29 de abril de 2013
¿Qué queremos que signifique este
1º de mayo?: ¿la fiesta de los trabajadores?, ¿un día reivindicativo?, ¿o el
inicio de la movilización permanente que culmine en la transformación social?
Las cifras de paro que arrojaba
la última encuesta de población activa (E.P.A.) reflejan el drama que está
padeciendo la sociedad española.
Las políticas neoliberales son
una máquina de destrucción de puestos de trabajo. España alcanza los 6.202.000 parados,
superando el 27 % de desempleo y aumentan las cifras de paro en 563.200
personas en el último año.
Esta situación es insostenible,
casi 1.906.100 cuentan con todos sus miembros en paro y mientras el gobierno
sigue insistiendo en salvar a los bancos dando la espalda a millones de
ciudadanos y anteponiendo los intereses de una minoría (la banca, gran patronal
y fortunas) a la de millones de personas.
Ninguna de las medidas económicas
tomadas por el Gobierno han servido para reactivar la economía y generar
empleo.
Este drama nos tiene que hacer
pasar a la ofensiva pues con las políticas de ajustes y recortes se agravará la
situación, pese a lo que digan unos y otros.
La realidad: el paro estructural
no disminuye y queda demostrado que ni con medidas económicas tanto liberales
como keynesianas bajará.
Al gran capital, en estos
momentos, le conviene una tasa elevada de paro estructural porque gracias a
ello bajan los salarios, abaratan costes
y mano obra, lo que le genera beneficios y plusvalías a costa de la pérdida de
derechos económicos y laborales de los trabajadores.
La nacionalización de la banca se
ha llevado a cabo a favor de los capitalistas y banqueros, tanto por este
gobierno como por los anteriores.
Actualmente sólo ha servido para
materializar un trasvase de recursos públicos del bolsillo de los
trabajadores al bolsillo de los banqueros y así salvar los intereses de los que
han defraudado y falseado las cuentas.
Dicha nacionalización se debería haber planteado a favor de los
ciudadanos y trabajadores, a favor del pueblo, lo cual no significaría la
expropiación de los ahorradores, impositores,
pequeños empresarios ni clientes sino todo lo contrario; una vez
nacionalizados los recursos económicos, todos los depositantes de la banca
pública tendrán la garantía del Estado.
Además, la nacionalización de las
entidades bancarias debería haber ido acompañada de lo que pienso que son las
palancas fundamentales de la economía: Reforma fiscal progresiva duplicando los
tramos impositivos, unificación de los tipos impositivos de las rentas del
trabajo con las del capital y recuperación de los impuestos de patrimonio,
sociedades, sucesiones, grandes fortunas, transacciones financieras.
Intervención de todos los sectores estratégicos del país para ponerlos al
servicio común de los ciudadanos y ser utilizados como motor de la economía, factor de reactivación y creación de empleo.
Lucha contra el fraude fiscal y la economía sumergida. Persecución y contundencia contra la
corrupción. Auditar a todas las empresas que presenten EREs y prohibir la
tramitación de los mismos a aquellas empresas que no puedan probar pérdidas
reales. Laicidad del estado y anulación de todas las aportaciones económicas y
privilegios fiscales a la Iglesia Católica, etc, etc, etc.
Todo ello contribuiría a establecer
condiciones más favorables para los pequeños y medianos empresarios,
agricultores, pequeños comerciantes, autónomos, pensionistas, ahorradores y
trabajadores en general, a la vez que permitirá la inversión en servicios
sociales, vivienda, sanidad, educación e infraestructuras públicas, dando
empleo a millones de jóvenes y trabajadores e iniciando el camino para acabar
con el “paro estructural crónico” que bajo el neoliberalismo o el social
liberalismo no tiene salida.
La derecha política se ha quedado
sin alternativa ante este problema del paro y la socialdemocracia, que siempre
ha buscado soluciones sin romper con el liberalismo, ha fracasado en todos los países donde
gobernaba.
Existe una alternativa y esa
alternativa se llama Socialismo; un nuevo socialismo, el del siglo XXI.
Escrito por Jesús Molíns
Guitarte.