DOMINGO, 24 DE MARZO DE 2013
JUAN ANTONIO MOLINA Sígueme
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Benedicto XVI se fue diciendo que
Dios parecía dormido; Francisco I ha llegado afirmando que Dios perdone a los
cardenales del Cónclave por elegirlo. Los sucesores de Pedro parecen
agnósticos: dudan de Dios y del Espíritu Santo en ese galimatías oscuro y
siempre sospechoso de la política vaticana donde todo acontece etsi deus non
daretur (como si Dios no existiera) que era la recomendación que les daba Hugo
Grocio (1583-1645) a los soberanos europeos del siglo XVII.
Claro que también hay
responsables socialistas que actúan etsi socialismi non daretur (como si el
socialismo no existiera). Debe ser cosa de los finales de ciclo. Joan Romero, que fue secretario general del partido socialista valenciano
en los años noventa, ha declarado que “el PSOE necesita abrir un proceso
constituyente que le saque del exilio interior en el que está instalado.”
Es una buena analogía la del exilio interior, que nos muestra el daguerrotipo sepia de un partido cerrado y con escasa capilaridad con las mayorías sociales. Dicen los “vaticanólogos” que de la Sixtina no puede salir lo que no entró, en referencia a que el cardenal que comenzó el Cónclave siendo de una manera no sale Papa con una posición distinta. Las oligarquías tienen esa esclerosis congénita que les impide salvarse como el barón de Münchhausen -con su caballo- de las aguas pantanosas tirándose de la coleta. Aunque algún pensador ha afirmado que cuando las oligarquías disputan entre sí se produce una democracia agregada, esto no es más que una pura ficción como la que refleja la cinta
“Pi, el orden del caos”
del director Darren Aronofsky, donde el personaje principal se obsesiona
intentando buscar cierto orden en lo que no lo tiene hasta llegar a perder el
sentido de la realidad.
http://cineforochapin.blogspot.com/2011/05/pi-el-orden-del-caos-1998.HTML
Una organización, como la socialista,
convertida en una oligarquía burocrática se vuelve conservadora. Las aguas
bajan agitadas y el socialismo parece dormido, que diría Ratzinger, entre
liderazgos endogámicos y un concepto suntuoso del partido adscrito a los
basamentos del poder y, por ello, con más voluntad de ser parte del Estado que
parte de la sociedad. Y lo que es más oneroso, un partido que ha huido de lo
que nos decía Dürckheim: “el socialismo no es una ciencia ni una
sociología en pequeño; es un grito de dolor, a veces de cólera, lanzado por los
hombres que sienten más vivamente nuestro malestar colectivo.” Esto deja al ciudadano como decía Álvaro
Salvador que andaba el poeta chileno Nicanor Parra por los grandes espacios
urbanos: desarraigado, sin ninguna verdad a la que aferrarse ni ninguna utopía
con la que resignarse.
DIARIO PROGRESISTA