El poeta gaditano José
Manuel Caballero Bonald ha afirmado que "la poesía puede corregir las
erratas de la historia", en un discurso reivindicativo del poder consolador
de la poesía en unos momentos tan críticos y cuando se sufren tantas
injusticias
EFE Alcalá de Henares 23/04/2013 12:28
Actualizado: 23/04/2013 16:53
"Me hice escritor
para interpretar la vida"
El escritor José Manuel Caballero Bonald ha reivindicado hoy, en su
discurso de agradecimiento del Premio Cervantes, "la potencia consoladora"
de la poesía, tan necesaria en un mundo como el actual, "asediado de
tribulaciones y menosprecios a los derechos humanos".
"La poesía puede
corregir las erratas de la historia", afirmaba Caballero Bonald
antes de asegurar que, como decía Pavese, la poesía
"es una forma de defensa contra las ofensas de la vida".
"Siempre hay que defenderse con la palabra de quienes pretenden
quitárnosla. Siempre hay que esgrimir esa palabra contra los desahucios de la
razón", añadía el gran escritor gaditano.
Su discurso, que leyó con voz firme, pausada, y con ese lejano deje
andaluz que todavía le queda, estuvo dedicado en buena medida a Cervantes, a su
infravalorada poesía, a su concepción de la libertad y a esos años enigmáticos
y "zonas de penumbra" que hay en su vida, "esas huidas
imprevistas, zozobras, cautiverios", que vienen a ser como "la
síntesis biográfica de un perdedor".
"El más universal
empeño creador de Cervantes fue el que hizo de la libertad un fecundo
condimento literario"
Pero, por muchos fracasos y decepciones que sufriera, Cervantes
"nunca renunció a ir macerando en la memoria su más universal empeño
creador: el que hizo de la libertad un fecundo condimento literario".
Basta con ojear "el esplendor polifónico" del Quijote para entender
que "todo lo que tuvo de infortunada la vida de Cervantes acabó
encontrando una justiciera contrapartida en esa manifestación suprema de la
propia libertad que es la palabra".
En esos años en los que un Cervantes "solitario y
meditabundo" estuvo alejado de las letras; cuando navegaba "sin
brújula entre los boatos de la Italia renacentista o los intramuros argelinos
del cautiverio", por la corte de Felipe II o "la babilónica Sevilla
de finales del XVI y principios del XVII", iría "trasegando de la
vida a la memoria algunos de los hechos y personajes" que luego figurarían
en sus obras.
"Más que la imagen del vencido por la vida, lo que ese Cervantes
acaba sugiriendo es la del vencedor literario de todas las batallas por la
libertad", señaló Caballero Bonald, quien al principio de su discurso
recordó a otros escritores que ya han recibido "el premio mayor de
nuestras letras", como Antonio Gamoneda, José Emilio Pacheco, Juan Marsé,
Ana María Matute o Juan Gelman, "amigos queridos y autores
predilectos".
Superviviente, junto con Francisco Brines, de la llamada Generación de
los Cincuenta, Caballero Bonald también mencionó a otros "compañeros
fraternales" —José Ángel Valente, Carlos Barral, Ángel González, Claudio
Rodríguez, Jaime Gil de Biedma, José Agustín Goytisolo— "a quienes la
muerte cercenó la posibilidad" de recibir el Cervantes.
El arte en general, y
la poesía en particular, pueden "contribuir a la rehabilitación de un
edificio social menoscabado"
El autor de Manual de infractores o de Entreguerras lleva "dos
tercios de siglos" como escritor y dice con humor que quizá sí merezca
"un premio a la constancia". Y aunque ya apenas puede evocar su
"noviciado literario", es consciente de que su "biografía
literaria depende tanto de los libros" que ha escrito como de los que ha
leído.
"Es posible que
encontrara en aquellas lecturas algo parecido a una contrapartida, una
compensación frente a la falta de asideros o los desconciertos de la
edad", señalaba Caballero Bonald antes de decir que "los enemigos
históricos de la libertad han recurrido desde siempre a una suprema barbarie:
la hoguera". "O quemaban herejes o quemaban libros. En las ficciones
futuristas de un mundo amorfo, despersonalizado, regido por computadoras, la
quema de libros representa algo más que un mandamiento atroz: es una metáfora
de la esclavitud", afirmaba el premiado, quien cree que sus
primeras lecturas le pudieron servir para "indemnizarse" de lo que le
"negaba aquel tiempo desdichado" de la inmediata
posguerra, "cuando se cimentaba el infortunio histórico del
franquismo".
"La quema de
libros representa algo más que un mandamiento atroz: es una metáfora de la
esclavitud"
Y una de esas lecturas tempranas se la debe a un profesor suyo de
literatura, que le facilitó una "especie de florilegio hecho por él de las
más llamativas aventuras de don Quijote". Cuando las leyó fue "una
conmoción insospechada". Descubrió "un mundo fascinante".
Cervantes fue siempre "un hombre de mala ventura y un poeta por lo común
desdeñado", aunque "más de una vez se ha dicho que quien escribió el
Quijote no podía ser sino un gran poeta", algo con lo que Caballero Bonald
está de acuerdo.
"En el Quijote, en los aparejos de su espléndida prosa, se
decantan los alimentos primordiales de la poesía (...), esas palabras que van
más allá de sus propios límites expresivos y abren o entornan los pasadizos que
conducen a la iluminación, a esas profundas cavernas del sentido a que se
refería san Juan de la Cruz". Pero, a pesar del amor que Cervantes tenía
por la poesía, esa faceta suya quedó oscurecida "ante la poderosa
luminaria del Quijote", señaló el premiado.
"Recuento de
emociones"
Y en el "recuento de emociones" que fue su discurso,
Caballero Bonald mencionó sus "débitos personales" con la poesía, que
"también tiene algo de indemnización supletoria de una pérdida".
"En mi poesía está implícito todo lo que pienso, y hasta lo que todavía no
pienso, que ya es meritorio", afirmaba el escritor, que,
"honestamente", cree en "la capacidad paliativa de la poesía, en
su potencia consoladora frente a los trastornos y desánimos que pueda
depararnos la historia".
El arte en general, y la poesía en particular, pueden "contribuir
a la rehabilitación de un edificio social menoscabado".
"Tal vez se logre así que el pensamiento crítico prevalezca sobre
todo lo que tiende a neutralizarlo. Tal vez una sociedad decepcionada,
perpleja, zaherida por una renuente crisis de valores, tienda así a convertirse
en una sociedad ennoblecida por su propio esfuerzo regenerador", concluyó
el escritor antes de recibir el prolongado aplauso de los asistentes.
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