Jueves, 30 de Mayo de
2013 08:28
Juan Pedro Viñuela Rodríguez
“No habrá un gobierno justo hasta que
los filósofos sean reyes o los reyes filosofen.” Platón.
El mayor crítico de la democracia
de la antigüedad, y sus críticas en gran parte siguen siendo válidas, fue el
viejo Platón, del que se dice que toda la filosofía no son más que notas a pie de página de sus diálogos. Pues bien,
el centro de la crítica platónica es que una democracia no es justa en la
medida en la que la democracia es el gobierno del pueblo y ello es lo mismo que
decir de los ignorantes. Claro, se refiere a ignorantes en lo que concierne a
la justicia y el bien común. Y como el pueblo es ignorante, en ese aspecto, no
en su profesión, pues es engañado por el demagogo que busca su interés
particular.
Pues esto, señores, y sé que esto
levanta ampollas entre los biempensantes y los progres y que seré tachado por
enésima vez de elitista, lo que no me importa, porque si se identifica elitismo
con excelencia, pues lo soy o, mejor dicho, persigo la excelencia para el
pueblo y para mí, pues decía, que es esto lo que ocurre hoy en día, entre otros
muchos males de la democracia. Y es por ello que nuestra democracia de cartón
piedra, ni siquiera llega a esa altura de democracia liberal representativa y
mediatizada económicamente, sino que además es una mesocracia. Se ha convertido
en una mediocridad, es decir, el poder de los mediocres.
Y, en concreto, en España, mucho
ha hecho la ley de educación aún vigente, la LOGSE-LOE, no es que lo que venga
lo vaya a solucionar, es más, profundiza en la mediocridad e instrumentaliza
aún más al pueblo. Lo que viene es una consecuencia lógica del trasfondo
psicopedagógico de la LOGSE unido al más bárbaro y salvaje capitalismo en el
que todo se compra y se vende y el sujeto se ha convertido en absoluta
mercancía.
Pues sí señores,
nuestra democracia es una mesocracia, el poder de los mediocres. Y
es eso lo que al poder le ha interesado, convertir a la ciudadanía en mediocre,
en sujetos autómatas, no autónomos. En sujetos idiotas (es decir, que sólo
miran por sí mismo y no por el bien común) Se ha perdido por el camino la
solidaridad, que era lo que quedaba del gran valor de la fraternidad, el menos
desarrollado de la Ilustración. Mientras las vacas gordas hemos alimentado
nuestro ego a base del consumo compulsivo y hemos empeñado nuestra vida en el
tener.
Y la ciudadanía, inconsciente,
sumisa, aborregada y mediocre ha votado la ostentación de lo material, la
riqueza por la riqueza. No ha entendido que la virtud está en la austeridad,
pero no la que se nos impone ahora que es la miseria. Y ahora, con las vacas
flacas, perplejos, espantados, con el miedo en el cuerpo, la ciudadanía sólo
es capaz de mirar su propio bolsillo
instalado en una moral mediocre del sálvese quien pueda. Y, si no, miren los
que secundan las huelgas de funcionarios o de profesores, una inmensa
minoría…una auténtica pena. No es que no luchemos ni por lo de los demás, es
que ni nos damos cuenta, o no queremos, luchar por lo nuestro. Asumimos
dócilmente las medidas que eliminan los derechos sociales y laborales
conquistados durante décadas, más de cien años, y encima nos sentimos hasta
culpables y responsables, además de absolutamente desinformados.
El colmo.
Por eso reivindico la meritocrácia.
Una democracia sana debe perseguir la excelencia, el mérito, la virtud pública.
Pero vemos delante de nuestras narices lo contrario. Y no lo denunciamos porque
estamos adoctrinados. Hemos sido domesticados y adiestrados durante décadas por
el sistema educativo y los medios de manipulación de masas, de tal forma que
hemos perdido la conciencia crítica, que nos hemos convertido en unos
conformistas, cuando no, los más espabilados de la tribu, en unos cínicos. La meritocrácia
es la creencia en que la democracia debe perseguir la virtud y la excelencia
del pueblo por medio de la educación y el control de los medios de
comunicación.
Y ello conlleva la recuperación
del poder por parte del pueblo. Y a ello se le llama república. La república
exige de la virtud del pueblo, de la recuperación de la ciudadanía y el
abandono del vasallaje. Pero malos tiempos corren para este ideal republicano
que hunde sus raíces en la Ilustración, proyecto inacabado y no me canso de
decirlo. El dios mercado lo inunda todo. Los medios de comunicación extienden
su ideología, incluido Internet que parece que nos libera, pues no.
Los sistemas educativos buscan
empleados, no transformadores del mundo. El mundo ya está construido,
controlado y dominado por unos pocos y el resto somos sus peones a los que
sacrifican sin el menor escrúpulo. Pues señores es hora de la praxis
revolucionaria, que diría Marx, y que a los progres de los que hablaba antes se
les ha olvidado o nunca lo aprendieron, es hora de la transformación del mundo
y de las condiciones de posibilidad de esa transformación. O, de lo contrario,
la maquinaria bárbara e infernal nos engullirá en una nueva edad media
totalitaria que ya barruntamos durante mucho, mucho tiempo…
EXTREMADURA PROGRESISTA