3 de abril de 2013
La obtención del lucro
privado es el objetivo fundamental del capitalismo, porque los beneficios salen
de la explotación de los asalariados, ya que, como explicó Marx, el asalariado, durante la jornada de trabajo,
además de generar el valor de su propio salario, crea un valor extra que se llama “plusvalía”,
que es la parte que retiene el capitalista y que representa la ganancia.
Los ciclos de crisis,
recesión y recuperación o depresión, se
han sucedido en toda la historia del capitalismo, pero la situación actual es
más grave que la crisis de 1973/75, llamada la crisis del petróleo y similar a
la de 1929, según aseguran cada vez más expertos y analistas, no solo críticos
del sistema, sino de los propios estrategas de la burguesía.
El colapso del sistema
financiero mundial es un hecho de tal magnitud, con tantas repercusiones en el
plano económico, político, social, ecológico
y militar, que es difícil predecir todas sus consecuencias que todavía
pueden presentarse, aunque el aparato de propaganda de la burguesía quieren
hacernos creer que para final de este año o quizás a principios de 2014,
saldremos de la recesión, aunque otros dicen que habrá un largo periodo de
estancamiento.
La realidad concreta es
que la economía del conjunto del planeta se encuentra al borde del abismo,
precipitándose hacia la recesión más profunda desde la Segunda Guerra Mundial.
Ese colapso económico está desvelando el auténtico funcionamiento de la llamada
"democracia burguesa”, que en
realidad es la dictadura del gran capital aplicada con firmeza por la Troika a
través de los gobiernos de turno. Una
dictadura en la que los gobiernos de EEUU y Europa, formados por individuos con
sueldos espectaculares que velan por los intereses de la clase dominante, continúan
conspirando para que los costes de esta brutal crisis los paguemos las familias
trabajadoras de todo el mundo, metiéndonos impunemente la mano en los bolsillos
del pueblo, lo que representa robar a
los más pobres para darlo a los ricos banqueros y especuladores que son los
auténticos responsables de esta crisis.
Toda la caterva de
analistas liberales, con los miles de asesores económicos del mundo de las
finanzas que cobran enormes fortunas, han conseguido con sus errores y
directrices enfocadas a favor del lucro privado de los capitalistas, que la
mayoría de bancos de inversión, aseguradoras y cajas de ahorros terminaran en
la bancarrota o fuesen colocados al borde de la suspensión de pagos. Para
constatar algo semejante hay que remontarse al crac de 1929. Para evitar un
colapso aún mayor, el gobierno de EEUU obligó a todos las naciones a realizar
una gigantesca operación de rescate, inyectando dinero público para salvar la
economía privada, que no evitó el desplome de los mercados durante todo el mes
de septiembre de 2007.
Ese tremendo desplome como era inevitable en
una economía globalizada y con unos mercados financieros integrados a una
escala nunca vista, debemos considerarlo los efectos de la crisis cíclica
estructural del sistema capitalista y no la causa. Las causas fundamentales de
las crisis cíclicas, son la apropiación individual de las plusvalías que ejerce
la propiedad privada de los grandes medios de producción, las fronteras
nacionales, la acumulación de riqueza en un polo y el empobrecimiento
generalizado de las masas, el recurso al crédito de forma especulativa… entre otras que son las contradicciones
insalvables del capitalismo, Los activos
tóxicos de enormes masas de capital fiduciario contagiaron también a los
mercados financieros de Europa y resto del mundo, que sigue siendo un lastre
que nos arrastra hacia el precipicio.
En el primer año de la crisis, hasta
septiembre de 2008, la administración norteamericana había gastado más de
900.000 millones de dólares en rescates y apoyos al sistema financiero que se
les venía abajo. Los resultados para la recuperación fueron más bien
escasos. A esta cantidad descomunal se
suman las inyecciones de liquidez en el mercado interbancario por parte de la
Reserva Federal de EEUU (FED), el Banco Central Europeo (BCE), el Banco de
Inglaterra o el Banco Central de Japón, que superan generosamente el billón de
euros. Según algunos cálculos, ese
terrible agujero negro se ha tragado ya en torno a 20 billones de dólares, lo
que representa una tercera parte del PIB mundial.
