LUNES, 1 DE ABRIL DE 2013
VÍCTOR ARROGANTE
Tras la proclamación de
la República el 14 de abril, era necesario aprobar una nueva ley de leyes
republicana y democrática, que identificara al nuevo régimen, surgido de las
urnas y por la voluntad popular. Tras acalorados debates y tras la dimisión de
Alcalá Zamora, las Cortes Constituyentes aprobaron el 9 de diciembre de 1931 la
Constitución de la República española, que fue la más avanzada de su tiempo.
El 28 de junio de 1931
se celebraron elecciones generales a Cortes Constituyentes, que elegirían a 470
diputados. El decreto de convocatoria, estableció que las Cortes estarían
compuestas por una sola Cámara, elegida por sufragio universal masculino (la
mayoría de edad se redujo de 25 a 23 años). Se reformó el sistema electoral en
el que la candidatura mayoritaria obtenía el 80% de los escaños a elegir,
siempre que hubiese obtenido el 20% de los votos emitidos; el 20% de escaños
restantes se les adjudicaba a las minorías. Provincias y ciudades se
constituyeron como circunscripciones electorales, eliminando el sistema
característico en la Restauración.
Se enfrentaban dos
grupos ideológicos de presión: la «Conjunción republicano-socialista», contra
la derecha monárquica y antirrepublicana que concurría dividida. Las elecciones
dieron un triunfo rotundo a la Conjunción, quedando el Congreso constituido en
torno al Partido Socialista Obrero Español y al Partido Radical Socialista. El
PSOE, liderado por Julián Besteiro e Indalecio Prieto, obtuvo 115 escaños; y el
PRS, de Marcelino Domínguez, 61 diputados. El Partido Radical Republicano,
liderado por Alejandro Lerroux, obtuvo 90; la Derecha Liberal Republicana, de
Alcalá Zamora, 25 y Acción Republicana, de Manuel Azaña, 26 escaños.
El Gobierno salido de
las Cortes Constituyentes, condujo a la República hasta la proclamación de la
Constitución el 9 de diciembre. Fue elegido Alcalá Zamora como jefe de estado y
Manuel Azaña como presidente del consejo de ministros. La Constitución diseñaba
una República social, democrática y reformista. Considerada como una de las más
avanzadas del momento. En su artículo 1, declara que «España
es una República democrática de trabajadores de toda clase, que se organiza en
régimen de libertad y justicia. Los poderes de todos sus órganos emanan del
pueblo. La República constituye un Estado integral, compatible con la autonomía
de las regiones y de los municipios».
Declaraba la
Constitución que todos los españoles son iguales ante la ley; el estado español
no tiene religión oficial, y estará integrado por Municipios mancomunados en
provincias y por las regiones que se constituyan en régimen de autonomía. Se
reconoce el castellano como idioma oficial de la República, «que todo español
tiene obligación de saberlo y derecho de usarlo, sin perjuicio de los derechos
que las leyes del Estado reconozcan a las lenguas de las provincias o
regiones». En aquellos momentos de entre guerras de primeros del siglo XX,
«España renuncia a la guerra como instrumento de política nacional».
La Constitución rompe con la tradición
bicameral y elimina el Senado. El Congreso sale reforzado con la facultad de
destituir al Jefe del Estado (con mandato de siete años), que es elegido de
forma mixta: por los parlamentarios y a través de unos compromisarios elegidos
por sufragio universal; de esta forma era responsable ante el Parlamento y ante
los electores. La República se declaraba laica, garantiza la libertad de culto,
prohíbe a las órdenes religiosas ejercer la enseñanza y desvinculaba al Estado
de la financiación de la iglesia. Esto significó una ruptura radical y un foco
de tensión, en un país donde el altar era tan importante como el trono. Más
tarde se lo cobraron bien.
Una de las novedades que le confieren su rasgo
más democrático, es el reconocimiento del sufragio universal, incluyendo a las
mujeres; y el derecho de voto a todos los ciudadanos de más de 23 años. Estos
preceptos supusieron una auténtica revolución: ¡las mujeres podían votar! Se
avanzaba hacia el auténtico sufragio universal.
La Constitución reconocía la libertad
religiosa, de expresión, reunión, asociación y petición; el derecho de libre
residencia, de circulación y elección de profesión; inviolabilidad del
domicilio y correspondencia; igualdad ante la justicia; protección a la
familia, derecho al divorcio, al trabajo, a la cultura y la enseñanza. Se
suprimía los privilegios de clase social y de riqueza; y se abría la
posibilidad de socialización de la propiedad y de los principales servicios
públicos
El gobierno emprendió un amplio programa de
reformas en un contexto económico desfavorable, marcado por el ascenso del
paro. La reforma laboral, que favorecían la posición de los trabajadores y
sindicatos, encontró una dura oposición de los empresarios. La reforma del
sistema educativo, favoreció la construcción de 6.750 escuelas y contratación
de 7.000 maestros y maestras con mejores salarios; la religión dejó de ser
asignatura obligatoria. La reforma en el ejército buscaba su fidelidad y la
reducción del excesivo número de jefes y oficiales. La reforma agraria (1932)
buscaba el reasentamiento de campesinos sin tierra en latifundios
insuficientemente explotados.
