16 de mayo de 2013
En cualquier época el capitalismo
no se limita a atacar las condiciones materiales de vida de la clase obrera.
También desarrolla un esfuerzo ideológico para intentar ocultar su
responsabilidad en el surgimiento de las crisis, para difundir conceptos falsos
sobre el funcionamiento de la economía y para extender la idea de que no existe
alternativa viable al dominio de la burguesía.
Esta ofensiva ideológica no es nueva. Ni es
nuevo que alguna de las concepciones económicas divulgadas por la burguesía sea
aceptada por un sector de dirigentes de las organizaciones obreras, ni que esas
ideas conduzcan a errores estratégicos de primera magnitud. Es precisamente el
combate de Marx en el seno de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT)
—la I Internacional— por asentar la estrategia de la organización sobre unos
sólidos fundamentos teóricos lo que le llevó a preparar dos intervenciones ante
el consejo general de la AIT acerca de las propuestas defendidas por John
Weston, miembro del Consejo y seguidor de las teorías de Robert Owen, uno de
los máximos representantes del socialismo utópico anterior al desarrollo del
marxismo, que proponía el cooperativismo como vía para mejorar la condición
obrera.
Estas intervenciones fueron
publicadas más tarde como folleto con el título de Salario, precio y ganancia,
y exponen de forma concisa y con magistral claridad las ideas básicas de la
concepción marxista de la economía. Constituyen una magnífica introducción a la
lectura de El Capital y, a pesar del siglo y medio transcurrido desde su
redacción, siguen siendo un texto fundamental para entender el funcionamiento
del capitalismo y los caminos que se le abren a la clase obrera para luchar
contra él hasta su total erradicación.
¿Qué ideas combate Marx
en este folleto?
En sus propuestas a la AIT,
Weston planteaba dos cuestiones cruciales. En primer lugar, afirmaba que la
lucha por subidas salariales era inútil, ya que los capitalistas las
compensaban con subidas de precios, de modo que finalmente el poder adquisitivo
de los salarios no variaba. Y, asociada a esta idea, Weston proclamaba que la
lucha sindical no solo era inútil en términos globales, sino que las victorias
de los trabajadores en un sector provocaban inevitablemente daños de igual
magnitud en los trabajadores de otros sectores productivos.
Probablemente Weston, carpintero
de profesión, carecía de cualquier intención de obstaculizar el fortalecimiento
de la AIT, pero la aprobación de sus propuestas hubiese significado un terrible
paso atrás. Por ello, Marx se tomó un enorme interés en desmontar las falacias
que subyacían en el pensamiento de Weston, empezando por la teoría del “fondo
de salarios”, una idea tomada del pensamiento económico liberal. De acuerdo a
esta teoría, la cantidad total que los capitalistas dedican a salarios es una
cantidad fija en relación al capital total, de modo que las subidas salariales
de un sector de trabajadores tienen que compensarse necesariamente con las
bajadas salariales de otros. Y si los trabajadores, mediante la unificación de
sus luchas, lograran una subida salarial generalizada solo conseguirían
provocar una subida general de precios, de modo que la proporción representada
por los salarios sobre el total del capital se mantendría invariable.
Marx explica que los salarios y los precios en
modo alguno están en una relación directa. Ni las subidas de salarios provocan
subidas inmediatas de los precios ni las subidas de los precios se traducen en
incrementos salariales proporcionales. Lo que sí está en relación con la
cuantía de los salarios, y precisamente en una relación inversa, son las
ganancias de los capitalistas. Las subidas salariales en una empresa no
disminuyen el salario del resto de los trabajadores sino los beneficios de los
propietarios de esa empresa. Y las subidas salariales generalizadas hacen
disminuir los beneficios del conjunto de los capitalistas, pero sin alterar los
niveles generales de precios.
La teoría del valor.
Marx no se limitó a poner de
manifiesto las inconsistencias de Weston, sino que en sus intervenciones
ofreció los elementos teóricos necesarios para la correcta comprensión del
funcionamiento del capitalismo y para extraer las conclusiones prácticas que
hicieran posible el avance de la organización internacional de la clase obrera.
