Enric Sopena
Nuestra democracia depende en parte de dos personajes abyectos que
tienen a Rajoy y al Rey cogidos por los testículos
17/02/2013
A menos de una semana del 23 de febrero de 2012, 31 años después de
aquel golpe de Estado militar, afortunadamente frustrado por el Rey, tenemos
ahora mismo en España un régimen democrático cada vez más resquebrajado. La
democracia actual se encuentra en un proceso de descrédito y desapego, alejada
de millones de ciudadanos indignados o cabreados con razón.
Doble crisis
Dos de sus instituciones
básicas, la Monarquía constitucional y parlamentaria, y el Gobierno Rajoy,
surgido de las urnas, atraviesan una doble y peligrosa crisis. Por un lado,
sigue vivita y coleando la crisis económica y financiera que nos castiga -sin
piedad- hasta acaso hundirnos como país. Y castiga sobre a todo al sur de
Europa: España, Portugal, Italia y Grecia.
Grándola Vila Morena
En Portugal, la gente tapa la
boca al primer ministro, el conservador Pedro Passos Coelho, cantando
masivamente la mítica y maravillosa Grándola Vila Morena, que supuso el fin de
la dictadura de Oliveira Salazar y de su sucesor, Marcelo Caetano, un tecnócrata,
entonces muy amigo, por cierto, de Laureano López Rodó, el poderoso tecnócrata
del franquismo.
Hasta la derrota final
Por el otro lado, emerge con
fuerza la crisis política que está atenazando al Gobierno. El Ejecutivo popular
va de derrota en derrota, hasta la derrota final. Tardará, antes o después,
pero Mariano Rajoy ha batido ya, en un año de presidente, todos los récords de
ineficacia, de inestabilidad y de hostigamiento a los más débiles, mientras
protege políticamente a los poderosos.
Equipo ministerial de
tercera división
Va Rajoy de tumbo en tumbo y de
contradicción en contradicción, con un equipo ministerial de tercera división,
que es infumable, salvo la ministra de Fomento, Ana Pastor, y el secretario de
Estado de Cultura, José María Lasalle. La crisis política ha estallado además
con la fulminante reaparición de la trama gürtel. La incapacidad de Rajoy
frente al reto de los corruptos es escalofriante.
Cólera colectiva
Algo similar viene arrastrando
-en el capítulo de la crisis política- el Rey, Juan Carlos I. El alcance del
caso Nóos tiende a ser inimaginable. La erosión de la Monarquía parece que, a
estas alturas y con lo que sabemos, difícilmente puede ser asumible por la
ciudadanía y más en estos tiempos de cólera colectiva. La Infanta Cristina en
cualquier momento puede ser imputada por el valeroso e íntegro juez Castro.
Otro aldabonazo grave
Pero siendo eso otro aldabonazo
grave, lo cierto y verdad es que empieza a haber un vendaval de indicios que
señalan a la Casa del Rey o, sin tantos vericuetos, al Rey directamente.
Aquellos polvos trajeron estos lodos. Y en los lodos crecen a menudo las
corrupciones. No hay ninguna prueba contundente, por ahora, que implique a Su
Majestad en el affaire de su yerno. Pero se oyen, todavía en lontananza,
tambores lejanos.
Olor a corrupción
En definitiva, nuestra
democracia depende en parte de dos personajes abyectos que, al parecer, tienen
cogidos a Rajoy y a Juan Carlos de Borbón por sus respectivos testículos. Nos
referimos obviamente a Luis Bárcenas y a Urdangarin. Ambos protagonizan
episodios judiciales que siguen oliendo, y cada día más y más, a corrupción.
Cuando falta poco para rememorar el 23-F, nos sonroja a los demócratas que
Rajoy no frenara en seco a los corruptos de su partido y a Bárcenas, sobre
todo.
Quien acabó con los
golpistas del 23-F
También nos sonroja a los
demócratas que quien acabó con los golpistas de hace 31 años -lo que le honró
evidentemente, y muchos se lo agradecimos-, en la actualidad no se hubiera
enterado, o no quisiera enterarse, de que su yerno era, como mínimo, un sinvergüenza.
Enric Sopena es director de ELPLURAL.COM