La República. Sobre la idea
republicana (III)
LUNES, 8 DE ABRIL DE 2013
El sistema político republicano moderno, se identifica con un sistema
de valores, como expresión de la voluntad libre y soberana de la ciudadanía: el
pueblo se gobierna a través de representantes elegidos democráticamente y la
igualdad de oportunidades como esencia de sus principios. En este sistema, la
jefatura del estado también es elegida, y no hay rey o líder que guíe, arbitre
o gobierne; no hay persona o figura que esté por encima de la ley, ni
irresponsable ante ella.
A lo largo de la historia, el concepto y la idea republicana han
evolucionado, pero hay un hilo conductor: el pueblo que se autogobierna y
protege la libertad, como acto contrario a la dominación; se fundamenta en el
derecho y el imperio de la ley, y todos iguales ante ella; la igualdad de
oportunidades como esencia democrática; la participación ciudadana, como marco
de referencia; los derechos civiles y la transparencia, como oposición a la
corrupción política, que es lo contrario a la democracia en libertad.
Una república en sí misma, no es garantía de bienestar o de democracia;
son sus valores los que dan carácter al modelo y la ejemplaridad de los
servidores públicos. Son las garantías para ejercer los derechos los que dan la
dimensión exacta del sistema. Y el buen ejercicio de la propia democracia
realza la idea republicana. Una monarquía (parlamentaria o constitucional)
puede ser democrática en su ejercicio, si el pueblo así lo ha decidido, pero la
monarquía, que es un símbolo que transmite su poder por la herencia de la
sangre, está muy alejada de los principios de igualdad ante la ley y de
igualdad de oportunidades. La monarquía es antidemocrática por naturaleza,
opaca por convicción, alejada de las necesidades de la gente y de los intereses
reales de la ciudadanía.
El acceso a la jefatura del estado, como a cualquier otro órgano de
representación públicos, no puede tener carácter hereditario, sino sometido a
la libre y democrática elección ciudadana. «Las magistraturas vitalicias, y más
aún las hereditarias, dificultan el fácil acomodo de las personas que ejercen
cargos de esa naturaleza a la voluntad del pueblo en cada momento histórico»,
decía el socialista Luis Gómez Llorente. Ninguna generación puede comprometer
la voluntad de las generaciones sucesivas; son éstas las que deben proyectar su
futuro libremente, sin ataduras del pasado. «Se debe, incluso, facilitar la
libre determinación de las generaciones venideras».
En el republicanismo se conjugan
las ideas de honestidad, integridad, honradez, lealtad y justicia en el
gobierno de la cosa pública. Esta idea está entroncada en la filosofía de la
república griega y romana, pasando por Maquiavelo; está presente en la
«Revolución Francesa», en los pensadores antimonárquicos ingleses del siglo
XVII y la Ilustración radical. Los padres de la constitución americana la
llevaron a los altares del liberalismo. No hay dictadura posible para mejor
gobernar; el mejor gobierno es el de la ciudadanía para si misma.
También podríamos decir que la Constitución española está inspirada en
esos principios y hechos históricos, pero no es cierto. El modelo español, sigue el hilo de la evolución
de la monarquía absoluta: el rey es el que va cediendo su soberanía procedente
de «dios»; no es el pueblo soberano quien otorga el mandato del poder.
Es cierto que en la Constitución española se declara que la soberanía
nacional reside en el pueblo y que de él emanan los poderes del Estado, pero no
es eso; y que en el artículo 1.1 se establece que «España se constituye en un
Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de
su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo
político»; pero falla el modelo, al diseñar la forma política, como monarquía
parlamentaria. Además de ser una monarquía instaurada por Franco, mediante las
«leyes fundamentales del reino», no ha sido votada en referéndum por el pueblo
soberano; se votó la Constitución y en un tótum revolútum, se coló la
monarquía.
Tampoco podemos seguir aquel hilo histórico, cuando en el artículo 56.3
se dice que «La persona del Rey es inviolable y no está sujeta a
responsabilidad». El rey se sitúa por encima de la ley, no está sujeto a su
mandato, y por tanto encima de todos los españoles. Sin hablar de los
comportamientos -incluso los criminales-, que no quedan sujetos a las leyes que
a todos nos afectan. Y mucho menos, cuando se dice que «La Corona de España es
hereditaria en los sucesores de S. M. Don Juan Carlos I de Borbón, legítimo
heredero de la dinastía histórica», es decir: de la monarquía absoluta y
represora de Fernando VII y sus antecesores imperiales, la irresponsable de
Isabel II, la caciquil que representa la Restauración y la dictadura diseñada
en las leyes franquistas.
