SÁBADO, 23 DE FEBRERO
DE 2013
JUAN JOSÉ DE LA CÁMARA
Ayer asistimos
estupefactos a un Debate tramposo del Estado de la Nación que quería además
absorber a otro pendiente y obligadamente necesario sobre Europa.
Tenemos un Presidente
figuradamente poco demócrata (aunque tenga la legalidad de una mayoría absoluta
en el Congreso); que rehúye sistemáticamente dar explicaciones y someterse a
los controles democráticos normales del Parlamento y de los medios de
comunicación. Un Presidente de teatro y opereta que parece que sólo le interesa
quedar bien ante los suyos y al que le importan realmente un pito el conjunto
de los ciudadanos y del país (sus problemas, sus dolores, sus desesperanzas)
Comienza por declarar que no ha cumplido su
Programa prometido, como proyecto ordenado de actividades para mejorar la
situación terrible del país y de la
mayor parte sufridora de los ciudadanos. Estaba obligado a ello política y
moralmente, pero le trae sin cuidado.
Prefiere rodear sus incumplimientos e incompetencias en manifestaciones
altisonantes de que “ha cumplido su Deber”. ¿Sabrá que Deber supone tener
obligación de corresponder en lo moral con los demás, cumplir obligaciones
prometidas y contraídas por respeto a los demás, los que le han votado, en
particular, y aquellos a quien debe ofrecer también gobierno y soluciones?
Nos quiere hacer tragar
ruedas de molino con expresiones dogmáticas sin base justificativa y argumental
que demuestren su validez: “hemos hecho lo que hay que hacer”; “hacemos lo que
necesita España”; “nuestra reforma laboral ha evitado la catástrofe de tener
aún un mayor paro”; “recortamos para garantizar los servicios públicos mínimos
a todos los ciudadanos”; “no he cumplido mi Programa electoral, pero he
cumplido mi deber”. Mientras tanto las clases más desasistidas y necesitadas y
los ciudadanos de clase media, se desangran con más impuestos injustos y no
equitativos, con menos derechos, con menos justicia, con menos y peor sanidad, con menos educación para
niños y jóvenes (que no podrán recuperar lo perdido), con menos derecho a una
vivienda digna, con menos investigación. No sólo está masacrando a los más
débiles de la sociedad sin una mínima compasión, sino que ni siquiera está
mejorando la economía, el crecimiento económico y la igualdad de oportunidades
para que la gente tenga un trabajo mínimamente digno.
Pero no; tenemos la desgracia de tener un
Presidente que como Aznar “solemniza la obviedad” y se llena la boca de frases
eufemísticas y grandilocuentes, que pronunciadas con énfasis quieren dar a
entender más de lo que realmente se expresa; sin nada concreto en el dar
respuestas o actuar por el bien común y los servicios públicos. Sólo le
interesa, como a los mejores ideólogos y políticos de derechas y
ultraliberales, el bien de los suyos (los poderosos fácticos de las finanzas,
de los grandes patrimonios y fortunas, de los privatizadores, de los corruptos,
de la institución Iglesia Católica…).
La corrupción es sólo de los demás. Ya sabemos
de sus trampas y apoyos jurídicos y judiciales para que “sus múltiples casos e
imputados” se salven de condenas por forzada ‘prescripción’ de delitos, por
‘pruebas’ no aceptadas, por contar con que puedan llegar a tribunales
superiores o supremos que, al final de larguísimos procesos, puedan sobreseer
causas y condenas o que puedan, una vez dictadas y firmes, acabar en indultos
gubernamentales vergonzantes.
Tenemos un Presidente
hueco, presuntuoso, hinchado, vano, mentiroso, engañoso, aparente, falso,
rodeado de un aura fingida de socarronería y agresividad jaleada por sus
acólitos; por cierto gente de derechas y de buenas costumbres y urbanidad que
patean y abuchean a los oradores de la oposición parlamentaria y que insultan
(“que se jodan”), cuando probablemente aprendieron en sus colegios privados y
hasta de curas o monjas, cortesía y urbanidad, que no aplican para nada en su
trato político a los adversarios y a los que quieren manifestarse o protestar
pacíficamente; llegando a veces a recordar épocas pretéritas donde los cuerpos
de seguridad intimidaban más que garantizaban la seguridad ciudadana; hay actualmente
imágenes callejeras donde para eludir responsabilidades los actuales
gobernantes se rodean de escenas preventivas que parecen emergencias nacionales
o se asemejan a un país en estado de sitio.
Es una pena y un castigo de Presidente, que
con cierto aire de falsa seguridad y con gestos y expresiones jactanciosas,
graciosas o falsas (a veces tintadas de cierta chulería) quiere transmitir sus
“¿éxitos en Europa?”; desconcertados tienen él y algunos de sus ministros a
muchos responsables de instituciones comunitarias y de otros gobiernos de la
U.E.
Muchísimos ciudadanos sabían ya de las
bajísimas valoraciones de Rajoy como gobernante con Aznar y en su etapa de jefe
de la oposición y de las empeoradas como Jefe del Gobierno de España. No sólo
no mejora lo que otros pudieron hacer mal, sino que lo estropea aún más y desde
posiciones y actitudes perezosas, indolentes, perplejas, irresolutas,
indecisas, aparentemente insensible al dolor de muchísima gente (enfermos,
discapacitados, jubilados, inmigrantes, parados, desahuciados, fracasados
escolares…). A él le va la crispación, tirar la piedra y esconder la mano,
apoyar o defender a colaboradores presuntamente corruptos, inútiles o
provocadores e irritadores. Es buen alumno del cinismo y de la hipocresía
instaurada en muchas instancias; de cierta desvergüenza en el mentir con una
sonrisa de aparente buena persona y de un previsible y contrastado fingimiento
de cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o
experimentan.
Esta podría ser una semblanza del Presidente
que quiere ganar formalmente un ‘debate del estado de la nación’ para los
suyos, aunque no ponga toda la carne en el asador con sensibilidades y
soluciones eficaces para los millones de españoles desencantados, angustiados,
desprotegidos, cabreados y sin horizonte mínimamente esperanzador.
DIARIO PROGRESISTA