La piedra angular de esta nueva concepción es
la teoría del valor, que explica que el valor de una mercancía se determina por
el tiempo de trabajo medio socialmente necesario para producirla, de modo que
el precio no es más que la expresión de ese valor en dinero. Y aunque los
precios de una mercancía determinada pueden oscilar en función de factores
relacionados con las vicisitudes del mercado, la suma de los precios de todos
los bienes y servicios equivale exactamente a la suma de sus valores.
Pero no todo trabajo, entendido como puro esfuerzo
humano, es susceptible de crear valor. Solo crea valor el trabajo que forma
parte de la división social del trabajo, es decir el trabajo que contribuye a
la reproducción de las condiciones materiales de existencia de la sociedad. Y
en una sociedad capitalista son precisamente los propietarios de los medios de
producción los que toman las decisiones sobre lo que debe o no producirse, es
decir, son los que definen lo que es o no “socialmente necesario”.
Sin embargo, los medios de producción por sí solos
no producen nada. Necesitan de la acción de los trabajadores para generar
riqueza. Los capitalistas resuelven esta necesidad comprando el derecho a
utilizar durante un tiempo determinado las capacidades físicas e intelectuales
de los asalariados, es decir, comprando su fuerza de trabajo, que se ve así
reducida a la condición de mercancía. Y como tal, la fuerza de trabajo vale lo
que cualquier otra mercancía: la cantidad de tiempo de trabajo necesario para
reproducir el cuerpo vivo del obrero y su familia, y para cualificarlo para su
oficio.
Plusvalía y beneficio
capitalista.
En este punto se plantea una cuestión básica.
Si, tal y como defiende Marx, las mercancías se venden por su valor, y la
fuerza de trabajo no es una excepción a esta regla, ¿cómo se genera el
beneficio del capitalista?
Enfrentados a esta cuestión, los propagandistas
de la burguesía explicaban que el beneficio se produce en el proceso de compra
y venta de mercancías. Los capitalistas más astutos conseguirían vender
mercancías por encima de su valor, y generarían así una ganancia.
La teoría de Marx destruye esta falacia, y
explica que el beneficio capitalista nace de la capacidad de la fuerza de
trabajo de generar mayor valor del que es necesario para su propia
reproducción. De esta manera, en su jornada de trabajo el obrero produce un
valor superior a lo que recibe en forma de salario, y este mayor valor, o
plusvalía, es lo que el capitalista se apropia, ya sea directamente en forma de
beneficio empresarial, o indirectamente en forma de renta del suelo o de
interés del dinero.
Y precisamente porque es el trabajo de los
asalariados la única fuente de riqueza, toda la dinámica del capitalismo gira
en torno a las formas de incrementar al máximo la plusvalía, ya sea alargando
la jornada de trabajo (lo que Marx llama plusvalía absoluta) o intensificando la
explotación del trabajador de modo que cubra el valor de su salario en el menor
tiempo posible y dedique la mayor parte de su jornada a producir plusvalía (la
plusvalía relativa). Y puesto que la prolongación de la jornada tiene un límite
natural (las 24 horas del día), los capitalistas optan por incorporar más y
mejor maquinaria que haga al trabajador más productivo. Este hecho es lo que
conduce a que la acumulación de capital sea más rápida que el incremento de la
demanda de trabajo y, en consecuencia, Marx concluya que la tendencia general
del capitalismo es bajar el valor del trabajo a su límite mínimo.
La importancia práctica
de la teoría marxista.
Esta conclusión, confirmada por
la bajada masiva de salarios que se está produciendo ante nuestros ojos, es
mucho más que un hallazgo teórico. Tiene una importancia práctica fundamental,
ya que permite entender los límites del sindicalismo. El funcionamiento del
ciclo capitalista está regulado por las leyes que rigen la acumulación del
capital, y frente a esas leyes las mejores intenciones reformistas se estrellan
y fracasan.
Pero de la teoría económica de Marx también se
desprende otra valiosa conclusión: el capitalismo encierra las condiciones
materiales y las formas sociales necesarias para su superación. Es la clase
obrera la que encierra el potencial revolucionario que enterrará al
capitalismo. La condición para que ello sea posible es que se dote de una
organización revolucionaria y que fecunde su acción con las ideas del marxismo.
Este libro ofrece una buena ocasión para profundizar en esas ideas y
convertirlas en guías para la lucha que llevamos adelante cada día.
Antonio García Sinde.