió que todo sería «distinto» cuando
el PP llegara al poder.
Arenas admite que esa reunión se celebró y que él estuvo presente; si
bien le concede un carácter «amistoso» y le quita toda «trascendencia
política». Reconoce que Rajoy le encargó de forma sucesiva que convenciera a
Bárcenas de que dejara el cargo de tesorero y de que renunciara al acta de
senador. Pero advierte que fue ajeno a los acuerdos económicos alcanzados y
subraya que esa fue su «única intervención» en el caso Bárcenas. También asegura
que normalmente se veía con él «una vez al año» durante las vacaciones de
verano en Marbella.
Según Bárcenas, a finales del 2012 cuando supo que las autoridades
suizas habían requerido información a su banco como consecuencia de la comisión
rogatoria enviada desde España, se entrevistó con Arenas y le pidió que
informara a Rajoy del dinero que tenía allí y de que había regularizado su
situación con Hacienda, aprovechando la amnistía fiscal de Montoro. También le
dijo que para proteger al PP del previsible escándalo lo mejor sería que dejara
de cobrar del partido y pusiera fin a sus 30 años de relación laboral mediante
el correspondiente finiquito. Arenas niega que esa conversación se produjera
nunca.
Según Bárcenas, al cabo de unas semanas, ya en diciembre, Arenas le
llamó desde Sevilla para decirle que había hecho la gestión. Quedaron
inicialmente «a mitad de camino» en un restaurante cercano a Córdoba, pero
Bárcenas le dijo luego que ya que iba a coger el AVE no le importaba hacer el
trayecto completo. Entonces quedaron en el restaurante Oriza de Sevilla y en el
transcurso de un almuerzo Arenas le contó que se había reunido con Rajoy en La
Moncloa y le había transmitido su propuesta. De acuerdo con su versión, Arenas
le dijo que el presidente pensaba que, puesto que ya había regularizado su
situación fiscal, lo mejor era dejarlo todo como estaba. Arenas niega haber
estado en el restaurante Oriza de Sevilla con Bárcenas en ningún momento del
año pasado. Bárcenas me dijo que comprobaría el día exacto de la cita a través
de su agencia de viajes pero su ingreso en prisión le ha impedido hacerlo.
Bárcenas también me dijo que Arenas le había contado –no me quedó claro
si en esa o en otra reunión– que Rajoy estaba muy preocupado porque Lapuerta le
había «chantajeado» para colocar en las listas electorales tanto de las
municipales como de las generales a su protegida política Carmen Rodríguez
Flores. Según Bárcenas, Lapuerta le había dicho a él mismo que Rajoy «le estaba
dando largas» y que, como no podía consentirlo después de tantos años de
«servicios al partido», estaba dispuesto a utilizar la «contabilidad B» para
presionarle. Bárcenas asegura que él trató de convencerle de que no lo hiciera.
Bárcenas me contó que lo hasta ahora publicado no es sino una pequeña
parte de la documentación que obra en su poder. Sostiene que, además de los
originales de las fotocopias realizadas por Trías, conserva la «contabilidad B»
de los años no publicados y que en ella hay pagos en negro a dirigentes del PP
–incluido uno que, según él, pidió luego una compensación por pasar de un cargo
público a otro menos remunerado–, a un ex dirigente del PSOE y a algún
periodista. Mayor aún sería la trascendencia, de acuerdo con su versión, de
otros documentos y discos duros que probarían la sistemática financiación ilegal
de las campañas del partido.
Bárcenas no quiso concretar más pero en un momento de la conversación
dijo que la divulgación de esos documentos haría «caer al Gobierno» y añadió
que daba por hecho que yo compartía su criterio de que «en las actuales
circunstancias lo último que le conviene a España es que caiga este Gobierno».
Yo le contesté que en cualquier circunstancia lo último que le conviene a
cualquier democracia es estar asentada sobre la mentira.
Bárcenas me contó algunas anécdotas relacionadas con la compra de
trajes para Rajoy con cargo a la caja B del partido, implicando en la selección
a su propio sastre y al ex dirigente Juan Costa, con fama de elegante. Respecto
al origen de su fortuna en Suiza, Bárcenas sostiene que es «completamente
lícito» y «no tiene nada que ver» con el PP, sino que procede de transacciones
en Bolsa y otros negocios. Ante mi reiterado escepticismo, aseguró que podrá
demostrarlo cuando llegue el momento del juicio oral. Añadió que la testigo que
había declarado al juez haber cobrado por fingir compraventas de cuadros, había
tratado en realidad de extorsionarle a él.
No había visto nunca antes a Luis Bárcenas pero reconocí en él al
personaje rocoso, concienzudo y rotundo, magistralmente descrito por Raúl del
Pozo a través del prisma de su Tercer Hombre. Fueron cuatro horas mirándonos a
los ojos sin parpadear. Al término de la conversación le dije que si estaba en
condiciones de probar documentalmente, y en sede judicial, la mitad de lo que
me había contado, provocaría una gran catarsis en el sistema político español y
prestaría un importante servicio a la sociedad. Pero que mientras no lo
hiciera, su situación se parecería cada día más a la de Amedo cuando, por
hechos de naturaleza muy distinta, fue condenado a 108 años de cárcel para
hacerle pagar tanto por sus propias culpas como por las ajenas. Y en ese punto
estamos.
EXTREMADURA PROGRESISTA