MIÉRCOLES, 15 DE MAYO DE 2013
GUSTAVO VIDAL
El multimillonario Johh Pierpont
Morgan definió la riqueza como "la recompensa del esfuerzo y la
virtud". No le faltaría razón al financiero si hubiera completado la
frase: "la recompensa del esfuerzo y la virtud… de otros".
Así, pensemos en las fortunas del
ladrillo, amasadas con el sudor de millones de ciudadanos anónimos estrujados
por una hipoteca. Observemos los imperios industriales forjados sobre risibles
salarios en Europa y EEUU o, peor aún, sobre mano de obra esclava en el tercer
mundo, en barracones oscuros y húmedos donde niños y mujeres pudren sus retinas
y quiebran sus huesos confeccionando ropa, calzado o piezas para la industria.
Imaginemos un lugar olvidado de
África donde se descubren materias primas. Cerremos los ojos y al abrirlos
contemplaremos niños armados, bandas de mercenarios sin alma, hambrunas,
desplazamientos masivos y sangre, mucha, mucha sangre.
A día de hoy, grandes
especuladores que se enriquecieron en la bolsa de Nueva York a costa de
millones de personas, han decidido emplear su “esfuerzo y su virtud”
especulando ahora con cereales en los lugares paupérrimos del planeta… ¿Cuántos
cientos de millones de hombres, mujeres y niños van a morir de hambre los
próximos años para que esta canalla engorde sus cuentas corrientes y sus
barrigones?
Ante esto, el inolvidable Pablo
Iglesias Posse ya abogaba por el intervencionismo del Estado hace más de un
siglo en La Revista socialista (1-IV-1905) y en cientos de artículos en El
Socialista. Curiosamente, desde el PP, cuando estaba en la oposición, no paraba
de repetir: ¿Qué hace el gobierno frente a la crisis? Repetían la frase, como
el loro del pirata Patapalo, sin avergonzarse.
Sí, los mismos que defendían el
“mercado libre” y la “no intervención del Estado en la economía”, quienes se
masturbaban la mente con las salmodias neoliberales de “menos Estado y más
mercado”, “flexibilidad laboral”, “despido libre”, “moderación salarial”… Pero
bueno, ¿en qué quedamos? De manera que el Estado (o sea toda la sociedad) debe
solucionar el estropicio que perpetran estas políticas del neoliberalismo. Si,
ese inmenso engañabobos que sirve para bañar en oro a unos pocos, repartir
migajas a sus palanganeros y arruinar a la mayoría o, como dicen los
anarquistas: “Cría ricos y te comerán las crisis”
Necesitamos otro gobierno, sin duda, un gobierno que
intervenga. Por supuesto, pero para aplicar sin timidez las recetas del
socialismo democrático. No hay otra alternativa. Y es que el “individuo”, el
“hombre hecho a sí mismo”, es una falacia. Todo hombre de negocios se ha
servido de una amplia infraestructura que los contribuyentes han sufragado. Se
han enriquecido sobre la base de lo que muchas generaciones han construido y,
por supuesto, sobre el trabajo de millones de personas. Si a estas alturas de
la función alguien no es capaz de ver esto y se sigue tragando las coplas del
cancionero neocon es porque algo se le ha gripado bajo el cuero cabelludo.
DIARIO PROGRESISTA