Jueves, 06 de Junio de 2013 08:53
Juan Pedro Viñuela Rodríguez
Pues una pandilla de
sinvergüenzas. Y en el más puro sentido ético. Una serie de señores que no
sienten vergüenza de sus actos ni de sus ideas. Sus actos son estrictamente
criminales. Condenan a toda una sociedad a la precariedad, crean un plan de
enseñanza para aborregar, es decir, para adiestrar en el trabajo. Para crear
mano de obra, no personas ni ciudadanos. Y son una serie de señores, y es decir
mucho de esta pandilla de indocumentados, que ocultan el robo a gran escala,
que defienden a los grandes banqueros y al capital. Que les importa un bledo la
ciudadanía, la democracia y la persona. Sólo les interesa el rendimiento
económico. Y son unos auténticos sinvergüenzas en el sentido ético porque no
sienten vergüenza ante los demás de lo que están haciendo, incluida la nueva
ley de educación.
La base de la ética es
la vergüenza y la empatía. El sentir vergüenza ante el otro de nuestros actos
es lo que nos hace responsables de ellos.
Pero estos no tienen vergüenza de sus actos, los ocultan o, peor, se vanaglorian.
Están por encima del bien y del mal, es decir no son sujetos éticos, sino
sinvergüenzas. Y el segundo pilar de la ética es la empatía, el sentirse
identificado con el otro, con su alegría, tristeza, dolor o sufrimiento. Pero
estos, no, estos actúan como autómatas y nos dicen que son necesarios
sacrificios. Sí, sacrificios para que el gran capital siga devorando a la clase
media, al estado social y de derecho. No sienten el dolor en la cara del otro,
ni su sufrimiento.
Lo que ellos llaman
sufrimiento nos lo venden como un mal necesario. Y, por eso, no es necesaria la
ética en el sistema de enseñanza. Porque la ética es conciencia del otro
y eso entorpece la marcha del capital, lo que sí es necesario es la
instrumentalidad, más matemáticas (instrumentales, no teóricas, claro) y más
lengua (sintaxis y lectura, no verdadera literatura) Todo conocimiento que nos
lleve a la autoconciencia y a la crítica no es que sea peligroso, para el gran
poder ya no hay peligro en nada, simplemente entorpecen y son un gasto
superfluo. Lo mejor es eliminarlo. Y como el objeto de la LOMCE es el de la
empleabilidad, pues tampoco hacen falta sujetos éticos, sino prácticos.
El retroceso
ético-político ha sido de 250 años. El nuevo sistema de educación ya no nos
considera sujetos, fines en sí mismos dotados de dignidad, sino que nos
considera meros instrumentos al servicio del sistema. Un sistema de darwinismo social (que no
tiene nada que ver con el darwinismo de verdad) de una lucha de todos contra
todos en la que prima la supervivencia. En definitiva, un estado hobbesiano,
absoluto y totalitario, de guerra de todos contra todos. Para qué queremos la
ética en este contexto. Simplemente es algo anacrónico. El poder está por
encima de la ética, como el príncipe de Maquiavelo, y el pueblo deja de ser
sujeto para convertirse en objeto, por tanto deja de ser ético, por
consiguiente la ética no es más que un adorno. Precisamente lo que nos
humaniza, como hemos dejado de ser humanos, para ser meros animales, pues lo
tiramos por el retrete.
Y qué pasa con la historia de la filosofía. Pues miren ustedes, les
guste o no a mis compañeros, eso me da ya igual. Es la disciplina más
importante de todo el bachillerato, también por su inmensa dificultad la más
incomprendida por los alumnos y, por su puesto, por los profesores, que tampoco
la entendieron en su tiempo, ni ahora, a la vejez les interesa. Porque el
aguijón de la filosofía comienza en la juventud. Y si en la juventud eres
inmune a él, pues… En fin, que la historia de la filosofía es la disciplina más
importante del bachillerato por la sencilla razón de que es el fundamento
último de todas las demás. Pero esto no es lo que nos interesa aquí.
Lo que nos interesa es
que la historia de la filosofía es la conciencia o, mejor, la autoconciencia de
Europa u occidente, con sus luces y sombras. Es lo que nos permite entender la actualidad y entendernos y, sobre
todo, forjar un proyecto de futuro. Pero resulta que la ideología dominante nos
dice que hemos llegado al fin de la historia –una mentira, una ideología, una
falsa conciencia- que estamos en el mejor de los mundos posibles y que todavía
vamos a mejorar más hasta llegar a la perfección. Que el mercado, las nuevas
tecnologías y la tecnociencia, sobre todo, las ciencias de la vida, eliminarán
definitivamente el sufrimiento en el mundo. Señores, todo está resuelto. Todo
ha sido pensado y el último pensamiento es el neoliberalismo posmoderno.
Pero para que esto surta su efecto el ciudadano, que, por su puesto, ya
no es ciudadano, ha de perder el sentido del tiempo, de la pertenencia a una
tradición, la tradición occidental, precisamente. El supuesto ciudadano,
obediente y sumiso, adaptable hasta la máxima maleabilidad a las exigencias del
mercado, debe vivir en un eterno presente. Ése es el mundo que se les ofrece.
De nuevo, la historia de la filosofía, o de las ideas que configuraron Europa o
la tradición occidental no es que no sirvan, o carezcan de relevancia, es que
son un estorbo. No son útiles.
Y el principio que rige
el ultraliberalismo es el de la máxima utilidad e instrumentalidad, para
instrumentalizar. Por tanto, es necesario eliminar la historia de la filosofía.
Y los grandes señores del poder no cayeron en esto en el primer borrador, o
quisieron que nos fuésemos acostumbrando, y lo dejaron para el segundo y así,
ellos ausentes de ética y dominadores del pasado, el presente y el futuro, lo
mantuvieron pese a la leve resistencia del domesticado profesorado. En
definitiva, la coherencia de la ley es impecable e implacable.
EXTREMADURA PROGRESISTA