Arturo González
31 jul 2013
Aun a riesgo de abaratar la crítica resulta imposible no tomar a chufla
la política española con el consiguiente riesgo de caer o bordear las
convicciones democráticas. Pero la política española actual es un vivero de
casposidades, y responsabilidades y vicios de comedieta barata y ramplona.
Los tramposos fue y es una celebrada película en la que los pícaros
Tony Leblanc y Antonio Ozores se dedicaban a estafas varias como el tocomocho o
el timo de la estampita, al trile y a cuanto se les ocurría para engañar a
ingenuos ciudadanos. La transposición política de todo ello tiene una fiel
representación en la política actual, especial, última y masivamente en el
Partido Popular. No es que Mariano Rajoy tenga el gracejo y simpatía de Tony
Leblanc, pero sí tiene las mismas habilidades de tramposo crónico para engañar
a los ciudadanos. Se ha llegado a la perfección de que todo el mundo desconfía
de ellos por mucho que traten de alterar la realidad abrumadora. Es como una
inmensa ciénaga en la que todo está sujeto a la trampa y a la negación de lo
evidente. Lo mismo que Tony Leblanc y Ozores amoldaban sus estafas a las
oportunidades que fuesen surgiendo, los dirigentes populares adulteran y
pretenden cambiar la realidad. Ya nadie les cree en nada. Da igual que aleguen
que se está saliendo de la crisis cuando el número de parados sigue en alza,
pese a la pequeña disminución estacionaria. De aquellas promesas de que el
dinero empleado para rescatar a los bancos se recuperaría y no les costaría
nada a los ciudadanos, se ha pasado al dato oficial de una pérdida de 26.000
millones de euros.
En su osadía, Ozores y Leblanc llegaron a montar una pequeña agencia
turística, con un autobús prestado, en la que incorporaban un entierro a su
ruta turística, cosa que los turistas extranjeros se tragaban divertidos. Pues
eso es lo que ocurre con el PP; todo lo justifican, en contra de la creencia
general de los ciudadanos.
Mañana se llega al punto álgido de la falsa y Leblanc-Rajoy acudirá al
Parlamento forzado a dar explicaciones sobre el desmadre Bárcenas y sus
contabilidades paralelas, Parlamento que por cierto está patas arriba en obras
pues para esto sí que hay dinero. La democracia española ha llegado a un punto
en el que diga lo que diga Leblanc nadie creerá nada, salvo los suyos. Asimismo
cualquier comisión de investigación que se abriese estaría boicoteada, amañada
y desvirtuada por la nefasta mayoría absoluta de que dispone el PP y por tanto
no tendría valor alguno.
Naturalmente la oposición dirá que las explicaciones de Rajoy-Leblanc
no han sido convincentes en absoluto y los leales diputados del PP dirán
exactamente lo contrario y que su jefe Leblanc ha estado impecable y ha
convencido a la ciudadanía. O sea que el juego de Los tramposos continuará con
nuevas negaciones y fechorías, hasta que dentro de varios años la justicia se
pronuncie, tiempo en el que el señor Bárcenas permanecerá en prisión, sin que
se pueda asegurar que los compinches de Leblanc-Ozores, López Vázquez y demás
componentes de la banda sean castigados o por el contrario se vean libres de
todo su pasado de escándalo.
Concha Velasco y Laura Valenzuela eran las musas redentoras que
trataban de conducir a sus pícaros novios a una redención profesional, incluso
prestándoles dinero para sus hazañas.
Pero no parece que entre las féminas del PP, sea María Dolores de
Cospedal, Ana Mato o cualquier otra, pueda jugar tal papel que haga devolver al
Partido Popular y consecuentemente a todas las instituciones a la normalidad
democrática, que no es otra que la de la transparencia. Por tanto es previsible
que larga vida les espera a quienes tienen el oficio de tramposo.
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