El hilo conductor de la idea sobre la libertad en el republicanismo, no
es exactamente la que se entiende desde el liberalismo; sino que presenta una
visión del ser humano, como una manifestación de la vida social. En este
espacio, la política es una actividad en la que los ciudadanos desarrollan sus
potencialidades individuales; frente a la concepción del liberalismo, que
entiende que la única actitud posible por parte de la ciudadanía es la
resistencia pasiva frente a un Estado. El Estado tiene que ser garante del
bienestar general y en particular de los más desfavorecidos socialmente.
El individuo nunca existe al margen de la realidad social, ya que se
forma a partir de un conjunto de relaciones sociales, pero la sociedad tampoco
se puede concebir al margen del reconocimiento de las voluntades individuales,
capaces de autogobernarse. No hay más soberanía que la del individuo, que no
cede sus derechos a un «Leviatán» con vida propia, sino que intenta ejercerlos,
por representación a través de la cooperación con otros ciudadanos, aumentando
así su poder. El Estado republicano, no es algo ajeno al ciudadano, sino algo
de lo que el ciudadano forma parte y así lo siente.
En el republicanismo la política es una actividad digna, honesta y de
responsabilidad. La ciudadanía es militante político ante el grupo social,
donde su opinión se deja sentir y es tenida en cuenta constantemente, en las
decisiones que determinan la actividad del Estado. Es una democracia
participativa y decisoria, muy alejada de la democracia electoralista cada
cuatro años.
La democracia adquiere un carácter deliberativo, permitiendo que todas
las decisiones públicas sean producto de una reflexión, en la que la totalidad
de la ciudadanía participa responsablemente, para conseguir conciliar intereses
contrapuestos y obtener diversos planteamientos, garantizando que ninguna
solución quede sin considerar. La libertad es entendida, no como que la
sociedad no pueda tomar decisiones contrarias a las voluntades individuales,
sino como que estas decisiones, no deben interferir arbitrariamente en el
ámbito de lo privado.
Nadie puede decidir por el
individuo, en lo que respecta a sus propios intereses, y ninguna pauta de
comportamiento es excluida, en tanto que no perjudique a los intereses de los
demás. La diversidad y la disidencia, son valores que los republicamos
entendemos asociados a una concepción laica del individuo, que no acepta más
normas morales que las que dicta su razón. Un pleno ejercicio de libertad para
todos y plena conciencia de pertenecer a la comunidad, sólo es posible si hay
igualdad suficiente. En una sociedad, en la que la igualdad sea real y
efectiva, no surgirán enfrentamientos y disensiones por las diferencias, que no
son sino afrentas para los que menos tienen.
Todos las personas han de tener
garantizado un mínimo de subsistencia y bienestar; no en forma de caridad
estatal, que menoscabe el auto respeto, sino un mecanismo para su emancipación
intelectual y sostenimiento de la dignidad como ser humano. Es tarea
fundamental del Estado garantizar la igualdad de oportunidades y que las
diferencias económicas y de poder, sólo vengan dadas por el mérito o el
trabajo. Para ello el sistema educativo público debe ser de la máxima calidad y
atractivo para todas las clases sociales, de manera que sea una experiencia de
convivencia entre los diversos grupos.
En definitiva, es necesaria la igualdad porque todos los seres humanos
somos iguales, y es necesaria la libertad porque todos somos diferentes. Cada
persona es responsable de encontrar su propio camino hacia la felicidad, pero
la sociedad, a través del Estado, es responsable de reducir la improbabilidad
de conseguirlo; y que el bienestar de unos no se haga a costa de la pobreza de
otros. (Del Documento Político de Izquierda Republicana, en el año en el que se
cumplió el setenta aniversario de su fundación por Manuel Azaña, Presidente de
la Segunda República Española).
Personalmente soy republicano por convicción y principios, coincidentes
con todo lo dicho hasta ahora. Estoy convencido de que no se terminaran los
males de España por instaurar una República; pero sería un principio. El modelo
republicano debe ser políticamente abierto, participativo y por tanto
democrático; un modelo en el que la ciudadanía sea crítica y responsable; un modelo
sustentado por principios y valores de libertad, igualdad y justicia social; y
que éstos sean blindados por la Constitución, para evitar que los gobiernos de
turno, ataquen los fundamentos del propio Estado republicano.
@caval100
DIARIO PROGRESISTA
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