Todas estas
aportaciones de capital no han conseguido ni restaurar la confianza ni evitar
el estrangulamiento del crédito después de más de cinco años. Por un lado, las montañas de deudas bancarias
y empresariales acumuladas en estos años de orgía especulativa son muy
difíciles de recuperar en un momento en que la economía real, productiva, se
desliza con fuerza hacia la depresión, la guerra comercial y de divisas. Ahora vemos una contradicción más, porque
mientras las carreras de armamentos con sus amenazas bélicas, con los
conflictos recientes con amenazar nucleares entre Coreanos, junto con las
guerras latentes de Siria, Afganistán, Oriente Medio, Mali y Centro de África,
etc, se enconan, la recesión se
recrudece y economía real sigue lanzando
a los trabajadores al paro.
Está claro que refinanciar la deuda de
empresas en dificultades, y de los propios Estados al borde de la
bancarrota, cuyas expectativas de negocio van hacia abajo, no es una
operación muy rentable. Éste es el caso de todas las grandes multinacionales de
la construcción y las inmobiliarias cuyos activos se han depreciado a un ritmo
de vértigo y sus valores se derrumbaron en la bolsa. Al mismo tiempo los
grandes bancos de todo el mundo, que están pillados en el apalancamiento
generalizado de las últimas décadas, no tienen ninguna garantía de recuperar
sus créditos; sus pasivos aumentan y la capacidad de obtener liquidez en el
mercado interbancario mengua, porque
nadie se fía de nadie. El atesoramiento de enormes sumas en Paraísos Fiscales
drenan la recuperación y los ladrones no se fían de los ladrones.
Los valores bursátiles
de las empresas financieras, bancos de inversión, bancos comerciales, inmobiliarios,
constructores, eléctricos, telecomunicaciones, aeronáuticas, automoción, o sea
el conjunto de la economía, se han construido sobre una montaña de créditos que
ahora son impagables. El frenazo de la economía productiva, el descenso en las
ventas, el crecimiento del desempleo y de la morosidad y, por supuesto, el crac
financiero, supuso un brusco punto y final a la fiesta. Tan sólo en un año (de agosto de 2007 a
septiembre de 2008), las bolsas mundiales perdieron el 22% de su valor, una
caída equivalente a 12,4 billones de dólares. Si se suma el desplome acumulado
en septiembre la pérdida se acerca a los quince billones. En las bolsas
estadounidenses se han evaporado billones de dólares, valorados en esa fecha
en una cantidad que superó el PIB de
América Latina y el Caribe en 2007. Por
más que intenten transmitir confianza, el sistema capitalista está inmerso en
un crac de proporciones difícilmente cuantificables.
Tras el derrumbe provocado por el colapso del
estalinismo en la URSS y en Europa del Este, la euforia de la burguesía mundial
era colosal y se frotaban las manos de contentos. Intoxicados por sus éxitos
aparentes, los imperialistas norteamericanos se lanzaron en tromba para imponer
su doctrina en todos los rincones del mundo: globalización, liberalización
económica, privatizaciones, desregulación de los mercados financieros, saqueo
de los países pobres, extensión de la precariedad laboral y aumento de la
explotación, caída de los salarios, intervenciones militares con “guerras
preventivas contra el terrorismo" en IRAQ,
que eran organizadas como una mentira colosal y asesina por el
despreciado “Trío de las Azores” a través de su mercenario aparato de
propaganda burguesa.
En un contexto semejante, los
"teóricos" de la economía y la sociología burguesas se apresuraron a
decretar el fin de todas las crisis y de la historia; los políticos y los
gobernadores de los bancos centrales
hablaban sin recato de un "círculo virtuoso" de crecimiento
sin fin; y los premios Nobel de economía eran contratados por los grandes
bancos de inversión para que aplicasen sus fórmulas matemáticas al negocio del
dinero. La confianza lo inundaba todo.
La OCDE en su documento
de Perspectivas Económicas Mundiales de 1999 afirmaba: "Estamos en el
umbral de una atractiva oportunidad: la posibilidad de un sostenido y largo
boom de la economía mundial que se prolongará en las primeras décadas del
próximo milenio (...) Una confluencia de factores podrían unirse para propulsar
importantes mejoras en la capacidad de creación de riqueza y bienestar a escala
mundial...".
Han pasado menos de quince años desde ese
informe, un suspiro en la historia de la lucha de clases, y todas las
expectativas se han transformado violentamente en su contrario arrasando con
todas las certezas que parecían inexpugnables y barriendo la confianza de la
clase dominante. El pesimismo y la
incertidumbre son totales, no solamente entre la juventud y los pobres del
mundo, que ven cómo nos han robado el futuro, sino incluso entre los estrategas
de la clase dominante que se han quedado
sin un modelo claro para salir del atolladero.
