Domingo, 03 de Marzo de
2013 08:24
IE
Todo este fango sobre el «finiquito
fraccionado», la «indemnización en diferido» y el salario «simulado» que rodea
el despido de Luis Bárcenas se resume rápido. El Partido Popular mintió y sigue
mintiendo por no admitir que nos engañó. La bola empezó hace ya casi tres años,
cuando sus principales dirigentes -empezando por Rajoy- explicaron que habían
«apartado» a su extesorero imputado, que ya no estaba «en el partido». Ha
seguido creciendo, con mentiras cada día más flagrantes con las que intentan,
con poco éxito, ocultar la realidad: que seguían pagando un sueldo
estratosférico a Bárcenas por un trabajo inexistente, una relación laboral que
solo terminó el día en que El País
publicó esa contabilidad manuscrita que ha puesto al Gobierno contra las
cuerdas. ¿Qué compraba el PP con ese sueldazo de un cuarto de millón de euros
al año? ¿Su silencio? ¿Sus servicios prestados? ¿Su complicidad?
El partido en el Gobierno sigue sin dar una
explicación coherente, probablemente porque no la puede dar sin que al tiempo
llegue al menos una dimisión. Bárcenas tiene un primer objetivo: tumbar a la
secretaria general, su gran enemiga, María Dolores de Cospedal. No va mal.
Cospedal -que también está enfrentada con Soraya Sáenz de Santamaría y Javier
Arenas- se está convirtiendo en el único fusible que hoy puede saltar para
detener este cortocircuito antes de que vaya a más. Sin embargo, está por ver
que en este país vayamos a ver una dimisión si no es por orden judicial. Y a
favor de la secretaria general juega el marianismo de un presidente capaz de
mantener a Ana Mato como ministra del confeti y la sanidad.
En privado, fuentes del
PP reconocen que el sueldo existió y que se pagaba porque el partido creía en
la inocencia de Bárcenas. También admiten el error de no ponerse una vez
colorado en vez de cien amarillo y seguir en este abochornante balbuceo
fraccionado en el que chapotean sus portavoces hoy. Es una excusa similar a la
que el PP transmitía a toro pasado sobre los trajes de Francisco Camps y su
enroque en una mentira que al final lo mató. El «despido fraccionado simulado»
es el nuevo «yo me pago mis trajes».
Toda incompetencia lo
bastante avanzada es indistinguible de la maldad, pero hay un punto importante
en esta excusa off the record que no acaba de cuadrar: el chantaje, cada día
más obvio. Si Bárcenas les engañó ayer, ¿por qué hoy lo siguen protegiendo?
¿Por qué nadie se atreve siquiera a nombrarlo ni a decir una mala palabra
contra él? ¿Por qué tampoco han tenido tiempo de presentar una denuncia contra
Bárcenas cuando él ya ha puesto dos al PP? Y la pregunta más terrible: si el PP
no tiene nada que ocultar, ¿por qué teme tanto a Bárcenas? ¿Qué secretos
guardan esas nueve cajas que se llevó del PP como para que el extesorero pueda
permitirse una presión tan brutal?
EXTREMADURA PROGRESISTA