MIÉRCOLES, 22 DE MAYO
DE 2013
GUSTAVO VIDAL
Si Bill Clinton,
durante sus campañas electorales, aplicó la consigna "¡es la economía,
estúpidos!", hoy, la mayoría de los ciudadanos españoles deberían escribir
en la cabecera de su cama "¡es la lucha de clases, estúpidos! “Y digo la
mayoría dado que, al menos, el 60% de los españoles percibe remuneraciones por
debajo de los mil euros al mes para que los multimillonarios sean cada día más
ricos y paguen menos impuestos.
Pero, desgraciadamente,
la derecha neocon invierte miles de millones para manipular a la ciudadanía
anulando su pensamiento crítico o, simplemente, su pensamiento.
Así, una de las más sangrantes tomaduras de
pelo consiste en hacer creer que “todos defendemos idénticos intereses” ya que
“hoy en día no puede hablarse de ricos o pobres” pues “la lucha de clases es
algo del pasado”, etc.
Según esto, el
presidente de la patronal y el pinche del bar, el banquero y la señora de la
limpieza, el constructor especulador y el chofer del bus… todos viven en una
arcadia donde desaparecieron los intereses contrapuestos y quien alegue lo
contrario es un frustrado, un mediocre, un envidioso y, por supuesto, “un
progresista trasnochado que ladra su rencor por las esquinas”.
Tras repetirlo miles de
veces, el engaño suele funcionar y muchos ciudadanos acaban creyendo que la
lucha de clases (o sea, los intereses contrapuestos) es algo “obsoleto” y
propio de fracasados “incapaces de forjar su propio destino en una sociedad
libre”.
Entonces, curiosamente,
la gran patronal comienza a reclamar que los empleados trabajen más horas y por
un sueldos más bajos. También exigen rebajas fiscales “para que no se
incremente el gasto público”. Incremento que, milagrosamente, no se produciría
cuando las ayudas se dirigieran a ellos.
Y, doloroso es
reconocerlo, con su estafadora utilización del lenguaje, los neocon nos han
tomado varios cuerpos de ventaja. Aquello que los beneficia—aunque perjudique a
los trabajadores—se asocia con palabras agradables: bajar los sueldos no es
bajar los sueldos, sino “moderación” salarial. Por el contrario, las
retribuciones obscenas de los directivos son “incentivos a la producción”. En
la misma línea, los derechos consolidados de los trabajadores se motejan de
“rigideces” mientras que la ausencia de derechos se etiqueta de “flexibilidad”,
“modernización” o “dinamización del mercado”. Los impuestos, lejos de
constituir un mecanismo de redistribución y justicia social, se transforman en
“presión” fiscal…
Los ejemplos serían
numerosos y, por desgracia, resultan muy efectivos en el plan de eclipsar una
realidad flagrante: la lucha de clases (los intereses contrapuestos entre
sectores sociales) como algo existente, actual y tangible. Los necon han sabido
endulzar sus aviesas mentiras, nosotros no hemos sido capaces, por el momento,
de transmitir esta palpitante evidencia.
Por ello, en España ha fraguado el cruel
engrudo del ideario neocon. Aunque, en cierta medida, es lógico. Somos un país
con mente de hidalgo que pasea su “dignidad”… y sus tripas vacías. La mayoría,
pomposamente, se autocalifica de “clase media” cuando esto es un engaño
maquinado desde arriba… ¡la mayoría de los españoles son o-bre-ros,
tra-ba-ja-do-res! Guste o no guste. Pero así es.
Y mientras esa mayoría no reconozca su
realidad (“tomar conciencia de clase”, se decía antes) y comience a actuar en
consecuencia, el fruto de su trabajo engordará cada día más las arcas de los
millonarios. Dicho de otro modo, las dificultades para llegar a fin de mes,
afrontar los gastos escolares, de vivienda, de transporte, etc, son la
consecuencia de los regales fiscales a los ricos (perdón, me habían dicho que
ya no existen), supresión de impuestos, fraude fiscal, “flexibilidad” laboral…
En conclusión, ¡es la
lucha de clase, estúpidos!, y mientras se camine con ínfulas de noble arruinado
o “clase media” a la mayoría le seguirán robando la cartera mientras le palmean
la espalda. Las carcajadas de los sectores sociales altos ya no se escucharán.
Se disimulan. De momento.
DIARIO PROGRESISTA