En medio de la euforia,
los marxistas denunciamos las enormes contradicciones que el boom económico
estaba creando en los cimientos del sistema. Nuestros análisis eran
considerados con desprecio y altanería por los burgueses pero también por los
“sabihondos social-liberales que marchaban coaligados con los socialdemócratas”,
hipnotizados por los magníficos "resultados" de las cuentas de
beneficios, que vergonzosamente cedieron ante las presiones de la burguesía y
comenzaron las contra-reformas. También
éramos despachados por los ex marxistas que pululan por los intersticios del
movimiento obrero, esos escépticos desmoralizados que se impresionaron por los
brillos del boom y que culpabilizaron a los trabajadores por su "bajo
nivel de conciencia". Los hechos
han respondido con claridad a todos estos elementos que abandonaron un punto de
vista de clase.
Durante estos años, los marxistas hemos
señalado que este boom económico no podía comparase, en ningún caso, con la
época dorada del auge capitalista de la posguerra. Desde 1945 hasta 1970 los
países capitalistas avanzados, especialmente EEUU y Europa Occidental,
registraron tasas de crecimiento asombrosas, impulsando un desarrollo
espectacular de las fuerzas productivas, del comercio mundial y de la división
internacional del trabajo sin parangón en ningún otro periodo de la historia
del capitalismo.
El motor de este crecimiento fue, sin lugar a
dudas, las grandes inversiones en capital que hicieron aparecer nuevas ramas de
la producción y multiplicaron la capacidad de crear manufacturas en masa. La
extracción de las plusvalías, tanto relativas como absolutas fue en aumento,
haciendo crecer vertiginosamente la tasa de ganancia y estancando los niveles
salariales a la baja a la vez que se alargaban las hipotecas hasta dos vidas
laborales y más.
A diferencia de lo que
plantean ahora los defensores de la "regulación", no fue la
intervención del Estado en la economía lo que movió el sistema hacia adelante,
sino la reinversión masiva en el proceso productivo de la plusvalía acumulada y
la especulación. Pero esta fase de ascenso también fue liquidada por las
contradicciones insalvables del capitalismo, dando paso a la recesión de los
años setenta y sus consecuencias revolucionarias en todo el mundo, secundada
por esta segunda crisis de honda larga que comenzó en 2007 en EEUU con el
colapso de la economía. El descrédito de
las teorías keynesianas, teorías que por otro lado no ponían en riesgo la
propiedad capitalista, fueron reemplazadas por las viejas ideas del liberalismo
y el monetarismo, para salir de la primera gran ola, pero esta segunda fase no
ha respondido a las medidas, ni a las keynesianas ni a las liberales.
Aunque no disponemos de
espacio para analizar en detalle la historia
económica de estos últimos años, un hecho sobresalía por encima de
todos. En contraste con los años dorados de la posguerra, la rentabilidad que
ofrecía la inversión productiva durante las últimas décadas se hacía cada vez menos atractiva
para el capital, abandonando las inversiones productivas y dedicándose a la especulación salvaje.
A pesar de la aparición de mercados como China, que atrajeron fuertes
inversiones occidentales y suavizaron los efectos negativos de la recesión del
sudeste asiático a mediados de los años noventa, la acumulación chocaba con los
límites de un mercado mundial que reflejaba la tendencia a la sobreproducción.
El fortalecimiento de China como potencia
exportadora de manufacturas baratas agudizaba esta tendencia y lo que en un
principio fue un respito, dialécticamente ahora se convierte en su contrario,
sobre todo, forzándoles a los BRICS a tomar medidas en busca de un nuevo polo,
con una posible nueva moneda que desataría la guerra de las divisas que es la
misma que una guerra comercial aguda. .
Así, la sobre-acumulación de
capitales fortaleció el movimiento ascendente hacia la especulación y forzó una
desregulación absoluta del mercado financiero.
De nuevo el capitalismo
camina hacia la catástrofe porque el paro, la miseria y las guerras se
extienden como una mancha de aceite, por lo que es preciso preguntarse si esta
sinrazón es necesaria. Es totalmente
evitable y solo se explica esa sinrazón como consecuencia de la miopía y
pusilanimidad de los dirigentes de las principales fuerzas políticas y
sindicales de las izquierdas y el agotamiento de este sistema capitalista
decrépito, senil, corrupto y reaccionario, que se basa para someter a los
trabajadores en la brutal dictadura de un puñado de banqueros y multinacionales
que dedican a la especulación en vez de a la inversión productiva.
