LUNES, 24 DE JUNIO DE 2013
PABLO IGLESIAS
Los ricos no se
contentan con arrebatar a los trabajadores una parte del fruto de su trabajo,
sino que además los insultan y los calumnian. Calculan que cuando lo
más—despojar a otro de lo suyo—les es permitido, lo menos—el ofender—lo pueden
hacer a sus anchas.
Según los modernos
señores, si los obreros padecen hambre y miseria, lo deben a su abandono y
falta de espíritu de economía; si son ignorantes, al vicio y a la crápula, y si
no toman parte en la cosa pública, es decir, en los asuntos generales del país,
por su incapacidad e ineptitud.
Tanta “verdad” dicen en esto los que viven del
trabajo ajeno como cuando afirman que las instituciones económicas capitalistas
son de orden natural.
La miseria, la pobreza, no ha sido ocasionada
por los malos hábitos y costumbres de los trabajadores, antes al contrario,
unos y otras deben su existencia y su
desarrollo a la esclavitud económica.
Si no fuera así, los obreros vivirían
desahogadamente y contarían con un porvenir seguro. ¿Cuál ha de ser el estado
del trabajador que, ganando un jornal de 2, 3 ó 4 pesetas, tienen que sustentar
a una familia compuesta por 4 ó 5 individuos? Cuando el término medio de los
salarios es tan bajo como en España, ¿habrá necesidad de fijarse mucho en el
asunto para averiguar dónde está la causa de la horrible miseria que padecen
los verdaderos creadores de riqueza, esto es, los trabajadores.
Las víctimas de este sistema son arrastrados a
la miseria, no por culpa de ellos, sino por la forma en que se distribuye la
riqueza, yendo a parar la parte principal a la minoría parásita, y una parte,
cada vez más exigua, a la inmensa masa laboriosa.
Y no solamente no
depende la pobreza del obrero de su falta de moralidad y honradez, sino que
cuanto más honrado sea cuanto mayor grado alcance su nivel moral, su situación
económica será más aflictiva y desesperada…. ¡cuántos, no obstante su
intachable conducta, viven en medio de las mayores privaciones! La dicha, las
comodidades, el cielo de la sociedad de consumo no se gana por medio de actos
honrosos y morales; al revés, todo eso sobra para llegar a él, y solo la
audacia, el cinismo, el fraude y la hipocresía, la ausencia, en fin de todo
sentimiento digno son los que franquean la s puertas de ese edén terrenal.
Para librarse, pues, los trabajadores de la
miseria social, en envilecimiento intelectual y la dependencia política,
precisan de todo punto destruir la causa que engendra estos males, y que es
sencillamente la dominación económica que la clase burguesa ejerce sobre ellos.
Más para que este
dominio desaparezca, y la esclavitud humana termine por completo, es necesario
arrebatar de las manos de las grandes fortunas y capitales los instrumentos de
producción hoy monopoliza.
(Extractado de “El
programa socialista”, publicado en El Socialista, marzo y abril de 1886. El
fragmento que reproducimos corresponde a la edición de Vida Socialista, Madrid,
1910)
DIARIO PROGRESISTA