El conflicto con los empresarios y
latifundistas, el enfrentamiento con la iglesia, con el ejército, con los
campesinos y con los trabajadores, provoca que Alcalá Zamora fuerce la dimisión
de Azaña, y se convocan nuevas elecciones, que se celebran el 19 de noviembre
de 1933. Son unos comicios históricos, en los que por primera vez pueden votar las
mujeres. Los resultados dan un giro al panorama político. La derecha se hace
con el poder. La Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), una
coalición de partidos de derechas de dudosa lealtad a la República, liderada
por José María Gil-Robles, con 115 diputados, se convierte en la primera fuerza
de un Parlamento muy fragmentado. El PSOE, liderado por Francisco Largo
Caballero, obtiene 59 escaños, perdiendo 56 diputados.
Desde el gobierno Lerroux, en minoría
mayoritaria (102 diputados), con el apoyo parlamentario de la CEDA, se inicia
una contra-reforma: paralización de la reforma agraria que origina la expulsión
de los miles de campesinos de las tierras ocupadas; paralización de la reforma
militar y designación para los puestos claves a militares antirrepublicanos
como Franco, Goded o Mola; conciliación con la iglesia; paralización de las
reformas educativas, del programa de construcciones escolares y se anula la
enseñanza mixta; freno al proyecto de Estatuto de Autonomía vasco, y enfrentamientos
con la Generalitat catalana. ¿Les suena de algo esta política?
La tensión política aumenta con la entrada de
tres ministros de la CEDA, en octubre del 34, lo que se interpreta por la
izquierda, como el anuncio del triunfo del fascismo. Con esta situación el
PSOE, UGT, CNT, y el PCE, llama a la huelga general contra el gobierno. La
huelga fracasa en Madrid; el gobierno había acuartelado a las tropas,
deteniendo a los principales dirigentes socialistas y comunistas. Companys
desde la presidencia de la Generalitat, dirige una insurrección con claro matiz
independentista, rápidamente reprimido por del ejército. En Asturias triunfa la
huelga general y degenera en una verdadera revolución organizada por UGT y CNT.
El gobierno optó por la represión y la Legión, dirigida por el general Franco,
se encargó de la masacre: más de mil trescientos muertos, el doble de heridos y
treinta mil detenidos. Peor imposible.
A principios de 1936, el descrédito del
partido en el gobierno de Lerroux, sus escándalos del "estraperlo" y
la desconfianza hacia Gil-Robles, llevan a la disolución de las Cortes. El 16
de febrero se celebran las nuevas elecciones y vuelven a concurrir dos bloques
ideológicos irreconciliables. El Frente Popular, formado por la izquierda
republicana y los partidos obreros, ganan las elecciones. Cesa Alcalá Zamora
como presidente de la República y es sustituido por Manuel Azaña, quién encarga
a Casares Quiroga formar gobierno. El nuevo gabinete reinicia la acción
reformista: amnistía para los represaliados de octubre del 34; restablecimiento
del Estatuto catalán; alejamiento de Madrid de los generales más sospechosos de
golpismo; reanudación de la reforma agraria; y tramitación del estatuto de
Galicia.
Los primeros meses del 36 se caracterizan por
una escalada de la violencia física y política. A la República le quedaban seis
meses de existencia «pacífica». El 18 julio, deseado por unos, esperado por
otros, temido por muchos y un gobierno sin querer enterarse de lo que se
preparaba, se produce el golpe de estado militar contra la República. Arranca
la Guerra Civil. Tuvieron que pasar muchos años, hasta que el pueblo español,
en uso de su soberanía, refrendara otra Constitución que estableciera un Estado
Social y Democrático de Derecho.
Blasco Ibáñez, en su novela publicada en 1893
¡Viva la República! decía refiriéndose a la Primera: “Soy republicano, aunque
humilde e ignorante, y pertenezco a esa clase de locos que anuncian utopías que
al día siguiente son realidades. Sois topos que protestáis ante el menor rayo
de luz, y por eso sentís un furor sin límites ante la República, esa sublime
locura que acaba con los privilegios, que considerando a todos los hombres
iguales, les hace abrazarse como hermanos, y que reconociendo su libertad, les
da derecho a gobernarse por sí mismos.” También vale para la Segunda y
las que vengan.
@caval100
DIARIO PROGRESISTA
LA INTERNACIONAL SOCIALISTA
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