Pero la clase
trabajadora está entendiendo ya en la dura escuela de la recesión, que es una
necesidad el volver a levantar con fuerzas la bandera de la lucha por el
genuino socialismo, donde se contemple un programa que contenga medidas como la
expropiación de los banqueros corruptos,
de los monopolios explotadores,
de los latifundios ociosos, de los estafadores, especuladores y
mafiosos, que son todos defensores de la
dictadura financiera, para poner la economía democrática y científicamente
planificada bajo control y al servicio de la clase trabajadora que es la
mayoría de la sociedad.
Con esas palancas
fundamentales de la economía, bajo control de la clase obrera, sería totalmente
posible utilizar toda la capacidad productiva de la sociedad para crear riqueza
y poner a toda la fuerza obrera a trabajar.
En una situación así, con una verdadera democracia, la auténtica
democracia social, la democracia obrera, toda la situación de penuria y crisis,
de apatía y desgana, de depresión y frustración, se transformaría en su
contrario, porque se lograría suprimir la lacra del paro y de la falta de
futuro que agobia a la juventud y a la clase trabajadora.
A través de la
planificación socialista de la producción, bajo control social y democrático para evitar la corrupción y el
despilfarro, en una economía socializada
sería factible reorganizar e incrementar la producción global, incluso
reduciendo la jornada laboral, para repartir el trabajo como el bien
fundamental, sin recortar los salarios, permitiendo a la población participar
activamente en la gestión y el control de la economía y la vida social, en la
política, en los sindicatos, en los movimientos ciudadanos, en la cultura, etc,
que dejarían de ser cotos privados de una minoría de privilegiados para ser
compartidos de forma rotativa e igualitaria por el pueblo organizado y activo,
eliminando los monopolios del poder de esa minoría de corruptos que nos han
llevado a la situación actual.
Ni técnica ni
científicamente existe ningún impedimento para garantizar todos los Derechos
Civiles a todos los ciudadanos, empezando por el trabajo, una vivienda digna
decente y asequible, una Enseñanza y una Sanidad Públicas y gratuitas y unos
servicios sociales universales con un salario justo y uno social de
subsistencia para los impedidos y enfermos.
Este otro modelo alternativo, el socialismo genuino, es el que se
encargan de silenciar los grandes medios de comunicación al servicio de la
burguesía porque están cautivos y censurados para la clase trabajadora y los
trabajadores que luchamos por ese verdadero socialismo, que por supuesto, no
cabe dentro del capitalismo mafioso de casino que es preciso derrotar y superar,
poniendo en su lugar valores éticos y medidas anti-fraude y anti-corrupción
firmes ejercidas por la democracia de los trabajadores.
El socialismo es ya una
necesidad para la humanidad, pero no
puede venir otorgado por los poderosos, sino que debe ser una conquista
social producto de la acción organizada
y unitaria de las masas de la clase trabajadora, en una lucha masiva y no violenta, de forma
consciente, en defensa de un programa que represente una verdadera
transformación de la sociedad.(*)
Nuestra corriente Izquierda Socialista ha venido defendiendo durante
años estas ideas socialistas, esa táctica unitaria y esa estrategia
global, basadas en el análisis y el programa
del socialismo marxista que nos legaron
Pablo Iglesias y los fundadores del socialismo histórico por lo que hacemos un
llamamiento a la juventud y a la clase trabajadora en general, para que nos
activemos y luchemos en pro de la unidad, en los sindicatos y partidos de
izquierdas, codo a codo con el resto de organizaciones sociales, en el
movimiento de las mareas, en el ecologismo,
entre los estudiantes y la juventud, en los sindicatos y demás
colectivos sociales, para participar
todos juntos en la tarea más importante que merece ser llevada a cabo: La
transformación socialista de la sociedad, porque bajo el capitalismo no hay
futuro para la humanidad.
¡¡POR LA DIMISIÒN DEL
GOBIERNO DEL PP¡¡
¡¡ELECCIONES
ANTICIPADAS YA¡¡
¡¡ORGANÍZATE Y LUCHA
POR UN MUNDO MEJOR¡¡
ÁREA DE COMUNICACIÓN Y
FORMACIÓN.
IZQUIERDA SOCIALISTA DE
MÁLAGA-PSOE.A
(*) Si no conoces
todavía las “Propuestas desde la Izquierda” que hemos presentado a debate y
aprobadas por nuestra corriente, puedes recibirlas completas solicitándolas a
la dirección de abajo, poniendo en asunto la palabra “ Propuestas”:
is-psoe.malaga@terra.